“El eco de la poesía es de orden espiritual”

MADRID, 28 (EUROPA PRESS)

Con voz pausada y desde un hotel de Segovia, horas antes de participar en unas veladas poéticas, Francisco Brines (Valencia, 1932), galardonado con el XIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, transmite una lección de vida y su amor por la poesía. “El eco de la poesía es de orden espiritual y anímico. La poesía hace que uno viva la vida con más intensidad”, subrayó el autor, una de las voces imprescindibles de la literatura del último medio siglo.

“Hay que vivir la vida con intensidad, teniendo en cuenta que la vida es gozo y es dolor; y la poesía educa la sensibilidad para vivir el gozo con mucha más intensidad y para vivir el dolor con mucha más nobleza, porque el dolor no tiene por qué ser negativo”, subrayó el autor.

Para Francisco Brines, que lleva medio siglo escribiendo poemas, este premio es también “una elección del lector o de los lectores sucesivos” que ya han dado su voto a una poesía determinada y también, según Brines es la forma de que el poeta comprenda “el eco” que puede tener su poesía.

EMOCIÓN E IGNORANCIA

Una poesía que después de tantos años de gozos y alegrías le sigue trasmitiendo al autor “algo mágico y sorprendente”. “Ante la cuartilla o el papel en blanco, tengo la misma emoción e ignorancia de saber qué es lo quedará allí escrito, porque uno no tiene el poema escrito ni pensado previamente, sino que lo que tiene es una emoción, que se tiene que desvelar por medio de la palabra”, explicó.

Y es en este momento, con los versos ya escritos, cuando que el poeta siente la “sorpresa” que tiene el lector. “Es el actor del poema y el primer lector del mismo, y muchas veces también tiene el sufrimiento del autor”, reconoció este autor, incluido en la Generación del 50, junto a voces como José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Ángel González, o Claudio Rodríguez.

Entre todos sus libros publicados, Brines recomienda 'El otoño de las rosas' pero aclara que debe de ser el lector el que lo escoja. “Yo tengo dos libros que son los más extensos y que centralizan una edad determinada: uno es 'Palabras en la oscuridad' que centraliza la poesía de mi juventud y el otro, 'El otoño de las rosas', que centraliza la poesía de mi madurez, de una madurez larga”, precisa.

Y en esta larga madurez, Brines sigue escribiendo poemas, y asegura que le quedan tres o cuatro para completar una antología que publicará próximamente con la editorial Tusquets.

UNA PARTE ENTREABIERTA

“Ahora los libros se distancian más que antes porque las cosas que se dicen, es la poesía la que te las hace decir, y yo lo único que puedo hacer es no cerrar la puerta y dejarla entreabierta para que siempre que ella quiera entrar a hablar lo haga, pero sin saber yo muy bien qué tengo que decir”, explicó a Europa Press.

Por ello, para Brines la escritura es una “sorpresa” que llama a la puerta y se presenta sin saber el autor lo que quiere expresar. “Yo nunca he sabido lo que iba a decir hasta que lo escribía”, confesó este poeta valenciano, galardonado con el legendario Adonais de Poesía por 'Las brasas', su primer libro; el Premio de la Crítica (1966); el de las Letras Valencianas (1967), el Nacional de Poesía (1987) y el Premio Nacional de las Letras Españolas (1999).

“El papel en el que uno escribe hace como de espejo. Pero muchas cosas que somos nosotros y que nos importan mucho, no aparecen nunca, y no porque lo ocultemos, sino porque no es tema de la poesía y otras cosas que desconocemos de nosotros mismos las conocemos por las palabras que escribimos y las que escriben otros. Porque al fin y al cabo es más lo que nos asemeja entre hombres, que lo que nos distancia”, agregó.

ESCUELA DE TOLERANCIA

En este sentido, explicó que la poesía es una “escuela de tolerancia”. “Y al leer poesía-- agregó-- asentimos aquel que podíamos haber sido, y es más, muchas veces le damos asentimiento mayor a un poema que no habla desde nosotros”.

“Todo lo que escribe una persona es una porción de humanidad que podía haber sido nuestra”. “Un hombre puede escribir desde la creencia religiosa y desde el agnosticismo y ser tan verdadero cuando escribe desde una posición como cuando escribe desde la otra”, alegó. Será el lector, el buen lector, el que asentirá al resultado estricto del mismo y “se emocionará”, subrayó.

“No puedo aceptar una vida con sólo dolor, sino como ha sido la vida: barajando el gozo y el dolor con la desdicha; pero una vida con sólo dolor, yo no asentiría a ella y muy gustosamente la daría por terminada, porque la existencia no sólo la tenemos en un valle de lágrimas, sino también en un valle acompañado de sonrisas”, agregó.

AMOR ERÓTICO

Y para llenar este valle de sonrisas, hizo referencia al amor, que es “múltiple y muy complejo” y citó el amor erótico, que es “un don que nos da la existencia”, el amor maternal, el amistoso o el amor solidario.

“Debemos querer a los niños porque sólo los niños que han recibido amor, cuando sean hombres serán capaces de dar y trasmitir amor. Si no lo tienen de niños, difícilmente podrán darlo y sentirse completamente realizados”. “La santidad es dar el amor sin nada a cambio. Las personas que saben dar el amor, son felices sabiendo que lo dan, porque quien lo recibe, lo necesita”, concluyó el autor.

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