El tambaleante equilibrio territorial de Coalición Canaria contagia al PP y al PSOE

Bancada del Gobierno canario y de Coalición Canaria en el Parlamento de Canarias

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

Dice el refranero popular que “todo se pega menos lo bueno”. Y en la política de Canarias se hace bueno el adagio cuando se observa lo que viene pasando en la esfera regional desde que se iniciara la presente legislatura (mayo de 2015). Con Coalición Canaria atravesando su peor crisis desde su fundación (1993), los demás partidos políticos con representación parlamentaria parecen contagiados de su fragilidad interna, de su pérdida incesante de votos y de implantación territorial y de la inestabilidad que reina en muchas de las instituciones donde gobiernan. Es como si temieran que en su caída pudiera arrastrarles el partido que ha conseguido ocupar la centralidad política de Canarias estas dos últimas décadas.

La penúltima crisis de Gobierno no llegó a producirse porque el Partido Popular fue incapaz de romper con el atavismo del equilibrio territorial que Fernando Clavijo impuso en su Gobierno cuando rompió en diciembre de 2016 su pacto con el Partido Socialista. Echó con cajas destempladas a una vicepresidenta que además era consejera de Empleo y Políticas Sociales y que ahora ruega -tras perder unas primarias- que no la envíen al Senado; a una consejera de Obras Públicas que le estorbaba en su estrategia de dar protagonismo al Cabildo de Tenerife en la crisis de infraestructuras que sufre por la mala gestión, paradójicamente, de Coalición Canaria; a un consejero de Sanidad atacado desde la propia presidencia del Gobierno con recortes presupuestarios que, producido el relevo, ahora se han convertido en enormes inyecciones de dinero. Y a un consejero de Presidencia y Justicia que fue el máximo exponente de la rendición de un buen gestor ante las alcantarillas de su propio partido colocando en un puesto clave a una mujer por su único mérito de ser “la esposa del fiscal jefe de Las Palmas”. El famoso García-Panasco.

Asier Antona, el nuevo presidente del PP canario en sustitución del irrepetible José Manuel Soria, se tomó su tiempo para tocar a la puerta de Fernando Clavijo haciendo valer dos factores: en primer lugar, los doce diputados que los populares tienen para complementar los 18 de CC (30 votos de 60 de la Cámara regional), y en segundo lugar, la buena sintonía que ahora reina con el Gobierno de Mariano Rajoy desde que este necesita el voto de Ana Oramas.

Antona sabía que entrar en el Gobierno iba a suponer un enorme desgaste para su organización, que en islas como Tenerife, donde CC tiene su fortín uniformado bajo las siglas de ATI, competirá directamente con su ansiado socio. Pero a su vez le atraía la tentación de poder repartir altos cargos, cargos intermedios, puestos de asesores, secretarios y secretarias, sobrinos, primos y demás familia. Alrededor de 140 puestos que supondrían para él llegar a la presidencia y hacer felices a los suyos.

Se lo tomó con aparente calma, pero con mucha menos calma de lo que se lo tomaron los muchachos y muchachas de Fernando Clavijo. En la pesca de altura y en la política hay que agotar a la presa para que sea mucho más fácil meterla en cintura. Se le da sedal, se le deja que crea que nada a su antojo para, en un momento de debilidad por agotamiento, se le aseste el golpe de muerte.

Al PP Coalición Canaria lo estuvo mareando con asuntos programáticos: que si la rebaja del IGIC, que si la reducción en los tramos más bajos del IRPF, que si planes de choque por aquí o por allá… A todo le ponían pegas pero sin oponer demasiada resistencia, dejando que los populares debatieran sobre esas cuestiones en la plaza pública.

Pero el problema no eran las líneas programáticas que debían pactar los dos partidos que querían gobernar juntos Canarias, el problema era el blindaje que Fernando Clavijo quería hacer de sus consejeros. Al menos de todos sus consejeros menos una, la de Turismo y Cultura, defenestrada desde hacía meses, con cuya continuidad también especuló cruelmente.

Esa cartera, la de Turismo, Cultura y Deportes, fue una de las que pidió Asier Antona. Y era una petición razonable teniendo en cuenta que su titular estaba políticamente liquidada. Lanzarote ya le había hecho a Clavijo severas advertencias: esa consejería es nuestra. No es nadie David de la Hoz, líder del partido en la isla y vicepresidente del Parlamento de Canarias, cuando se pone serio. O el presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés, que ya ha lanzado algún que otro órdago cuando han querido tomarle el pelo desde la presidencia del Gobierno. Por eso a María Teresa Lorenzo la ha sucedido otro conejero, Isaac Castellano, que -todo hay que decirlo- reúne un perfil político, académico y profesional mucho más adaptado al cargo que su antecesora. Al menos en la vertiente turística, que en la cultural ya se sabe que este Gobierno hace aguas y hará aguas por todos lados hasta el final de la legislatura.

Pero el PP pidió dos consejerías más: la de Obras Públicas y la de Agricultura.

Pedir Obras Públicas era razonable, al fin y al cabo fue una de las que dejó el PSOE cuando fue expulsado del Gobierno. Pero había algunas objeciones de calado: al frente de Obras Públicas Clavijo había colocado a uno de los políticos más artificiosos que jamás se han visto operar en Canarias si descontamos a Santiago González, el pequeño Nicolás canario. Pablo Rodríguez es el ejemplo más evidente de nombramiento político por cuota partidista. Es el flamante secretario general de CC en Gran Canaria, un partido destrozado a cuyas reuniones solo acuden los cargos públicos nombrados por Pablo Rodríguez y los consejeros grancanarios del Ejecutivo (José Manuel Baltar, el de Sanidad, y Pedro Ortega, el de Economía). No tienen ni un solo concejal en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y en el Cabildo ocupan una testimonial plaza de consejero. Quitar a Pablo Rodríguez del Gobierno podría significar la desarticulación definitiva de CC en la isla y el cierre por inasistencia de militantes de la sede de la calle Buenos Aires. O todo lo contrario, si se tienen en cuenta las críticas que este consejero despierta dentro de su organización.

Rodríguez cesó su campaña de imagen personal con ingentes comunicados de prensa, fotos, vídeos, audios, metopas y juegos florales justo el día en que se conoció que el PP rompía negociaciones con Coalición Canaria y dejaba de estar en peligro su canonjía.

Por último, la gente del Partido Popular puso la vista en la consejería de Agricultura, una de las carteras que tradicionalmente ha ocupado en el Ejecutivo de Canarias desde sus primeros acuerdos con CC. No está claro que pesara más ese motivo o el malvado interés de abrirle una brecha a los nacionalistas por la isla de El Hierro, que se mantiene mayoritariamente fiel a la Agrupación Herreña Independiente (AHI), irreductible a la hora de integrarse en CC y siempre amenazando con dar un portazo a la primera que alguien le ponga en peligro el invento. AHI, junto a la Agrupación Socialista Gomera (ASG) de Casimiro Curbelo, es el principal exponente de la desproporcionalidad del sistema electoral canario. Sus dos diputados integrados en los 18 de CC en el Parlamento se consiguieron con tan solo 2.521 votos. Dos diputados cruciales en la actual coyuntura de debilidad de los nacionalistas canarios. Por lo tanto, desde el principio quedó claro que la cartera que luce Narvay Quintero también era innegociable.

El Partido Popular, lejos de poner el grito en el cielo y anunciar que tras la ruptura de negociaciones caerían sobre Coalición Canaria todas las maldiciones políticas conocidas desde la antigua Grecia ha optado por los anuncios más conciliadores: sus dirigentes aseguran que ejercerán una oposición constructiva para dar estabilidad al Gobierno de Fernando Clavijo. Este, que ya ha logrado fijar en la doctrina política contemporánea que él no negocia “con medianeros”, se ha ocupado de soltar urbi et orbi que no solo le ha garantizado estabilidad y sosiego legislativo el mismísimo Mariano Rajoy, sino que también ha hecho lo propio el líder del PSOE, Pedro Sánchez. Esto último lo desmienten los socialistas.

Pero también los socialistas se han contagiado de esa resignación canaria, consistente en que siempre ocupe CC el centro de todas las decisiones y componendas institucionales. El nuevo secretario general del PSOE de Canarias, elegido hace poco más de una semana en un proceso de Primarias, ya ha dicho que no habrá moción de censura en la ciudad de La Laguna si no lo decide así la asamblea local del partido. A Ángel Víctor Torres le transmitieron en su campaña orgánica los dirigentes de La Palma, Fuerteventura y Lanzarote que ni se le ocurriera imponer una censura en el feudo sagrado de CC porque eso podría acarrear la ruptura de los pactos que los socialistas mantienen en los correspondientes cabildos. Bloqueados por la todavía imperante orden de Ferraz de que “con el PP no se pacta ni de coña”, los dirigentes del PSOE canario prefieren no hablar de alternativas de gobierno en todos esos cabildos (más el de Tenerife) con los populares aprovechando que ya no es Soria el que tiene el mando omnímodo en Canarias.

Así las cosas, Fernando Clavijo está logrando el milagro de gobernar siendo la tercera fuerza política en número de votos (por detrás del PSOE y del PP), con el 18% de respaldo del censo electoral y con dieciocho diputados sobre sesenta que tiene la Cámara regional. Lo contemplan, atenazados unas veces, engañados las demás, los dos principales partidos de la oposición que le regalaron su apoyo en asuntos tan importantes como los presupuestos (el PSOE) y la Ley del Suelo (el PP). Una moción de censura se presenta casi imposible por el desencuentro entre PP y PSOE y el respaldo que le presta esporádicamente la Agrupación Socialista Gomera de Casimiro Curbelo, una formación con tres diputados conseguidos con 5.090 votos (Ciudadanos superó los 54.000 y no sacó ni un parlamentario).

La verdadera oposición la protagonizan Podemos (ocho diputados) y sobre todo Nueva Canarias (cinco) que se ha anotado importantes éxitos políticos de resonancia nacional al haber conseguido (o haber rentabilizado mejor) más ventajas que el partido en el Gobierno. La más llamativa, el incremento del descuento para residentes en transporte aéreo y marítimo, extendido a los residentes de Baleares, Ceuta y Melilla por la misma decisión. Será Nueva Canarias la que se beneficie de una hipotética debacle de CC, hasta hace poco único baluarte del nacionalismo canario, ahora en franco retroceso.

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