Friedlander, el fotógrafo de lo cotidiano
La retrospectiva de la obra del fotógrafo norteamericano Lee Friedlander (Aberdeen, 1934) es la exposición más importante organizada hasta el momento consagrada a uno de los grandes maestros de la fotografía actual. Ha sido comisariada por Peter Galassi, conservador de fotografía del MoMA de Nueva York, y se presenta en Barcelona, después de haberse mostrado en la Haus der Kunst de Munich y el Jeu de Paume de París.
Pionero del reportaje documental, Friedlander es capaz de captar la rutina de la ciudad y del quehacer cotidiano, los anuncios publicitarios, las fachadas de las tiendas, la televisión, la vida urbana en general. En sus inicios en la fotografía, durante la década de los 50, su obra se caracterizó por la influencia del pop, las tomas espontáneas y las innovaciones formales en las imágenes. A partir de principios de los 70, su abanico de temas se amplió considerablemente y su estilo se enriqueció en agilidad, lirismo y sensualidad, sin perder nunca su personal sentido del humor.
Friedlander afirma que quiere fotografiar el “paisaje social norteamericano”, es decir, el telón de fondo cotidiano de las vidas de sus conciudadanos y, durante cuatro décadas se dedica a crear una imagen excepcional del acontecer norteamericano. La novedad de su obra radica en su talento para incluir ingeniosamente en sus imágenes juegos visuales, sombras o reflejos, con la intención de mostrarnos el poder de la fotografía para modificar lo visible.
A principios de la década de los 90, Friedlander comienza a fotografiar los paisajes del Oeste americano, de donde él es originario, y muestra de esta forma su gusto por los decorados grandiosos o extraños. La exposición que ahora ofrece Caixaforum (hasta el 24 de junio) en Barcelona presenta 477 fotografías en blanco y negro y 6 fotografías en color, junto con los ejemplares de sus libros, ediciones especiales de sus obras. Las imágenes se agrupan por fecha, tema y estilo con el propósito de dejar clara la compleja evolución de una carrera prolífica y, al mismo tiempo, invitar a un análisis más profundo como ejercicio de curiosidad y placer.
Friedlander lo fotografía todo. Entre sus primeras series urbanas, centradas en la vida de las calles de la ciudad, y los paisajes del oeste de Estados Unidos más recientes, un gran número de fotografías nos acercan a personas anónimas, trabajadores de las fábricas, autorretratos, desnudos, naturalezas muertas o monumentos públicos estadounidenses. La proximidad a la realidad, los encuadres inspirados en la foto doméstica y los errores deliberados son parte del lenguaje de un observador que, con su cámara, da forma a los acontecimientos de la vida cotidiana y a lo que él llama el paisaje social americano.