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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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Gobiernos en la cuerda floja

Artur Mas y David Ferández.

José A. Alemán

Si les digo la verdad, me tiene hasta el gorro la moda que han sacado los partidos de dificultar la formación de gobiernos. Y digo la moda remedando la letra de no recuerdo qué zarzuela en que fugarse las artistas enraladas estaba eso, de moda. Primero tuvimos que aguantar los tiras y aflojas de Andalucía; después lo de Cataluña, donde siguen dale que te pego y dale a Artur Mas; y por último el Gobierno del Estado que no anda menos liado.

En Andalucía logró por fin Susana Díaz la presidencia. No así en Cataluña, si bien no les aburriré con lo de que eso ya lo dije yo pues no fui original ni único al advertir que el PP con el PSOE estaban llevando a los catalanes al punto de no retorno; donde ya están al menos los independentistas que no quieren Estatuto reformado, ni Estado Federal ni nada que no sea la separación total definitiva. Tampoco volveré sobre el asunto de la política pepera de recentralización, cuando hasta la gaviota decía por ahí que no podía ser que hubiera 17 gobiernos, 17 tribunales superiores, 17 de esto y de lo otro a razón de uno de cada por Comunidad Autónoma. Lo que se juntó con la estrategia de acoso y derribo de Zapatero en la que figuraba darle patadas en las posaderas del ciudadanaje catalán. El último presidente socialista alentó las reformas estatutarias y el PP sacó el rejo carpetovetónico del anticatalanismo anidado hace siglos en los genes patrios con un “logro” importante: consiguió que los independentistas pasaran de ser minoría no tenida en cuenta a convertirse de ahora para después en fuerza política determinante. Pero si el PP es responsable de la situación, no lo es menos el PSOE, carente de líderes de la talla de Pasqual Maragall y cargado de los que andan más preocupados por conseguir o conservar el control del partido. Si les digo la verdad, ya no sé con quien quedarme. Es mucho para el cuerpo que traten los socialistas de ajustar cuentas con Pedro Sánchez aprovechando la situación creada por los resultados electorales que igual acaba en una repetición de las elecciones en mayo.

Jugar con fuego

Visto todo en perspectiva, es el partidismo elemental el que predomina tanto en el asunto catalán como en la que se traen con la formación del Gobierno del Estado. Respecto a los catalanes, dada mi resistencia a creer que los demás son idiotas, no atribuyo a torpeza política del PP las mesas de recogida de firmas contra el Estatut, los recursos en contra ante el Constitucional, la negativa a satisfacer reivindicaciones (digo yo que alguna habrá habido justa), los silencios y las no propuestas de alternativas negociables, el tono con que proclamaron “antes alemana que catalana” contra la OPA a Endesa de Gas Natural al saberse que una empresa alemana estaba interesada en hacerse con la eléctrica española. Es del género tonto creer que no advirtieron cuanto tensaban la cuerda de modo que parece evidente el propósito de que acaben los catalanes pidiendo agua por señas en la confianza de que siempre tendría Madrid la posibilidad de emplear la fuerza, incluso la violencia, que no es lo mismo, si se les va la situación de las manos. Juegan con fuego y el PSOE debe pensar que el grueso del electorado español respalda esa política porque, la verdad, no solo no plantó cara al PP sino que lo respalda con el uso de sus mismos argumentos e imputaciones; como la de colocar a Iglesias y Podemos entre los que “quieren romper España”, empeño que cuando Él habitaba entre nosotros se atribuía al comunismo internacional y a las jarcas de masones. Está visto que el ADN franquista no es exclusiva del PP.

No es alentador ver a gente que está en política, que gobierna, ha gobernado o aspira a gobernar, utilizar recursos tan pobres y engañosos como este de asimilar la solicitud de referéndum al secesionismo. No creo que David Cameron, el premier británico, estuviera por la independencia de Escocia pero al margen de que le gustara o no la consulta, lo cierto es que se atuvo al espíritu democrático más elemental al no tratar de impedirle a los escoceses pronunciarse sobre su permanencia en el Reino Unido. Sin que tampoco molestara a los escoceses que hiciera campaña por el “no” a la separación.

Es cierto, desde luego, que la situación jurídica de Escocia (nación constituyente del Reino Unido desde 1707) es distinta, pero entiendo que, en cualquier caso, también en el catalán, debe prevalecer la voluntad de los pueblos y no tengo la menor duda de que la política del PP, secundada por los socialistas, ha cegado ya casi todas, si no todas, las vías de entendimiento y arreglo. Los dos primeros partidos han demostrado carecer de capacidad para un recorrido semejante al de Cameron y a lo que se ve, les importa tres pitos que acabe o no el proceso en la independencia catalana, quedará para muchos años un profundo resquemor y seguiría sin solucionarse el viejo problema de la integración territorial de España. Así es inevitable que de continuar Cataluña en España, vuelva a plantearse la cuestión al primer encontronazo, que lo habrá. Y eso sin olvidar a Euskadi, que también tiene sus aspiraciones. Ante semejante panorama es pertinente recordar que de los imperios coloniales, el español fue el que salió peor parado de los procesos independentistas. No tiene España más allá de la retórica la vinculación que franceses e ingleses han mantenido con sus antiguas colonias. Véase si no los casos de Cuba y el Sahara Occidental, los más recientes. No es, me apresuro a aclarar, que esté de acuerdo con que Cataluña sea una colonia española como a veces dejan caer catalanistas primarios, que haberlos, haylos, pero cabe el paralelismo.

Los catalanes tampoco se aclaran

Si los políticos españoles que se autodenominan “constitucionalistas” no están como para que nos sintamos tranquilos, algo parecido ocurre del lado catalán. A mi entender, Artur Mas es responsable de la quiebra del sistema catalán de partidos. No niego que la actitud de los partidos españolistas, sobre todo del PP, lo empujaran pero ya saben aquello de entre todos la mataron y ella sola se murió. No han sido pocos los observadores y politólogos que han señalado como principal error tratar un problema político como el catalán, que anda culebreando por ahí desde el Siglo de Oro, por lo menos, recurriendo a tribunales, como el Constitucional, integrado por jueces puestos por el Gobierno, o sea, por parte interesada en el pleito. La judicialización del conflicto político no ha contribuido a prestigiar a la Justicia que ya venía machacada por el mismo PP en su intento de salvarle el palmito a Aznar cuando los atentados de Atocha en que trató de sacar adelante la tesis de la autoría de ETA que había pactado con Zapatero aquella monstruosidad para llegar a La Moncloa. Dicho sea como recordatorio de con quienes nos jugamos los cuartos.

A lo que iba: Mas ha resultado no ser el político de nivel que se necesita en situaciones como esta. La imagen y el prestigio catalán ha sufrido mucho con sus ocurrencias y si quieren que les diga la verdad no creo que hayan sido mejores las de sus contrincantes de la CUP. Esto de las asambleas a chorros para decidir definitivamente si aceptan la presidencia de Mas o no es una buena muestra pues todavía el miércoles pasado no habían fijado siquiera la forma que darían a la pregunta a considerar por los asamblearios. No han dejado ver los políticos catalanes la flexibilidad y el pragmatismo que siempre les ha caracterizado. No sé cómo acabará todo, si cederá Mas yéndose a su casa, o si lo hará la CUP que, por cierto, corre el riesgo de la repetición de las elecciones en la que podría virarse su propio electorado si se impone como lo más sensato el conservadurismo de evitar fórmulas de gobierno demasiado novedosas. No sé cómo se dice en catalán, pero seguro que habrá en su idioma algún dicho equivalente que recomiende que con las cosas de comer no se juega. No ha favorecido precisamente a la imagen de Cataluña lo que está ocurriendo.

La política catalana está en este momento sin nadie que le señale hacia donde ir. El independentismo ha crecido desde la sentencia del Constitucional de 2010 sobre el Estatut, pero no creo que fuera suficiente como para que del referéndum saliera un pronunciamiento claro a favor de la independencia. Se sabe que hubo no pocos votos de cabreo entre los que se inclinaron en las urnas por las opciones independentistas, pero pienso que puestos entre el sí o el no a la independencia de España se inclinarían por el no. Es una decisión que entraña riesgos y aunque sea cierto que han sido estudiados y valorados, que se han sopesado los inconvenientes y las ventajas de un Estado catalán no dejan de ser conclusiones de gabinete sin el contraste de la realidad del día a día. Al menos, eso es lo que piensan quienes siguen esta historia desde fuera, los que desean que Cataluña no se vaya, entre los que me cuento, pero reconocen el derecho de los pueblos a ser lo que les cuadre. Una posición que, como se observa, no es del gusto del rancio patrioterismo al uso que niega la evidencia histórica de que la unidad de España no se consigue por esa vía que solo ha conseguido que la cuestión catalana pese lo suyo, como es el caso, a la hora de formar Gobierno en Madrid.

Hacia un nuevo modelo energético

2015 se cerró en París con el acuerdo climático mundial. Es, sin duda, uno de los hechos relevantes del año que se produce con la ciudad todavía traumatizada por el bárbaro atentado yihadista. Que firmaran el acuerdo nada menos que 195 países da idea de cuanto se ha extendido la inquietud ante el futuro de la Tierra, que se haría inhabitable de seguir calentándose. Las evidencias científicas de las causas del efecto invernadero determinan la necesidad de adoptar un modelo energético basado en energías limpias renovables, como la solar y la eólica, que sustituyan a los hidrocarburos.

La necesidad manda

Es cierto, desde luego, que el abandono del petróleo para dar entrada a otras fuentes de energía no puede imponerse de ahora para después. Pero la necesidad manda y pocos niegan ya la evidencia científica del peligro que acecha a la vida en el planeta, de seguirse quemando petróleo y carbón, lo que hace urgente reducir la emisión a la atmósfera de los gases que propician el calentamiento en la perspectiva de continuar avanzando hacia el modelo energético futuro que ya ha comenzado a prefigurarse. Se espera que el acuerdo parisino corra mejor suerte que su precedente, el fracasado Protocolo de Kyoto, fechado en 1997 y que entró en vigor en 2005. Como se indicó, el pacto de París lo suscribieron casi doscientos Estados entre los que figuraban China y Estados Unidos, los dos países que más gases emiten y que no firmaron el de Kyoto. Hoy la actitud de ambas potencias es distinta. En los chinos pueden haber influido factores como el malestar de la población ante el deterioro medioambiental que ha puesto de manifiesto ante la opinión internacional la tremenda polución pekinesa. Aunque los chinos afirman su decisión de estar en la lucha global contra el problema, 'The New York Times' recordó, por si acaso, que las empresas estatales chinas financian, con dinero prestado por bancos públicos, más de noventa centrales eléctricas de carbón en 27 países. Teme el periódico que los recortes de emisiones chinas en el interior puedan verse contrarrestadas por las que se produzcan en el exterior.

Contó el acuerdo de París con el impulso a las políticas medioambientales de Barack Obama que ha de conseguir ahora la ratificación de las cámaras USA frente a la mayoría republicana. Obama ha asegurado que su sucesor en la Casa Blanca no modificará la política medioambiental iniciada aunque sea un republicano. Pero lo cierto es que en los debates políticos sobre medio ambiente, según Paul Krugman, Nobel de Economía 2008, la inmensa mayoría de los republicanos se opone a cualquier restricción de las emisiones de gases y rechaza el consenso científico sobre el cambio climático. “Los congresistas republicanos de más rango”, asegura Krugman, “se dejan llevar con frecuencia por extravagantes teorías conspirativas y sostienen que las pruebas sobre el cambio climático son el producto de un engaño perpetrado por miles de científicos de todo el mundo. Y hacen todo lo posible por acosar e intimidar a los profesionales científicos”. Remata Krugman con que “tenemos delante a un partido que le ha dado la espalda a la ciencia en un momento en que esa actitud pone en peligro nada menos que el futuro de la civilización. Esa es la verdad, y hay que afrontarla sin rodeos”.

De los republicanos USA al PP

La referencia a los republicanos estadounidenses viene a cuento de que son partido de gobierno en la primera potencia mundial y sus posiciones políticas afectan a los intereses globales. Y porque destaca como posible candidato republicano a la presidencia el energúmeno mal educado que ha demostrado ser Donald Trump. Subraya el propio Krugman el bajo nivel de los debates entre los aspirantes a la nominación republicana en la que aparecen muy influidos por la creencia neoliberal “de que todos los problemas se resuelven infundiendo miedo y respeto”. No ocurre lo mismo, dice, con los debates de los aspirantes demócratas pues Clinton y Sanderts muestran excelente información, saben de lo que hablan y denotan “que el nivel intelectual del discurso político estadounidense no ha bajado, solo lo ha hecho el de los republicanos”.

El PP está en parecidos registros. Es verdad que Rajoy reconoció el error de fiarse del primo que tiene en Granada y poner en duda las evidencias científicas. Lo que puede disculpársele a cualquiera, nunca a un presidente del Gobierno. Aunque al menos Rajoy hizo lo que ha evitado el ínclito Soria y la tropa de dirigentes empresariales canarios que le rieron la gracia cuando trató de ponernos perdidos en beneficio de Repsol. Demostraron tan lamentables cortesanos falta de sentido crítico y total ausencia del común pues no repararon en que el ministro se anticipó a los técnicos expertos al cifrar en equis millones de barriles de crudo a lo largo de los veinte años que estaría en explotación el yacimiento. Y ya metido en el baile habló también de la montonera de euros que le corresponderían a Canarias entre el entusiasmo de la caterva cortesana que aprovechó las “noticias” cargando contra quienes seguían oponiéndose a las prospecciones, empeñados, decían, en una vuelta al taparrabos (argumento muy frecuente de la derechona isleña para justificar sus paridas cuando las estiman rentables). Aseguraban, en fin, que nadie en el universo mundo rechazaría una riqueza tan al alcance de la mano (de la mano de Repsol, se entiende). Debería preocuparnos a los canarios que la dirigencia política y económica de las islas esté en manos de una gente que dio por buenas las “noticias” del Jefe sin caer siquiera en las cuenta de que aún no existía el yacimiento del que daba el muy ministro tantos pormenores. Imagino la sorpresa de los responsables de las prospecciones al sentirse “madrugados” por el sin embargo ministro y supongo que Montoro perdería el sueño solo de pensar que Soria quería meter la cuchara en su negociado. Total que, a imitación de Trump, que no quiere musulmanes cerca, la mentada caterva soriásica corrió con notable espíritu de cruzada la idea de que tanta bobería ecológica permitiría a los marroquíes llegar primero y quedarse con todo.

La opción gas

No es casual que entre los aplaudidores soriásicos figuren no pocos de los elegidos en su día por Mauricio para ponerse las botas con el gas, presentado como buen sustituto del petróleo que serviría de puente hasta que se definiera el futuro modelo energético. Dado que tras la marcha de Repsol ha vuelto a plantearse la opción del gas, aunque sea con la boca chica y ninguna convicción, no vienen mal unas anotaciones; con permiso de Antonio Morales.

El gas, ya saben, es abundante y como cualquier hidrocarburo que se precie, contamina al emitir menos CO2 por su menor contenido de carbono y mayor de hidrógeno. Es el gas muy versátil en sus aplicaciones, de fácil refinado del que puede obtenerse combustible líquido e hidrógeno puro con que alimentar pilas. Con todo, nunca se ha considerado, como pretendieron hacernos creer los interesados en gasificarnos, que su uso conduciría a la próxima economía energética. Entre otras cosas porque el gas es mucho más caro de manipular y transportar que el petróleo; porque las instalaciones cuestan miles de millones, tardan décadas en amortizarse y plantean enormes riesgos económicos a las compañías. La opción gas no la determina que sea un combustible mejor que el petróleo o que diga la ONU que necesitamos energías limpias y respetuosas con el clima: el hecho es que el petróleo ha dejado ya de ser la apuesta segura que era antes al ser una realidad que ha emprendido la senda de su agotamiento y son cada vez mayores las dificultades para encontrar nuevas reservas. Así, los grandes actores energéticos han echado mano del gas, hasta no hace tanto un subproducto despreciado y explosivo, como la única posibilidad que les queda de ganar algún dinero el tiempo que tarde en afianzarse el nuevo modelo energético. Y dado que el gas va asociado al petróleo, ocurre que tampoco sirve el gas para librarse de la dependencia de los regímenes políticos poco fiables que controlan la producción del crudo.

Los ejecutivos de las grandes compañías no han perdido de vista las fuentes renovables que aparecen como protagonistas (o coprotagonistas con el hidrógeno, por ejemplo) del modelo que habrá de sustituir al petróleo. De momento, los ejecutivos de las petroleras proponen también aumentar la capacidad de almacenamiento de dióxido de carbono, responsable principal del efecto invernadero y del calentamiento. Se ha comprobado que los mares y los bosques no tienen capacidad para absorber el volumen de emisiones y se trata de ganar tiempo con el almacenamiento para prepararse y dar el salto al futuro.

Desde luego, no le reprocho a Soria que hiciera el ridículo porque, la verdad, resulta divertido aunque dañino. Lo grave es que ignorara o no tomara en cuenta el camino que lleva a escala mundial el asunto del modelo energético. Algo tan importante para las islas que no se comprende, si no se conoce al personaje, que un ministro canario se erigiera en principal enemigo de las energías alternativas. No creo necesario extenderme aquí en pormenores sobre lo que significa el llamado “impuesto al sol”, las pegas a las pequeñas producciones domésticas para autoconsumo y demás medidas contra la descentralización eléctrica. Las compañías eléctricas han sustituido en la mesa de noche de Soria a Repsol, que salió corriendo. Aunque hay quienes sospechan que realmente encontró petróleo pero prefirió dejarlo estar de momento, que tiempo habrá de ir a por él. Me huele mal semejante rumor, qué voy a decirles.

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