Conservadores y liberales negocian fórmulas de colaboración

LONDRES, 8 (EUROPA PRESS/Eva Martínez Millán)

Conservadores y liberaldemócratas continúan las negociaciones en Reino Unido para establecer una colaboración de Gobierno que, por el momento, está por definir, a la espera de la puesta en común de una agenda política en la que la reforma electoral amenaza con convertirse en el principal punto de fricción. El líder de la tercera fuerza, Nick Clegg, recabó este sábado la autorización de los suyos para seguir adelante con unas conversaciones sobre las que no se espera un acuerdo definitivo este fin de semana.

Los partidos gestionaron este sábado la resaca de unos comicios que, por primera vez desde 1974, dejan un Parlamento sin mayorías absolutas que ha obligado a reformular estrategias. Privados por 20 escaños de la hegemonía a la que aspiraban, los 'tories' dedicaron el día a preparar el terreno para la reunión clave que mantendrán el domingo a las 11.00 horas (una más en la España peninsular) con sus virtuales socios.

Finalmente, han tenido que rebajar las aspiraciones por las que pretendían sellar un pacto este mismo fin de semana, pero confían en lograr un esquema de bases que, al menos, sirva para lanzar un mensaje de tranquilidad para la apertura de los mercados el lunes.

No en vano, antes de continuar, Clegg tuvo que someter a consulta estos movimientos y esta jornada se reunió con los 56 diputados con los que este año se sentará en el Parlamento y con la cúpula federal, representada en la Comisión Ejecutiva. En ambas citas sofocó el riesgo de una contestación entre los sectores más progresistas ante la perspectiva de la negociación con los 'tories'. De momento, los suyos amparan “por completo” la exposición del líder, aunque tampoco cierran puertas a un laborismo cuya oferta dicen haber analizado también.

En cualquier caso, la comunicación oficial, por ahora, está establecida con el cuartel general conservador, donde la principal preocupación pasa por las exigencias de la tercera fuerza en torno a la reforma electoral. La presión ha aumentado, además, después de que miles de personas se concentrasen este sábado en Westminster para demandar a Clegg que no olvidase su promesa y éste, incluso, se presentó ante los activistas, convocados por la plataforma 'Power 2020', para prometerles “cambio real”.

COMPLICADA ECUACIÓN

El líder liberaldemócrata deberá ajustar para resolver adecuadamente una ecuación que no sólo implica otorgar a su partido un rol institucional inédito, a pesar de haber perdido cinco diputados el jueves. Tras una campaña en la que ofreció renovación frente a las “viejas políticas”, se ve finalmente como bisagra para los dos grandes partidos, que ansían sus parlamentarios para garantizar la estabilidad en este panorama sin hegemonías.

Por el momento, mantiene como pauta el criterio democrático de conversar con los conservadores, como receptores del mayor número de escaños y votos. Sin embargo, de no encontrar una agenda programática común, el partido continuaría en una posición de poder, ya que tiene el comodín de los laboristas, quienes les garantizan mayor flexibilidad en la reforma electoral, hasta el punto de que algunos de sus dirigentes ya hablan de la representación proporcional por la que abogan los de Clegg.

Varios ministros aprovecharon para mantener el debate activo esta jornada. No en vano, ideológicamente están más próximos a los liberaldemócratas que los conservadores, quienes, además de en la visión política, se distancian en la relación con Bruselas, debido a un supuesto excesivo europeísmo de la tercera fuerza; las políticas de inmigración o los planes de desarme nuclear. Como puntos de acercamiento figuraría la apuesta por incrementar los fondos en educación, por reducir las emisiones y por abolir definitivamente el proyecto de los carnés de identidad.

PROPUESTAS

Las propuestas son la prioridad de los liberaldemócratas que, por ello, rechazan imponer plazos de negociación que han considerado ya “artificiales”. Una posición que contrasta con los deseos de sus interlocutores que, empezando por el líder, Cameron, quieren sellar el acuerdo cuanto antes. Una alternativa sería cerrar un esquema básico inicial y, posteriormente, saldar flecos, si bien también influye la posible incorporación de ministros a una hipotética Administración 'tory'. De momento, las partes han negado que se haya puesto sobre la mesa una oferta para la Secretaría del Tesoro y las carteras de Interior y de Transporte.

De igual modo, hay dudas en torno a la fórmula de colaboración, puesto que, junto a la coalición formal, que implicaría integración programática y una agenda común, existe la posibilidad de un acuerdo de confianza que garantizase a los conservadores la estabilidad para cuestiones clave como la aprobación de los presupuestos o las perspectivas legislativas de cada año que se dan a conocer en el tradicional Discurso de la Reina.

En este contexto, junto a un laborismo en espera de conocer el éxito de este proceso, ha surgido ya una corriente para establecer una multialianza progresista en Westminster. La idea está capitaneada por el Partido Nacionalista Escocés y contaría con el visto bueno de otras formaciones minoritarias como los nacionalistas galeses y la posibilidad de integrar a alguno de los unionistas del Ulster. El objetivo primordial de este pacto de contingencia sería, precisamente, la gran demanda de Clegg: la reforma electoral.

APARICIÓN DE BROWN

De hecho, éste mantuvo una conversación el viernes por la noche con Gordon Brown para evaluar el escenario postelectoral en la que el primer ministro le habría reiterado su oferta de negociar en caso de que los contactos con los de Cameron no lleguen finalmente a acuerdo. Aún así, la comunicación ha quedado ensombrecida por el supuesto malestar por un tono agresivo que habría convencido a Clegg de la imposibilidad de trabajar con el 'premier', a pesar de no descartar a su partido. La versión ha sido negada por las dos partes, que aseguran que la charla fue “amigable”, pero ya durante la campaña el liberaldemócrata había cuestionado pactar con un candidato rechazado por las urnas y por quien, antes incluso de las elecciones, no ocultaba su aversión.

En cualquier caso, Brown continúa como primer ministro y es, de hecho, quien, en un escenario sin mayorías absolutas, tiene atribuida la responsabilidad de garantizar un Gobierno estable. De momento, la mayoría de los laboristas cierran filas en torno al él, pero una oscura cláusula de sus estatutos recoge que si un mandatario queda invalidado “por la razón que sea”, su Gabinete tiene poder para nombrar un sucesor temporal.

En este contexto, ya ha surgido la primera voz interna que pide su marcha. El diputado John Mann cree que el mandatario ha quedado desacreditado por las urnas, tras haber perdido la hegemonía que el partido disfrutaba desde 1997 y quedarse con 258 escaños desde el jueves. Según él, su continuidad, de hecho, amenaza un posible acercamiento a los liberal demócratas.

Además, una encuesta que el domingo publica el 'Sunday Times' revela que unos siete de cada diez ciudadanos creen que no debe seguir en Downing Street, si bien tampoco Brown ha aclarado si ése es su deseo. Hasta ahora se ha aferrado a su rol institucional de asegurar la formación de un gabinete, pero ello no implica que, una vez culminado, abandone la residencia oficial. Por el momento, ha decidido pasar el fin de semana en su Escocia natal con su familia, tras haber asistido junto a Cameron y a Clegg a el memorial del 65 aniversario de la victoria contra los nazis.

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