Arde Catalunya
Para no responsabilizar a ninguna persona humana diréles que pudo ser el Espíritu Santo, la tercera aunque no humana de la Santísima Trinidad, quien inspiró el concepto de “’conspiranoia’” a ciertos sectores del conservadurismo carpetovetónico. Para ellos, o sea, los dichos sectores, o sea, padecen ese mal quienes hacen análisis políticos, especialmente si señalan la existencia de relaciones sospechosas en las que se aprecian hilos conductores de determinadas decisiones con sus efectos correspondientes. Lo que llaman contubernio. Por poner un ejemplo doméstico, serían conspiranoicos quienes vieran en la ley del Suelo de Clavijo el deliberado intento de crear las condiciones para que los especuladores vuelvan a ponerse las botas y dar la sensación de resurgir económico. O sea, la política que tanto tienta a los políticos mediocres de pan para hoy si están en el machito y para mañana el hambre con que habrán de arrear quienes vengan detrás. Clavijo teoriza encima acerca de la necesidad de cambiar el “modelo productivo”, como si aquí nos chupáramos el dedo. Desde que Franco era cabo, dicho sea en sentido figurado para indicar la fecha que lleva esa carta, venimos oyendo esa cantinela de modo que resulta irritante que no cambien de disco. Y sigo con los conspiranoicos que son hoy los antiguos rojos emboscados que inquietaban a quienes querían llevarnos por rutas imperiales y banderas al viento caminando hacia Dios, dicho sea remedando el himno paramilitar del Frente de Juventudes. Se titulaba, diré para las nuevas generaciones, “Montañas nevadas”, lo que era muy apropiado para las marchas a pata batiente por los inviernos pirenaicos del valle de Arán; no en los calores del Sur grancanario y ni les cuento de los llanos aplastados por la demasía solar de la entonces provincia del Sahara, donde vinieron a conocer el hielo cuando estrenó nevera la residencia de oficiales.
De todos modos, puesto a reconocer algo, admito que logro importante de esta Constitución democrática, seguramente a regañadientes del PP que tanto empeño pone hoy en custodiarla, fue permitir que los rojos perseguidos por el franquismo accedieran a la más llevadera condición de “conspiranoicos”.
'Supercalifragilísticoespialidoso' y viva Stalin
Sin duda, el conflicto catalán ha inducido a los peperos al canto y elogio de la democracia y de la misma Constitución que combatieron y a repetir, a ver si cuela, que nadie está por encima de la ley cuando ellos (y nosotros) conocemos a unos cuantos que no bajan de esos altos. Son como niños. Recuerdo en este punto, no sé porqué, a uno que consiguió decir, sin trabucarse, supercalifragilísticoespialidoso. Fue, semejante palabrón, ocurrencia de los hermanos Sherman para la “factoría” Disney y ocurre que, leído al revés, significa Viva Stalin en no sé qué idioma sudafricano, según un sujeto innominado al que todavía andan buscando; imagino que para agradecerle que aportara otra prueba palmaria de que hay gente para todo. En cuanto al guayete de mi cuento, consiguió controlar las 32 letras del mentado palabrón, 34 en la versión original inglesa, con las que ya pudo dominar sus catorce sílabas. Y fue tal el pasmo que pasó el resto de su vida repitiéndolo cual poseso. Que es, justo, adonde quería yo llegar porque, a fuerza de oír a los peperos deshacerse en constantes riqui-racas a la democracia y la Constitución y con toques a rebato para armar un frente constitucionalista que acabe con los malos españoles, sentí el impulso de coger un paraguas y salir volando por la ventana; como Mary Poppins, mismamente.
Si les digo la verdad, no me parece creíble semejante “entrega” democrática en defensa del orden constitucional de muchos de los peperos que se han dejado caer por esas televisiones. Lo digo porque sin compartir el secesionismo, no se me escapa cuanto han contribuido esta gente de orden a poner las cosas en el punto de no retorno, algo que ya apunté como inevitable en este mismo periódico tras asistir a las elecciones de 2010. Quiero decir que si los secesionistas catalanes no meditaron bien sus opciones antes de lanzarse, nada ha hecho el Gobierno para alcanzar algo parecido a un entendimiento de mínimos y prefirió desplegar toda su intolerancia, que no es poca, para acorralar al catalanismo y solucionar el contencioso por aplastamiento, físico a poder ser. Una perspectiva paranoica total.
El escenario europeo y mundial
Es probable que el mejor conocimiento futuro de los intríngulis de la espantada europea de Puigdemont obligue a modificar no pocas de las opiniones, por fuerza apresuradas, expuestas en el mes y pico que llevamos ya de tumba y dale. Y los que nos queda de aquí al 21 de diciembre, fecha que un buen conspiranoico considerará elegida por Rajoy porque al día siguiente es el sorteo de Navidad y hasta los de la CUP estarán pendientes de sus décimos y participaciones. Habrá que esperar a que pasen esas fiestas de fin de año para comprobar que las cosas ya no serán como antes sino peores. No lo serán, desde luego, en Cataluña, pero tampoco en el resto del país donde el españolismo insensato sigue difundiendo el boicot a los productos catalanes, ignorantes de que tiran piedras sobre su propio tejado pues la industria catalana utiliza materias primas, accesorios, complementos y demás que adquiere en otras comunidades que los producen y los fabrican y que verán descender sus ventas al compás de que aflojen las catalanas. El corcho de los alcornoques extremeños, por ejemplo.
Ya en plan conspiranoico total recelo del regocijo cuasi triunfal con que los españolistas insisten ahora en que el problema es entre catalanes, no de éstos con los españoles. No hay más que fijarse en los llamamientos de Inés Arrimadas, jefa de Ciudadanos en Cataluña, para que las fuerzas constitucionalistas se unan. La he visto en varias intervenciones con un incontenible deseo de ofender y me llama la atención, en su caso y en muchos otros, la preocupante ausencia de llamamientos a la concordia, al entendimiento, tanto del lado españolista como del catalán. Puigdemont es, quizá, quien más referencias ha hecho al diálogo si bien me da que su insistencia se debía al convencimiento de que Rajoy no lo aceptaría; no negándose abiertamente sino mediante el procedimiento del silencio por respuesta. Una especie de pulso que le ha permitido a Rajoy obtener el respaldo de los socialistas, siempre tan solícitos, mientras el bando catalanista sigue con la matraquilla del franquismo subyacente en el PP con el que compite en intransigencia sin reparar en lo poco que le interesa a la Prensa de Madrid admitir esa supervivencia dictatorial mientras la cercanía del poder le sea propicia. Y no se ve por ninguna parte políticos capaces de elevarse por encima del choquetazo para iniciar la reparación de tanto desperfecto. No interesa esa compostura. Habrá que esperar a ver si la profundidad de la fractura de la que tanto se habla impide o no la superación del problema. Algo difícil porque necesitaría, entre otras cosas, la salida del PP del Gobierno central para que no siga implementando el españolismo y poder tirar la piedra y esconder la mano; y del lado catalán cargar las pilas del famoso seny y despojarse de ciertos aires de superioridad que rozan la xenofobia compendiados en ese “España nos roba”, más o menos lo que los países ricos del norte europeo llaman PIGS, o sea, los cerdos que vienen siendo Portugal, Irlanda, Grecia y España (Spain).
Poco a poco, diría que casi sin querer, nos vamos colocando en el escenario europeo. Muchas esperanzas habían depositado los independentistas catalanes en la UE. De forma incomprensible pues en varias ocasiones, antes del estallido final de la crisis, les habían advertido de lo que podía esperar. Y ahora, con Puigdemont en Bruselas, mucho peor. Aunque la Prensa de Madrid sea poco fiable en este asunto, creo que sí hay un considerable cabreo en los medios europeos que cubrieron la rueda de Prensa del ex president el otro día en la capital belga. Algunos medios se sintieron burlados y no era menos visible la incomodidad de las autoridades belgas con la presencia del ex president. Era evidente que en ese ambiente poca comprensión podían esperar los catalanes. Y menos algún apoyo explícito pues los intereses de la UE van por delante incluso de los valores de que presume Europa y no cabía esperar que algún Gobierno europeo, mucho menos los que tengan problemas de nacionalismo en su territorio, se inclinara por los catalanes frente a Madrid.
Quiero decir que ya tiene la UE suficientes problemas para que vaya Puigdemont no a crearle uno nuevo sino a alentar lo que ya están planteando los nacionalismos en no pocas regiones del continente. Conviene recordar que fueron los nacionalismos factor fundamental del desencadenamiento de las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX; y que el primitivo Mercado Común, luego Comunidad y por último Unión Europea, surgió precisamente para evitar nuevas guerras metiendo en cintura al semillero de nacionalismos localistas europeos que han comenzado a dar de nuevo señales de vida vinculados a grupos ultraconservadores e incluso fascistas. El hecho de que no quepa alinear al secesionismo catalán con los nacionalismos fascistas no impide considerarlo expresión del mismo fenómeno emergente. Es cierto, desde luego, que todos los fascismos son nacionalistas pero no que todos los nacionalistas sean fascistas. No creo que pueda meterse a los dirigentes catalanes en el mismo saco que al griego Michaloliakos, la francesa Le Pen, el Jobbik húngaro con sus milicias cazagitanos, la Alternativa por Alemania que va ganando puntos, por no hablar de los diversos movimientos populistas como los impulsores del Brexit británico, etcétera. Todos ellos, con mayor o menor convicción y vehemencia son antieuropeístas. Otra diferencia del catalán.
Y como éramos pocos, parió la abuela y ahí está Vladímir Putin, presidente de la Federación Rusa desde 2012. Putin fue anteriormente director de la inteligencia exterior del KGB y no le era desconocido el mundo de las relaciones internacionales cuando llegó a la cúspide del poder en Rusia. No es difícil suponer que como líder de una gran potencia, aspire a mantener esa condición en toda su dimensión. En ese supuesto proyecto político le interesa ganar influencia sobre los países europeos que pertenecieron al bloque soviético y desde luego desarrollar una política de debilitamiento de la Unión Europea en la que pueden servirle de mucho los movimientos nacionalistas, populistas y fascistas en varios casos que zarandean a una Unión demasiado burocratizada y zarandeada y sin dirigentes capaces de parar los golpes.
Poco tiene que hacer Putin con la UE, le basta con procurar que no afloje la presión en lo que se ocupa de Washington, la otra gran potencia que ha sido el gran soporte de Europa tras la segunda guerra mundial. No es sorprendente, por tanto, que Moscú interfiriera en las elecciones presidenciales USA para favorecer a Trump, quien, por cierto, tuvo entre sus iniciativas presidenciales verse con Putin con quien va al alimón en varias cuestiones que se mueven en la escena internacional. Poco tiene que hacer Trump con un personaje de la talla de Putin.
No hay constancia fehaciente, que yo sepa, del grado de incidencia del entrometimiento ruso en los resultados de las presidenciales USA, pero sí que las investigaciones siguen aportando evidencias de que la intervención rusa no fue la justificación de Hillary Clinton para explicar su derrota. Está Trump en entredicho por este asunto que se cierne sobre la Casa Blanca. Y mientras parece predibujarse la crisis política que igual acaba con la extravagante presidencia de Trump, vemos a Putin moverse también en Asia donde ya apunta China como gran potencia futura. La doble dimensión europea y asiática le da a Rusia grandes ventajas sobre Estados Unidos en el mundo que espera.
España no puede perder de vista, a la hora de afrontar sus cuestiones internas, el marco en que encuadrarlas. Ya se ha dicho que de los cuatro grandes problemas españoles de principios del siglo XX sólo queda por resolver el territorial, que sigue siendo el de Cataluña y de otras comunidades, Canarias entre ellas, por más que sigan los políticos sin plantear la cuestión en términos de hoy, es decir, con menos artilugios institucionales y menos dirigentes a los que molesta que se saquen a relucir las miserias de estas islas mal gobernadas porque no es el ciudadano el que cuenta.