Referentes irreales en una vida de reality

Nuestros referentes deberían ser un reflejo de nuestros principios y valores. Antes, cuando no existían las redes sociales, las personas no se alimentaban de likes y comentarios, la popularidad no se medía en función de tus seguidores y los insultos los decíamos a la cara y no a través de una cuenta falsa, podíamos expresar en voz alta quiénes eran nuestros referentes, se correspondían con aquellas cualidades que nos llenaban de orgullo y queríamos llegar a tener. Ahora, los límites entre representación y realidad se han disipado, no subimos una foto sin antes haberle puesto un filtro y nuestros referentes se encuentran detrás de una pantalla, con nombres tan difíciles como influencers, youtubers o instagrammers, el orgullo parece irreal y nuestras cualidades artificiales. Ese reflejo de principios y valores, a menudo, se ha perdido entre los selfies y las miradas en el espejo.
Hemos empezado a convivir con programas de televisión como: Mujeres y hombres y viceversa o La isla de las tentaciones, los documentales de La 2 solo los ponemos para arroparnos con su sonido en las siestas. Todo esto ha traído consecuencias como la creación de pedestales imaginarios y de referentes irreales que, únicamente, son elegidos en base a la capacidad de quedar bien delante de una cámara. Donde haya un buen cotilleo que centre nuestra atención en lo ajeno y no en lo propio, que se quiten los principios y valores. Con esta realidad que hemos creado, no es de extrañar que aparezcan ciertos “individuos”, como el famoso tiktoker que alardea en una entrevista delante de sus “fans” de mentir a las mujeres para eyacular dentro de ellas, diciéndoles ser estéril y restándoles, en cierta medida, el poder de decisión y elección en la relación sexual. Además de que estamos pasando por alto la gravedad de la falta de protección durante el sexo, que no es únicamente un embarazo indeseado sino la posibilidad de adquirir una enfermedad de transmisión sexual.
La vida del reality nos muestra, una y otra vez, una visión machista y heteronormativa donde las relaciones sexuales están basadas en la dominación y el deseo carnal, no hay respeto, afecto, ni autoestima de por medio. Las redes sociales no solo nos están dibujando un mundo perfecto y retocado, nos están mostrando lo malo, lo terrible y lo peor que hay en el ser humano. Hablar de libertad sexual con criterio parece, ahora mismo, una utopía, un espejismo que nos incita a revisar nuestra educación, en general, y nuestra educación sexual y afectiva, en concreto. Quizás nos haga falta salir de la comodidad de nuestro sofá, de nuestro rol de espectadores y decidir actuar, esta vez no tras la pantalla, para incluir la educación sexual y afectiva dentro de las Instituciones Educativas.
Echemos un vistazo al resto de países vecinos, observemos a Suecia que ya en 1955 incluyó una materia obligatoria de educación sexual o a Alemania que lo hizo en 1968, y luego volvamos a España, que en pleno 2021 carece de ella. La nueva ley educativa, la LOMLOE, parece querer invertir este error y, propone incorporar la sexualidad como una materia transversal tanto en Primaria como en Secundaria. El inconveniente es que esto ya ha sido recogido desde 1990 con la LOGSE, y se sabe lo que ocurre con esta transversalidad, que se termina diluyendo entre el currículo del resto de materias obligatorias.
La juventud actual, esa generación nativa digital que se encuentra en las aulas, tiene acceso libre a una ingente cantidad de información, pero no a las herramientas necesarias para poder utilizar ese conocimiento. Basa sus relaciones en las influencias recibidas de estos individuos-referentes, en la pornografía, en los programas televisivos del tipo de los mencionados anteriormente... Mientras, las generaciones adultas siguen haciéndolos responsables de todo lo malo que ocurre, continúan creando un mito casi tan grande como el de los Reyes Magos y El Ratoncito Pérez de lo que deberían ser las relaciones sexuales, y construyen una barrera de vergüenza, culpa e inseguridad al hablar de sexo. De momento parece que cumple su función como tema tabú y nadie hace muchas preguntas. Eso sí, luego, no nos llevemos las manos a la cabeza cuando ocurran agresiones sexuales en nuestro hogar palmero, como la presunta violación de tres jóvenes a una niña de 14 años en San Andrés y Sauces hace algo más de un año. Porque entonces sí surgirán preguntas y nadie, nuevamente, tendrá respuestas.
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