Rusia pone sobre la mesa su ambición de nueva superpotencia del siglo XXI

Rusia, apoyada en su crecimiento económico sostenido de los últimos siete años, recupera con paso firme su posición en el mundo y pone sobre la mesa sus ambiciones de superpotencia, aun a riesgo de retrotraer sus relaciones con Occidente a los tiempos de la guerra fría.

La recuperación de Rusia de la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, como el actual presidente ruso, Vladímir Putin, calificó en 2005 la desaparición de la Unión Soviética, sorprende por la celeridad de sus ritmos.

En menos de un decenio, el país ha pasado de una crisis financiera que llevó a la suspensión de pagos a convertirse en el tercer poseedor mundial de reservas en divisas (416.800 millones de dólares), adelantado sólo por China y Japón.

El secreto del milagro radica en la coyuntura favorable en el mercado mundial de petróleo y en la creciente demanda de gas, hidrocarburos ambos de los que Rusia es prácticamente el principal extractor mundial.

Cabalgando al 7% anual

El flujo de petro y gasodólares, sumado a una política de ordenamiento del gasto público y de reformas -para algunos economistas liberales, todavía insuficientes- así como al aumento significativo del consumo, ha dado a Rusia un crecimiento económico anual del orden del 7%.

La estabilidad y la solvencia económica ha permitido a Moscú darle solidez a su discurso de “no al mundo unipolar”, que tras la caída del comunismo y desaparición de la Unión Soviética no era más que la expresión de un deseo de un país que había perdido el norte.

Hoy en día, Rusia es claramente otro país y marca su presencia en todos los ámbitos del quehacer internacional.

A los planes de Estados Unidos de emplazar elementos de su escudo antimisiles en Europa, Moscú responde con la suspensión del Tratado de Fuerzas y Armas Convencionales en Europa (FACE), considerado la pieza clave de la seguridad en el continente europeo.

Rusia se mantiene inamovible en su oposición a la independencia tutelada de la región serbia de Kosovo sin el acuerdo de Belgrado, iniciativa que respaldan EEUU y la UE, y ha advertido de que ese paso puede llevar al reconocimiento de las independencias de las regiones separatistas en el espacio pos-soviético.

La bonanza económica ha permitido inyectar ingentes recursos en en el sector de la defensa, lo que permite a algunos analistas hablar del renacimiento del poderío militar ruso.

A comienzos de mes, el comandante en jefe de la Armada de Rusia, Vladímir Masorin, anunció que prácticamente está a punto el nuevo misil intercontinental Bulavá-M (SS-NX-30, según la clasificación de la OTAN), aún en período de pruebas.

Dicho cohete, emplazado en submarinos, de tres etapas y combustible sólido, capaz de portar diez cargas nucleares de guiado individual, ha sido diseñado como la principal arma de ataque de las Fuerzas Estratégicas de Rusia de los próximos decenios.

La aviación estratégica rusa no se queda a la zaga de la Armada y ha reanudado sus vuelos y ejercicios regulares en los cielos sobre las aguas del Atlántico y el Pacífico, anunció el viernes el comandante de esa fuerza, el general Pável Andrósov.

Durante unos ejercicios realizados esta semana, aviones rusos lanzaron ocho cohetes crucero, práctica de tiro que, según admitió Andrósov, la aviación estratégica no había realizado en años.

Bandera rusa en el lecho marino del Polo Norte

Una de las muestras más espectaculares de las pretensiones geopolíticas de Rusia fue la colocación el pasado día 2 de una bandera rusa en el fondo de mar, a 4.261 metros de profundidad, justo en el Polo Norte.

El objetivo de esa expedición era la búsqueda de pruebas geológicas de que la plataforma continental rusa se extiende incluso más allá del Polo Norte, lo que le permitiría reclamar derechos sobre 1,2 millones de kilómetros cuadrados de lecho marino, presuntamente rico en hidrocarburos.

“Me importa un comino lo que hayan dicho ciertas personalidades extranjeras. El Ártico ha sido y será nuestro”, dijo a su regreso el jefe de la expedición polar y vicepresidente de la Duma o Cámara de Diputados de Rusia, Artur Chilingárov.

El legislador e investigador polar se refería a las declaraciones del ministro de Exteriores de Canadá, quien en alusión a la expedición rusa dijo: “No se puede andar hoy por el mundo plantando banderas. No estamos en el siglo XIV o el XV”.

Crisis con Londres y respaldo a Putin

En esa misma tónica, amparada en su propia legislación, Moscú rechazó en julio pasado la solicitud de la Justicia británica de extraditar al empresario y ex agente ruso Andréi Lugovói, inculpado por el asesinato en Londres del ex espía ruso Alexandr Litvinenko, envenenado con polonio 210, un isótopo altamente radiactivo.

El caso Litvinenko provocó la mayor crisis en las relaciones entre Rusia y el Reino Unido de los últimos decenios y se acompañó con expulsiones mutuas de diplomáticos e incluso con “aproximaciones” de aviones militares de ambos países en el espacio aéreo internacional.

Sin embargo, como muestran las encuestas, los rusos están más que satisfechos con el nuevo papel de Rusia en el mundo, que asocian directamente a la gestión de Putin: el 60% lamenta que tenga que abandonar el Kremlin el próximo año.

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