Más no es siempre mejor

Imagen de archivo la instalación de energía solar fotovoltaica para autoconsumo en la cubierta del edificio del Centro de Astrofísica de La Palma, en Breña Baja. IAC

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Hace varias semanas apareció la noticia de que el consumo eléctrico en La Palma había aumentado respecto al año anterior y había recuperado los niveles anteriores al volcán. La noticia se vendió como magnífica por parte de algunas personas. No faltaron aplausos y alegría.

Me consterna sobremanera esa reacción por diferentes motivos. Uno de ellos es que da una clara indicación que hay una grave falta de entendimiento de la situación energética actual en la que nos encontramos. La Palma tiene más del 90% de la producción eléctrica de origen fósil, en un mundo que se encuentra en medio de unas crisis energética y climática extremas, en un entorno de tensiones geopolíticas globales extremadamente complicadas y con tendencia a incrementar. En este contexto, un aumento del consumo eléctrico y de nuestra dependencia de los combustibles fósiles provenientes del exterior no puede ser de ninguna manera una buena noticia. Además, en La Palma, más consumo eléctrico significa directamente menos proporción de producción renovable. De hecho, la manera más fácil y barata de incrementar la proporción renovable sería conseguir bajar el consumo energético.

Entonces, ¿por qué hay gente que se alegra de un aumento de consumo eléctrico? Seguramente porque piensan en términos generales que más es mejor, sin reflexionar acerca de qué es lo que debería aumentar.

Si analizamos bien la situación, pronto nos daremos cuenta de que usar más energía no significa necesariamente mejor bienestar para la población. Ni tan siquiera significa una mayor y mejor economía. De hecho, la economía de La Palma es muy poco eficiente. Necesita mucha energía para generar unos ingresos económicos bajos, y, además, altamente subvencionados. Energía a su vez subvencionada, porque quemar combustibles fósiles como fuel oil y diesel para generar electricidad cuesta tanto dinero que no seríamos capaces de pagar nuestras facturas si tuviéramos que pagar todo el coste. En un contexto de crisis energética y de precios energéticos altos, una economía tan poco eficiente energéticamente y dependiente del exterior es una economía condenada al fracaso. Necesitamos más proporción de energía renovable, pero sobre todo necesitamos actividades económicas mucho más eficientes, que aporten más por cada kWh consumido. Necesitamos optimizar y ahorrar energía. Necesitamos una economía mucho más basada en el conocimiento, en el buen hacer y en el sentido común, más allá de las inercias que llevamos o a las que nos lleva el sistema actual.

Tenemos que empezar a pensar en calidad y no solamente cantidad sin contexto. El objetivo no tendría que ser aumentar el consumo energético, sino conseguir disminuirlo de una manera inteligente al mismo tiempo que las personas puedan vivir mejor. No es imposible. De hecho, somos enormes derrochadores energéticos en las instituciones, en las empresas y en las viviendas, habitando edificios muy poco eficientes y mal aislados. Sería tan fácil como, para empezar, poner un poco de cabeza y consciencia en todo lo que hacemos en lo personal y en lo profesional, en lo individual y en lo colectivo.

Además, si realmente queremos más bienestar, entonces no podemos medir el consumo energético como indicador, porque no tiene por qué estar directamente relacionado. De hecho, puede ser más bien al contrario si más consumo energético significa, por ejemplo, más contaminación que perjudica la salud, o una energía más cara que incrementa la pobreza energética. Si lo que queremos realmente es mejorar en bienestar, tendremos que evaluar indicadores que nos guíen hacia el bienestar. Por ejemplo, tendríamos que hacer seguimiento de indicadores sobre pobreza energética o salud física o mental o felicidad de la población y tomar decisiones dependiendo de las tendencias de esos indicadores. Bután, por ejemplo, hace ya muchos años que mide el índice de Felicidad Nacional Bruta, o Felicidad Interna Bruta, para tener una visión más completa que la que da el Producto Interior Bruto del país, para saber si su población está ganando en calidad de vida. Recientemente, ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Londres o Barcelona han empezado a medir indicadores en el contexto de la Economía del Dónut de Kate Raworth, una teoría económica que busca mejorar el bienestar de las personas al mismo tiempo que preservar y hasta contribuir a regenerar nuestro maravilloso planeta, ya que la destrucción del planeta termina siempre rebajando la calidad de vida de los humanos antes o después.

Quien haya llegado hasta aquí y piense que todo lo dicho tiene sentido, seguramente se preguntará cómo conseguir los cambios necesarios para disminuir el consumo energético a la vez que mejorar en bienestar. Quien tenga una respuesta sencilla seguramente mentirá, porque los cambios de este calibre en sistemas con mucha inercia son extremadamente difíciles. Pero sí que hay unos puntos importantes a seguir. El primero es entender y poner consciencia al problema, y no solamente unas pocas personas, sino una parte importante de la población. Aprender sobre ello, debatirlo en el espacio público y generar entendimientos amplios. El siguiente punto tiene que ver con desincentivar las actividades menos eficientes y que son altamente dependientes de combustibles fósiles baratos para poder funcionar y empezar a incentivar las más eficientes y que aportan valor añadido, soberanía y estructuras que dotan de calidad de vida a largo plazo. Y finalmente, creo que es importante dejar espacio y dar oportunidades a la mucha gente joven con enormes ganas de trabajar y que tienen todos los conocimientos necesarios para los cambios transversales que tenemos que hacer, tanto los que ya están aquí como los quieren volver a La Palma.

Este es el camino, la calidad, la consciencia y el buen hacer como visión conjunta de sociedad, usando colaborativamente lo mejor de todas nuestras cabezas y corazones. Quitarnos el vicio de alegrarnos del crecer por crecer, especialmente cuando esta inercia nos está llevando como zombies sin cabeza directos al precipicio. No tenemos mucho tiempo para empezar a hacer las cosas bien, la realidad es que ya estamos fuera de tiempo.

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