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“En la UCI luchamos para que el paciente no solo salga vivo sino que pueda saludarte en la calle”

El doctor Ramos junto a personal de la UCI en un box. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

La Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital General de La Palma, equipada con diez boxes que reciben luz natural, es un espacio claro y funcional atendido por profesionales muy cualificados que derrochan humanidad y empatía. Un lujo en la sanidad pública.  Y sorprende el sosiego y el orden que reina en una estancia en la que la vida está a punto de escaparse. “Hay que desmitificar que la UCI es un corre y corre, aunque en algún momento sí lo es, pero debería ser todo lo contrario, un sitio tranquilo porque aquí tenemos todos los medios para hacer frente al cualquier situación que presente el paciente, o que surja; no es que vayamos con pachorra, pero es un medio controlado”, ha explicado a La Palma Ahora el doctor Luis Ramos, jefe del Servicio de Medicina Intensiva, un hombre tallado en madera especial, entregado a su profesión, un vocacional de la Medicina que llama al enfermo por su nombre aunque esté sedado y no pueda oírle. “Tratamos a pacientes en el grado máximo de gravedad, y eso no es agradable, nunca te acostumbras a que alguno fallezca por muchos años que lleves trabajando”, reconoce. 

La UCI dio sus primeros pasos el 1 de mayo de 1998 en la antigua clínica de Las Nieves con el doctor Ramos al frente. “Fue duro comenzar de cero un servicio, porque solo había una mínima infraestructura, pero motivaba bastante”, asegura. “Yo llevaba el trasplante de hígado en La Candelaria y vine a La Palma por un reto profesional, con la idea de poner en marcha el servicio, y me trataron tan mal los palmeros que sigo aquí”, recuerda con humor. “Empezamos con cinco camas y muy poquito material, lo preciso, y ahora tenemos diez; en el año 2000 nos cambiamos a este hospital y la unidad fue creciendo”. Ha crecido y se ha convertido en referente. “Creo que es el único hospital comarcal de España que hace técnicas de monitorización, de colocar sensores dentro del cerebro para medir la presión y el oxígeno, algo que solo se practica en centros hospitalarios grandes donde hay un servicio de Neurocirugía, pero aquí lo hago yo”,  dice. “Hacemos otras cosas que no se realizan en UCI de hospitales grandes para evitar el traslado de pacientes sin necesidad; son técnicas que no son propias de Cuidados Intensivos como la colocación de marcapasos definitivos o catéteres permanentes para hemodiálisis”, detalla. Pero lo que se practica realmente en la UCI es “la medicina fisiopatológica, no sintomática ni diagnóstica, intentamos revertir el mecanismo de producción de la enfermedad”. 

Una media de 400 pacientes al año

La UCI del Hospital de La Palma, que dispone incluso de un pequeño quirófano, recibe al año unos 400 pacientes y tiene un índice de mortalidad del 11%, inferior a la media nacional que se sitúa en un 13%. “Intentamos hacer las cosas lo mejor posible y tenemos medios para ello”, señala. “Tratamos a todos los pacientes, de cualquier especialidad, que estén en una situación de gravedad importante o potencialmente grave (que pueden empeorar en las próximas horas) pero con una particularidad: que tengan posibilidades de recuperación”, precisa. “Lo más frecuente es el enfermo con patología coronaria  (infarto de miocardio o angina de pecho inestable), seguido de los pacientes neurológicos (hemorragias cerebrales o ictus isquémicos, infartos cerebrales), y en tercer lugar, los respiratorios”. En la UCI  ingresan asimismo “todos los enfermos que necesiten respiración asistida, porque es el único sitio del hospital donde se les puede proporcionar”, apunta el doctor Ramos, quien añade que “también tenemos capacidad para el ingreso de niños por encima de un año, disponemos de medios y material para tratar críos”. 

El doctor Ramos no oculta que en la UCI se viven situaciones de mucho estrés. “He tenido momentos de pensar: ¡Dios mío, me voy a casa!. Recuerdo un día que tenía a una paciente con disección de la aorta, que se me moría, y al mismo tiempo me llamaron de urgencias y de planta, eso puede ocurrir, pero no es frecuente; siempre tienes que actuar por prioridades. Una jornada estresante puede ocurrir cada dos meses, y te vuelves loco, pero hay que solucionar los problemas”. “Es mi trabajo, me he formado para esto, llevo muchos años en la profesión, pero no te acostumbras; provoca estrés que se complique la situación de un paciente que ya está en estado crítico, que haya una emergencia dentro del enfermo crítico, se pasa muy mal”, admite. 

“Hay que saber cuándo se tira la toalla”

Pero también hay alegrías en la UCI. “Nosotros queremos no solo que el paciente salga vivo sino que se vaya con la suficiente calidad de vida como para que pueda saludarte cuando te vea por la calle, esa es nuestra satisfacción, aunque muchos de ellos, por su estado, están sedados y cuando se recuperan y dejan la unidad para ir a planta no recuerdan quién les trató”. “Pero a la muerte no me acostumbro, a pesar de los años, aunque hay que saber también cuándo se tira la toalla y abandonar el encarnizamiento terapéutico, eso no es humano ni ético, pero cuesta sobre todo con personas jóvenes y niños; se lleva muy mal”. “Y no es que vea la muerte de un paciente en la UCI como un fracaso terapéutico, porque no es siempre así; hay personas que nos empeñamos que tienen que salir adelante y lo que estamos haciendo es un tratamiento inútil”, apunta. “Hay que cortar a veces de una forma natural, lógica, y que el paciente tenga una muerte digna, eso sí que cada vez lo vamos haciendo mejor, porque antiguamente había una obstinación terapéutica y prolongábamos una agonía”. A la muerte, reitera, “aunque sea por limitación del tratamiento de soporte vital, no te acostumbras; son pacientes que están cierto tiempo contigo, muchos sedados, pero me refiero a ellos por su nombre aunque no me estén oyendo; se crea empatía con el enfermo y mucha empatía con la familia porque les informas todos los días de cómo va su ser querido”. 

Disminución de traslados a Tenerife

Después de 18 años de funcionamiento de la UCI de La Palma “se trasladan muy poquitos pacientes a Tenerife, prácticamente solo a los que hay que hacerle un cateterismo cardiaco urgente con infarto de miocardio y algunos con lesiones cerebrales”, comenta. 

Cuando se le expone al doctor Ramos que la UCI del centro hospitalario palmero tiene fama de ser una unidad con prestigio, responde: “Eso no lo puedo decir yo, lo tienen que decir los pacientes, pero sí tengo muy buen concepto de la gente con la que trabajo, tanto del personal médico como de enfermería; uno de mis objetivos desde los inicios fue hacer las cosas dos veces bien;  aquí, afortunadamente, tenemos medios para afrontar cualquier situación, y lo digo sin presunción”, concluye. En la UCI del Hospital General de La Palma se está en buenas manos. 

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