Encuentro con Elsa López en el Teatro Chico en el 50 aniversario de su libro ‘El viento y las adelfas’
El Teatro Chico de Santa Cruz de La Palma acoge este miércoles, a las 20.00 horas, un encuentro con la escritora Elsa López con motivo del 50 aniversario de la primera edición (1973) de su libro ‘El viento y las adelfas’.
Esta nueva edición de ‘El viento y las adelfas’ celebra el 50 aniversario de un libro que es quizá la mejor seña de identidad de Elsa López. Es su primer poemario y marca el inicio de su andadura como escritora. Nació a raíz de una conversación con Juan Régulo, editor, que tenía su imprenta en La Laguna que se había puesto en contacto con ella después de leer un artículo de la autora en el Diario de Avisos sobre una exposición de pintura celebraba en Santa Cruz de La Palma donde exponía un anciano pintor granadino destinado en la isla. Hablaron y Régulo le preguntó si tenía algo más escrito. Dijo que sí, y le envió una serie de poemas escritos en Madrid en distintos momentos de la adolescencia y otros más recientes. Eran poemas llenos de tristeza y añoranza por la isla de la que se había marchado hacía ya muchos años. El libro se editó en 1973 y se presentó en el Teatro Chico en octubre de ese mismo año. Ahora la autora vuelve al mismo lugar de su presentación para recordar y celebrar la importancia de aquel día que marcaría su futuro para siempre.
En la presentación Luis Cobiella dijo las siguientes palabras: “Elsa. Hace minutos que tengo escrita esta palabra: Elsa. La contemplo esperando, sabiendo que ha de surgir. Una palabra vendrá, alada y dócil, como un cisne lejano. Así, Lohengrin, esperanza de Elsa según la música de Wagner. Antes de conocer del todo a Juan Fierro, entre amigos lo llamábamos ”Lohengrin“ Y aún no hemos sabido del todo qué música o qué bondad sugirió el nombre. Juan Fierro tenía una sala, y allí una tarde acudió la voz de Elsa primero, los ojos de Elsa después, las manos de Elsa, por último. Voz, ojos y manos se habían posado sobre La Dehesa y, restituyéndola a su simple ser, La Dehesa quedó transfigurada en Isla, y la Isla quedó transfigurada en poema. Todo quedó así devuelto a la elemental simplicidad en que consiste lo definitivo. Sólo aquello que es puramente simple y es por sí puede ser primaria referencia de cualquier acontecer. Lohengrin se definió hijo de Parsifal, fal par si, el ser puro y simple en sí.
Hay un libro de poemas pareados de Ramón Basterra donde se definen —o se comunican— las cosas puras y simples: el carro, la esquina con la sarta de ajos, el sol sobre las azoteas y los frutos secos, las piedras del camino cotidiano; con todo, el mejor de los poemas del libro es su título: “La sencillez de los seres”. Los caminos de El Planto, los olores de tierras y de frutas, las personas como la abuela, como Juan José, dichas, miradas, tocadas por Elsa adquieren dimensiones en este reino elemental de lo puro y simple en sí.
Elsa: nuestro seno virgen espera pendiente de tus labios, de tus ojos, de tus manos, de tí. Vamos a estar en tí mediante tu estar en nosotros. Y perdóname esta sinceridad que, de ser tú menos, rozaría lo grosero: no se trata de méritos ni virtudes tuyas; ni, por supuesto, nuestras. Se trata de algo más elemental y simple y, sobre todo, gratuito: vivir. Vivir tú en La Palma y en nosotros; vivir nosotros La Palma en tí; vivir por fin La Palma en todo su ser puro y simple, fal par si, Parsifal, de quien nació Lohengrin, el caballero que llegó hasta Elsa en nave traída por un cisne; Lohengrin, música oída tantas veces en casa de nuestro amigo Juan Fierro, en cuya sala una tarde estabas tú, Elsa, sola, llenándolo todo, sola como tu nombre escrito en el principio de una cuartilla, y contemplo esperando, sabiendo que ha de surgir, Elsa“.
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