Corea del Norte lanza un nuevo misil estratégico
El lanzamiento la madrugada de este domingo del misil Taepodong 2 supone un nuevo punto de distanciamiento entre Corea del Norte y el resto del mundo --quizás con la excepción de Rusia y de China--. Otro episodio más del largo tira y afloja que el régimen de Kim Jong Il mantiene con la comunidad internacional tras la disolución de la Unión Soviética, y otro ejemplo más del modelo de política suicida de la que Pyongyang pretende sacar la mayor ventaja posible, mediante acciones arriesgadas y provocadoras que obliguen a sus interlocutores a ceder en la mesa de negociación.
La larga autonomía del misil ha sido el factor más preocupante para las agencias de seguridad de los países vecinos de Corea del Norte. El Taepodong 2 puede, con una carga reducida, sobrevolar 10.000 kilómetros de distancia. Es decir, sería capaz de llegar hasta la costa oeste de Estados Unidos, cruzando el Pacífico. Se especula con que el misil --de unos 35 metros de altura por dos de diámetro-- pueda ser capaz de transportar una cabeza nuclear, pero en realidad se tiene tan poca información sobre el proyectil que cualquier información adicional en este sentido es, cuando menos, vaga.
Otro problema: tras su lanzamiento, el misil está construido para desenganchar sus propulsores en vuelo. El primero de ellos cayó en el mar de Japón, a menos de 170 kilómetros de la costa norte de Japón. El segundo impactó sobre aguas internacionales del océano Pacífico, según la oficina del primer ministro japonés.
El Gobierno de Tokio había condenado el hecho de que un misil norcoreano atraviese sus fronteras aéreas, pero la posibilidad de que parte del misil pueda impactar en su suelo ha llevado al Ejecutivo del primer ministro nipón, Taro Aso, a desplegar fragatas de combate con sistema de intercepción anti misiles en el Pacífico, en una decisión que ha requerido de una modificación previa de la pacifista Constitución japonesa.
Para Japón todo este proceso ha supuesto un verdadero compromiso. Corea del Norte exhibe salvo contadas ocasiones una retórica bastante agresiva, y fuentes oficiales norcoreanas ya habían advertido de que cualquier intento de derribar el misil en vuelo será considerado “un acto de guerra”.
El conflicto abierto es un escenario bastante poco probable, pero lo cierto es que las negociaciones para el desarme de Corea del Norte sufrirían un durísimo golpe si Pyongyang percibe interferencias en el lanzamiento.
“Lo mejor que puede esperar la comunidad internacional es que el cohete les explote, a los norcoreanos”, explicaba esta semana el analista del International Crisis Group, Daniel Pinkston. Pero con lo que han calificado de “exitoso lanzamiento de un satélite de comunicaciones”, Corea del Norte parece haberse resarcido de la infame prueba de su primer Taepodong 2, el 5 de julio de 2006, que explotó a los 40 segundos de ser disparado. Pyongyang jamás se ha pronunciado en este sentido.
La exaltación patriótica en el país comunista está por las nubes. Un revitalizado Kim Jong Il, saliendo al paso de los rumores sobre su precario estado de salud, declaraba el pasado mes que “Corea del Norte va a triunfar seguro”. El órgano portavoz del régimen, el diario 'Rodong Sinmun', explicaba la táctica de Kim Jong Il. “Si nuestros enemigos declarados nos vienen con un puñal, Kim blandirá una espada. Si nos apuntan con un rifle, disparará con un cañón”, indicaba el medio.
Estas declaraciones, el comportamiento en general de Corea del Norte, en particular en lo que concierne al lanzamiento del misil y a la detención de las periodistas estadounidenses, se insertan dentro de lo que los expertos internacionales califican de “política suicida”, la línea diplomática favorita del régimen norcoreano.
La política suicida consiste en presionar una situación de conflicto hasta sus límites de seguridad con ánimo de obtener ventajas de sus probables consecuencias. “El deporte que tengo entendido practican los jóvenes degenerados” escribía en 1959, durante la segunda fase de la Guerra Fría, el filósofo británico Bertrand Russell, “el juego de la gallina: dos coches en línea recta y en sentido opuesto, el primero que se aparte antes de chocar con el otro, pierde. Un juego decadente, inmoral, absurdo, al que juegan nuestros mandatarios, quienes son ellos quienes deben asumir la única responsabilidad, la de encaminar al mundo a su destrucción”.
Corea del Norte es un estado profundamente empobrecido que ha subsistido durante las últimas décadas y hasta principios de los 90 gracias a la Unión Soviética a los países satélites del comunismo. Desde la disolución de la URSS, Pyongyang subsiste bajo durísimas condiciones económicas y bajo una forma de totalitarismo aislacionista.
Su único punto de acercamiento con la comunidad internacional ha consistido en las negociaciones sobre su programa de armamento nuclear. En los momentos más fructíferos de estas conversaciones, Corea del Norte se ha comprometido a abandonar este programa a cambio de concesiones económicas y ayuda energética y humanitaria, pero siempre manteniendo en vilo al resto de países negociadores a través del desarrollo de su programa de armamento atómico.
Corea del Norte inició ese camino en 1993 con su retirada del tratado de No Proliferación Nuclear. Cinco años después realizaba su primera prueba de un misil balístico. En 2006, finalmente, realizaba su primer ensayo de una bomba nuclear. En cada uno de esos episodios, las negociaciones correspondientes con la comunidad internacional han retribuido a Pyongyang con ayuda económica y humanitaria. Para los expertos, “el programa nuclear de Corea del Norte es la única carta que pueden jugar”, según el magacín estadounidense 'Time'.
Las relaciones con su país vecino han experimentado desde hace un año un ligero retroceso. Desde la llegada al poder del conservador Lee Myung Bak, Corea del Norte se ha visto obligada a modificar su relación con Seúl. El presidente Lee exige a Corea del Norte acciones concretas para acercar a los dos países. La tradicional ayuda humanitaria que Corea del Sur proporcionaba bajo la presidencia de Roh Moo Hyun está ahora supeditada a la voluntad de su vecino del norte a cumplir las exigencias de los acuerdos internacionales.
Corea del Norte amenaza ahora casi semanalmente a su vecino con retomar el conflicto entre ambos países --que siguen técnicamente en guerra porque no se firmó un acuerdo de paz tras la guerra de Corea--. El Rodong, en este sentido, suele tachar generalmente al presidente surcoreano de “traidor”, “bullanguero” y, directamente “maníaco de la confrontación”.
“La verdad es que Corea del Norte tiene muy poco que perder. Es un patrón que se repite: una vez más, la política suicida funciona”, explica al magacín estadounidense el experto en Corea del Norte de la Universidad surcoreana de Dongguk, Kim Yong-hyun.