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El matadero tiene Instagram

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“Si no te promocionas, no existes”. Esta frase del mundo del marketing, que podría parecer una exageración, muestra una auténtica realidad del mundo en el que vivimos hoy. No necesito poner ejemplos. Pero ¿qué pasa si hay algo que existe, pero no se promociona de forma conveniente? ¿Qué pasa cuando la realidad se representa deformada y se promociona solo parcialmente para hacernos entender el mundo de una determinada manera? No estoy diciendo nada nuevo, pero esta vez sí voy a poner ejemplos.

Recientemente me encontraba haciendo scroll en una red social, cuando la interfaz de la aplicación me mostró contenido de algo que yo no seguía pero que el algoritmo interpretó que podía ser de mi interés. Se trataba de una publicación que promociona el trabajo que se realiza en el matadero de Gran Canaria, que me llegó a través de otra página institucional, pero cuya publicación original provenía de la página oficial de Instagram de “Mataderos Insulares de Gran Canaria”. Sí, el matadero de la isla tiene cuenta de Instagram. Allí no escatiman en alabanzas a su labor a través de sus publicaciones, algunas muestran descaradamente prácticas engañosas de tipo greenwashing o que se saltan directamente consensos científicos y sanitarios como negar los perjuicios del consumo de carne para el organismo humano. Sin embargo, no se encuentra ningún tipo de contenido que enseñe el proceso de matanza que allí se realiza. No obstante, son dos las publicaciones que llaman poderosamente mi atención. Ambas pertenecen a fragmentos de programas que se han emitido en RTVC.

La primera muestra a una periodista de este canal que hace un recorrido de “la granja a la mesa”, en el que se representa el trayecto desde que los animales parten de la explotación y que termina con la periodista dándose un banquete de chuletón en uno de los restaurantes al que finalmente llega “el producto”. En el transcurso pasa por el matadero, pero no se verán primeros planos de los animales y, por tanto, el espectador no se percatará de la expresión de horror que estos tienen en este tipo de lugares (como sí han mostrado distintas investigaciones de organizaciones que se han infiltrado en esos sitios malditos donde reina la tristeza). No se verá tampoco, por supuesto, la matanza en sí.

La otra publicación que me causó espanto nos presenta, en otro fragmento de un programa de Radio Televisión Canaria, a Carmelo, un carnero que ha sido indultado por su “buen comportamiento” y que vive como mascota de los empleados del matadero. No faltan las bromas en alusión a él y se oye al gerente del matadero decir que “en el matadero siempre velan por el bienestar animal y que Carmelo fue una respuesta de esa visión para que los animales siempre estén de una forma placentera”.

En una sociedad tan falta de desarrollo ético en todos los niveles (de ahí, la que está cayendo en todas partes…), en la que es cada vez más necesaria la consideración de todos los seres sintientes y en un momento en el que la ciencia señala de forma rotunda cómo el consumo de productos de origen animal, nos está abocando a una catástrofe climática y medioambiental sin precedentes, resulta bochornoso que una televisión pública emita y promocione semejante esperpento, y que todo lo que se comenta en este artículo reciba apoyo institucional sin que nadie ofrezca oposición. La televisión pública, para ser realmente rigurosa, debería emitir el documental Matadero, del proyecto de fotoperiodismo Tras los Muros, donde se muestra sin filtro cómo funciona verdaderamente un matadero en cualquier parte del mundo.

Y es que, ¿quién representa mejor la otredad que aquellos cuya diferencia los condena? Los animales no humanos son distintos a nosotros, pero semejantes en lo importante: su capacidad de sentir, de disfrutar y también, de sufrir. Buena parte de los problemas que azotan el mundo actual, que tienen que ver con las guerras, con la violencia, con el uso indebido de la fuerza y con la devastación del planeta, encuentran su génesis en el maltrato que damos a aquellos que no pueden defenderse por sí mismos.

En el matadero, la violencia sistemática se transforma en proceso logístico. La sangre se mercantiliza y asesinar se vuelve una rutina. A través de su cuenta de Instagram lo envuelven todo en una narrativa audiovisual edulcorada que encaja perfectamente con las lógicas publicitarias de nuestro tiempo. Pero esto también puede ser una oportunidad. Porque cada vez somos más los que nos detenemos a mirar. Y ver, aunque duela, es el primer paso para no seguir participando.

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