La mala educación sexual

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Educar sexualmente a los más jóvenes siempre fue de difícil solución: o te quedabas corta o te pasabas dando explicaciones. Nunca fue fácil explicar lo de la cigüeña y nadie ha dicho que lo fuera. Cuando éramos adolescentes llegaba el sr, Sos, gran científico y mejor profesor de ciencias naturales, y delante de la clase, ruborizado y sudoroso, emprendía la tarea de dibujar en la pizarra los cuerpos desnudos de un hombre y una mujer. La cosa era rara. Un extraño ritual que repetía año tras año sin que se le moviera una tripa. Los cuerpos del encerado eran siempre los mismos y los sexos que dibujaba también lo eran. El día de autos, con la natural expectación de sus alumnos, daba las explicaciones pertinentes: ovarios, miembros de reproducción, órganos genitales, etc. Ya lo sabíamos. Nosotros habíamos indagado previamente en los libros que caían en nuestras manos y nadie se asombraba por ello. Es más, habíamos leído palabras y definiciones de cada uno de esos elementos y la utilidad que tenían. Incluso palabras usadas en la calle para entenderse aquellos que no tenían bibliotecas a mano. Coño, polla, chocho, rabo, conejo, etc. Son términos malsonantes que significan cosas varias en según qué país estemos. Tampoco nos asustaban entonces ni nos asustan ahora. Únicamente no las decimos porque nos enseñaron que no eran necesarias y sí ofensivas según se digan o a quién o para qué.

Ahora la cosa ha variado en la forma y en el fondo. Ellos, nuestros adolescentes, han visto y leído más que nosotros a su edad. Saben mucho, leen más y buscan por doquier para aprender y saber de casi todo lo que corresponde al sexo. Tienen donde escarbar y en basura encontrarlo. Ya no les basta con el dibujo o la descripción del profesor, ahora quieren verlo en movimiento o en tres dimensiones y para eso recurren a internet, a las películas porno o a las informaciones que les proporcionan las redes. Vienen ya preparados para tomar iniciativas en el terreno sexual o al menos para no dejarse pillar desprevenidos. No lo critico, aunque creo que andan sobrados de información y de información sesgada a veces. Son carne de cañón y forman una buena clientela para el negocio del porno o para consumir sexo sin más aspiraciones que el sexo mismo. No entro a discernir lo bueno o lo malo de tales preferencias. Ni siquiera me molesto ya en advertir sobre los peligros de la pornografía a destiempo y las consecuencias del sexo mal utilizado porque desconocen las consecuencias que ya empiezan a notarse en centros médicos donde observan con inquietud el repunte de enfermedades venéreas en adolescentes a quienes nadie educa en el cuidado y prevención de las mismas. Sí, en cambio, parece importante educarlos en cómo realizar determinadas actividades relacionadas con el sexo.

Entro a señalar una nueva forma de educar sexualmente a los jóvenes en las aulas. Parece ser que a Educación no le basta con mortificar al profesorado con papeles, documentos y octavillas, sino que ahora traen a expertos en distintas materias para reforzar los conocimientos que sobre sexo tiene el alumnado. Pongo solo un ejemplo para ilustrar mi desconcierto. A un centro de educación de la isla de La Palma han llegado dos señoritas a dar explicaciones sobre sexo. Cómo, dónde, con quién y de qué manera debe comportarse nuestro alumnado. Llegan al centro en cuestión, se sientan en una mesa, colocan sus botas sobre la misma y comienzan a dar las claves sobre cuáles son nuestras maneras de comportarnos sexualmente. Con pelos y señales. No falta de nada: palabras soeces, gestos, directrices de cómo sentir más placer y de lo bueno y saludable que es el sexo anal, por ejemplo, y todo ello acompañado de groseras manifestaciones orales y palabras de muy poca consistencia científica y sí de mucha falta de educación y pudor. Una buena parte del profesorado salió asqueada de la charla. No se atrevieron a cortar tamaña desvergüenza. Los alumnos me imagino que tan contentos teniendo en cuenta que para muchos ese lenguaje es lo habitual. ¿Novedad? Ninguna. Ellos estaban bien informados de lo que allí se dijo. Algunos incluso ya lo habían puesto en práctica o sea que nada les aportaron que no fuera el lenguaje que usaron en la exposición y que venía a reforzar el que la juventud usa cada día más. ¿Aprendizaje? Ninguno. Conclusión: una charla inútil pagada con dinero público y unas consecuencias sin determinar aún.

¿Nadie se preguntó quiénes habían contratado a esas pedagogas sexuales? ¿Nadie se informó de lo que hacen y dicen en las aulas? ¿Pueden los profesores y padres enfrentarse a semejante disparate? Pues me temo que no. Me temo que las cosas han tomado un derrotero que va a ser muy difícil pararlo, porque aquel que intente poner freno a semejante dislate saldrá teñido de retrógrado, fascista, antidemocrático (¿????) y otras lindezas que usan para desprestigiar el hacer y decir de las buenas gentes que aprendieron a respetar y ser respetadas en su intimidad y creen que estas “lecciones” no aportan demasiado a la construcción intelectual o moral de sus hijos. Porque les guste o no les guste a estos gestores sexuales, el sexo sigue siendo privado. Lo que me gusta hacer o deshacer con él es cosa mía y nadie tiene derecho a conducirme por una vereda por la que no deseo transitar. Nadie puede inducirme a realizar el sexo de una manera concreta basándose en que eso forma parte del conocimiento que hay que dar a un niño. Eso es falso. Las criaturas humanas saben muy bien cuál es su sexo y cómo y dónde o con quién utilizarlo; al principio por puro instinto, al final por descubrimientos que hacen paso a paso entre ellos mismos o con medios a su alcance. Nadie de este mundo puede venir a dar lecciones de moral o directrices para realizarse sexualmente y menos cuando llegan marcando el paso y castigando con el desprecio o las humillaciones a quienes no tienen ningún interés en recibir tales lecciones y menos cuando esas lecciones vienen sesgadas por una limitada manera de entender el sexo y sus diferentes comportamientos. Que a esa edad e incluso a la nuestra, se tiene mucho que aprender de otras asignaturas antes de ponerse a follar por esos mundos siguiendo un manual preestablecido a partir de determinadas teorías y determinados ministerios públicos.

Elsa López

La Palma 20 de noviembre de 2022

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