Abiertas las negociaciones en el Reino Unido

El carácter histórico que apuntaban las elecciones celebradas en Reino Unido se ha traducido en un Parlamento sin mayorías absolutas que abre un escenario de negociaciones para decidir quién será el próximo inquilino de Downing Street. Los conservadores se hicieron con el mayor número de escaños y de votos, pero, al no haber llegado a los 326 escaños que marcan la hegemonía, el todavía primer ministro, Gordon Brown, continuará en el número 10 hasta que quede garantizada la formación de un Gobierno.

Nada más oficializarse el cierre de los colegios, las encuestas apuntaron un desenlace que se confirmó acertado. A falta del recuento en un puñado de circunscripciones, que no cambiarán el nuevo mapa político, los tories conseguirían 306 asientos en Westminster, ampliamente por encima de los 198 que habían recabado hace cinco años. Y todo, a pesar de que el 36 por ciento de apoyo popular recabado iguala el que Tony Blair necesitó en 2005 para mantener el control de la Cámara de los Comunes.

En esta ocasión, con Brown como candidato, los laboristas perdieron en torno a 90 diputados, hasta quedar con 262, si no hay movimientos finales. Esta jornada también destacó la pobre actuación de los liberaldemócratas, especialmente en relación a las expectativas generadas durante la campaña. A pesar del auge experimentado tras la intervención de su líder, Nick Clegg, en los debates televisados que este año estrenó el país, la tercera fuerza apenas movió su porcentaje de voto e, incluso, verá un recorte de escaños, unos siete, hasta quedar con 55.

Aún así, los dos grandes perdedores del 6 de mayo podrían buscar un entendimiento para formar una coalición capaz de dejar fuera de la residencia oficial a David Cameron. Por el momento, Brown no tiene que hacer las maletas, a no ser que dimita, puesto que la falta de hegemonías lo autoriza constitucionalmente a intentar formar Gobierno. No obstante, las llaves de Downing Street estarían en manos de Clegg, a pesar de la “decepción” que reconoció haber sentido por no haber conseguido los objetivos fijados por el partido.

De admitir negociar con los laboristas, Reino Unido experimentaría con las apenas practicadas coaliciones de poder. Sin embargo, hay otra posibilidad, en caso de estar dispuestos a apoyar la investidura y continuidad de Cameron, aunque no sea bajo una alianza formal. Su voluntad dependería de lo que los conservadores estén dispuestos a ofrecer. Conscientes de las prioridades de la agenda de los de Clegg, destacados ministros laboristas se han anticipado ya para destacar su connivencia a la reforma electoral tendente a la representación proporcional que reclama la tercera fuerza.

Cautela

Por ahora, ninguna de las formaciones ha avanzado tácticas. Tras una noche en vela, los líderes se han retirado con sus estrategas para analizar los próximos movimientos. Lo único en lo que han coincidido es que el período por delante no será breve, el primero, Gordon Brown, según informaron los periodistas que regresaron con él a Londres esta madrugada desde su circunscripción en Escocia.

Tampoco David Cameron, a pesar de la diferencia en escaños, ha querido anticiparse, ni reclamar la dimisión del primer ministro. El líder conservador se ha limitado a declarar que la cita de ayer deja “claro” que, tras 13 años en el poder, el Laborismo “perdió el mandato” para continuar gestionando un país que, según él, precisa un “nuevo liderazgo” que él simplemente se ofreció a garantizar. Y quien puede tener la clave, Nick Clegg, pidió tiempo y apeló a los otros a no “precipitarse”.

En este contexto, destacados dirigentes laboristas admitieron públicamente que “todas las opciones están abiertas”. Los acercamientos a los liberaldemócratas habrían ya comenzado entre bambalinas, pero el posible descabezamiento del líder ha sido ya puesto sobre la mesa. El propio Brown subrayó que su “deber” es “jugar un papel” para garantizar la gobernabilidad y, si bien no concretó sus intenciones, sus primeras palabras parecieron sugerir que no prevé mantenerse en Downing Street a largo plazo.

Su discurso tras conocer los resultados parcialmente se centró en el “deber” que le espera para asegurar la estabilidad política, lo que abre la posibilidad a esta alianza con los liberaldemócratas, con su salida como una de las condiciones, una vez resuelta la ecuación en la que Reino Unido entra ante esta falta de mayorías absolutas por primera vez desde febrero de 1974. Por entonces, el primer ministro, Edward Heath, resolvió no dimitir.

Recambio en el poder sin contar con las urnas

El problema, esta vez, sería la repetición de un recambio en el poder sin el refrendo de la urnas, tan sólo tres años después de la cesión del testigo entre Brown y Tony Blair. De lo contrario, el país podría dirigirse a una nueva convocatoria, como ya había ocurrido en el último precedente de hace 36 años, cuando en otoño los británicos tuvieron que volver a pasarse por los colegios electorales.

En este contexto, la aspiración de David Cameron es formar el Gobierno en minoría que ya había avanzado durante la campaña en caso de no hacerse con la hegemonía. La cercanía al umbral de los 326 le permitiría recurrir a apoyos puntuales de grupos minotarios, como ya había barajado, especialmente los unionistas del Ulster. En Irlanda del Norte se juegan 18 asientos y contar con parte acercaría a una hipotética Administración Cameron la estabilidad suficiente para garantizarse la aprobación de paquetes básicos como los presupuestos o las perspectivas legislativas de cada año que se incluyen en el Discurso de la Reina.

El líder 'tory' cree que la gobernabilidad quedaría asegurada, puesto que la complicada conyuntura económica del país, con un agujero presupuestario inédito tras la recesión más prolongada, disuadiría a los demás partidos de intentar forzar nuevos comicios este año. De manera informal, su partido habría comenzado a forjar sociedades.

No obstante, por el momento, la responsabilidad de formar Gobierno recae en Brown. Constitucionalmente, un primer ministro en Reino Unido tiene esta competencia en un escenario sin mayorías. Los laboristas cierran filas en torno al líder, pero una oscura cláusula de sus estatutos recoge que si un mandatario queda invalidado “por la razón que sea”, su Gabinete tiene poder para nombrar un sucesor temporal.

Persisten las dudas

De momento, sus ministros han comenzado a plantear la continuidad del partido en el poder, pero necesitarían el apoyo de la tercera fuerza para garantizar las llaves de Downing Street a un laborista. La duda es si éste podría ser Gordon Brown. Nick Clegg había declarado durante la campaña que, aunque podría trabajar con el partido, no así con un candidato rechazado por las urnas y por quien, antes incluso de las elecciones, no ocultaba su aversión.

En consecuencia, el planteamiento, de partida, pone al Laborismo en una complicada conyuntura en la que el descabezamiento del líder podría ser el precio por mantener el poder. Clegg, por su parte, debe contar con el refrendo de al menos dos tercios de su grupo parlamentario para aprobar cualquier coalición. Este fin de semana tienen previsto reunirse en Westminster con los que en su partido han logrado un escaño, así como con la Ejecutiva.

En esta conyuntura, la Reina podría jugar un papel fundamental, aunque los expertos aseguran que Isabel II mantendrá la distancia para respetar el proceso. Su intervención sólo se produce cuando hay una nominación creíble. En esta ocasión, sería el decimosegundo primer ministro al que convocaría a Palacio, si bien, por el momento, la monarca británica no tiene previsto regresar a Buckingham hasta el lunes. Síntoma de que no baraja, hasta entonces, tener que encargar a ningún líder la tarea de formar Gobierno.

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