Del bipartidismo al bipluripartidismo
Llamados el domingo a las urnas 36,5 millones de españoles para celebrar no la Fiesta Nacional sino la denominada Fiesta de la Democracia – en las dos hay picadores, banderillas, cornadas y hasta descabello y puntilla – un 73% acudió a su correspondiente colegio a votar y un 27% no apareció ni para dar los buenos días. Los datos ponen de manifiesto una subida de más de tres puntos en la participación por lo que, de entrada, ya podemos afirmar que el abstencionismo como método de cambiar el régimen político – yo prefiero llamarlo así que sistema – no parece tener mucho futuro en los dominios del toro de Osborne. Antonio García Trevijano acudió a dejar su sabia palabra allá donde le dejaron pero las gentes lo han colocado del rincón en el ángulo oscuro. Como el arpa.
Ya que la imaginación aún no ha llegado al Poder, aunque comenzó el viaje en Mayo del 68 del siglo pasado, el personal optó por la evidencia y no hubo micro, papel, cámara, tablet o IPhone que no recogiera la frase mágica: “Se ha acabado el bipartidismo”. Los más avanzados incluso señalaban que estamos “ante una nueva Transición”. Eso sí, nadie dice hacia dónde. Desde lagran ilusión de 1982 con corte de pana y promesas de siglos de honestidad, el vocablocambio ha sido usado de manera cargante, constante, enervante, cabreante, acidulante … y,and now the end is near, una vez más los españoles deciden cambiar pese a que los movimientos anteriores no fueron como para fuegos artificiales ni algodón de azúcar. Más bien para cantos de artificio. En esta ocasión, sin embargo, el cambio no se considera turnista, que me lo han cambiado. Dicen en las calles que ni PSOE ni PP llegarán a los despachos, se llevarán los discos duros y meterán la basura bajo la alfombra para que pase el siguiente. No. La cuestión va a estar más complicada porque, en el río revuelto de un país conocido en todo el planeta por su estado de brutal endeudamiento, despilfarro y su elevado nivel de corrupción, acaban de encontrarse emergentes, que no estaban, y sumergentes, que iban rumbo a las fosas abisales. Podemos emerge desde la izquierda y se mete directamente en la erótica del poder con 69 diputados. Ciudadanos, autoconsiderado madre de todos los centros, entra en el Congreso con 40. Bastante menos de los que pensaba Albert Rivera y auguraban las encuestas pre electorales, incluida la del CIS. Sin embargo todo cuadra: ¿Cuánto va de 0 a 40? Exacto: 40. Pues ya está.
Pero el corral de Tejero tiene el aforo que decidieron los leones de la puerta. Y es el que es. Si unos entran, otros están obligados a salir. Los asentamientos deben seguir invariables. Son los que son. Así, nos encontramos con los sumergentes, PP y PSOE, viejos conocidos que llevan casi el mismo tiempo que duró la dictadura de Franco cambiando sin cambiar y prometiendo sin cumplir. ¡Qué tíos aquellos roldanes, veras, corcueras, gonzález, galindos, aznares, cuñados de aznares, yernos e hijas de reyes, bárcenas, pujoles y ferrusolas …! ¡Y qué fantásticas aquellas fiestas: Gürtel, Nóos, Palma Arena, Ópera, Brugal, Palau, Innova, ITV y los Eres y los éles de Andalucía con guitarras y palmeros …! Los líderes políticos y ni siquiera Mataelefantes John lograban el aprobado de la ciudadanía por aquellos tiempos y pagos. Ni en junio, ni en septiembre ni en convocatorias extraordinarias. Peperos alianzapopulares y socialdemócratas venidos a una chabacana aristocracia carente de la menor idea de progreso habían tejido una tupida red clientelar que, a base de nepotismo, tráfico de influencias, cohechos, prevaricaciones, cajas B, tarjetas negras y mangoneos variados, aseguraron su hegemonía y alternancia desde 1978 hasta hoy con la ayuda de pensionistas, asesores y recorrepasillos. La política española había logrado un hito poco estudiado: se había convertido en clase social. De modo que la vocación de servicio pasó a ser vivir del cuento. Y de las cuentas. El 90% o más de los diputados no hace ni una sola pregunta al año. Cuando llegó la crisis que Bambi tardó en ver treinta y seis meses antes de idear – ¡qué cosas! – la Alianza de Civilizaciones, reventó la burbuja inmobiliaria y comenzó la caída en desgracia de esos simplones dioses de papel que mutaron la convergencia con Europa en espantosa divergencia, entonces fue cuando la indolente ciudadanía advirtió que los adosados, los Audi, el turismo sexual y las gambas de Huelva nos habían salido por un pastón que venía de allende los Pirineos y que tendrán que devolver las generaciones que vienen si es que no se van. En estos mismos instantes, los economistas que me merecen mayor crédito afirman que, elecciones al margen, vamos camino de Grecia como alma que lleva el diablo. Los mass media, en el medio, mostraron también en general su podredumbre y asimismo los ciudadanos descubrieron que los héroes avant garde de la Transición eran simple y llanamente medios de manipulación – algunos conocieron por fin a Göbbels y colaboraron como bellacos a la propagación más abyecta de la mentira – mientras los políticos y sus satélites comenzaron a emplear la palabramediático como señal de dominio del lenguaje. Mi padre decía que en España se había montado “una merienda de negros”, pero eso dejó de ser políticamente correcto al menos hasta ahora, cuando surgen las extremas derechas dando leches para devolver a los inmigrantes al subsahara y a fundamentalistas y yihadistas a los campos de opio o a los cielos de Allah. Pero ese no es aquí el tema.
Que la ciudadanía se va cabreando con el despoblado carro de la compra y la monstruosa volatilidad del dinero público hacia paraísos fiscales y bolsillos de lana fría y decide el 20-D, dos días antes del sorteo de la Lotería Nacional, no premiar los décimos que habían comprado los pópulosociatas, entente que ahora, siguiendo el teorema de Vicente, todos llaman bipartidismo, pese a que lo cierto es que se trató de un monopartidismo continuista, dado que gobernantes y oposición defendían en el fondo un régimen, un statu quo, carente de libertades políticas y sin separación de poderes, en el que se había puesto en fuga a las clases medias y abierto la puerta al selecto placer de quedarse a la luna de Valencia y almorzar en los contenedores de las calles de más rancio abolengo. Pero no, no me meteré ahora en camisa partitocrática de once varas. Lo dejo para luego junto a otras cosas bastante curiosas. Que PP y PSOE pierden 5,4 millones de votos, aunque siguen en cabeza. ¿En qué cabeza cabe eso?. ¡Ay Putin! ¿Qué pasa con Crimen y castigo? Y que poco imaginaban PlasmaRajoy y Pedrito que los primeros perroflautas que se asomaron a una esquina como tímidos y sucios revolucionarios, 15-M de por medio, iban a abocar a un mar embravecido con vientos Fuerza 6. Algunos dirán que no digo nada de IU. Les presento mis excusas. Soy tan sensible que ver a Alberto Garzón sin grupo parlamentario propio cantando a la unidad de la izquierda me derrama la lagrimita. Lo de Ana Oramas, sin embargo, me da risa. ¡Enamorados siempre alegría y llanto!
¿Qué cómo me las maravillaría yo? ¿Qué cómo va a conseguirse la gobernabilidad de este país con el reparto de escaños vigente y las ambiciones inherentes? Me retrotraigo al título e insisto en que el bipartidismo ha mutado en bipluripartidismo. En el primer análisis de parvulario son evidentes las tangencias PP/Ciudadanos y PSOE/Podemos. Aunque sólo sea por darle vidilla a Antonio Machado y que las dos Españas sigan su curso. Pero para gobernar hay que tener poder de ejecución -de ahí, el Ejecutivo – y Pitágoras dice que de cara a ostentar mayoría absoluta es preciso disponer de 176 dedos disciplinados y mentes silenciosas. PP más PSOE es la hibridación que salta de inmediato a la vista. 126 más 90 = 213. ¡Hecho! Claro, que hay otras jugadas diferentes pero con bastante más riesgos. En la señalada, Rajoy despeja una mosca cojonera: Albert Rivera, y Pedro Sánchez da el esquinazo a Pablo Iglesias. Unos a ladrar y otros a cabalgar. Pero si salen a relucir ideologías desideologizadas que en la práctica no existen puesto que no tienen – por la patita que han enseñado hasta ahora – incidencia ninguna en la sociedad civil, la cosa se complica. Izquierdas con izquierdas, derechas con derechas, independentistas, adelante, atrás, un, dos, tres. Y que gobierne el maestro armero. Las quinielas las dejo para otros. Ni me gusta el fútbol ni profeso la ludopatía. Al fin y al cabo, Lagarde y Merkel van a fijar las políticas y a absorber soberanía con pajita o por un tubo. Ya veremos.
Podemos: vini, vidi, vinci
Desde Gutenberg, dicen que el papel aguanta todo lo que le echen, lo que significó un gran aligeramiento de peso con respecto a los tabloides mesopotámicos, egipcios y papiros del Medioevo. Moisés mismo, al bajar del Sinaí, presentó una instancia en el edificio de usos múltiples que estaba en Gosén en la que advertía que él no era ningún Sísifo y no estaba dispuesto a romperse el lomo para que después la Humanidad pasara un kilo de los Mandamientos y hasta los suizos quisieran promulgar una ley autorizando el incesto. Luego, mucho más tarde, aparecieron Billy The Kid y Billy Gates y ya todo fueron tiros y tecnología. También el e-book y la red aguantan todo lo que le echen.
En esa línea argumental, los observadores más primarios, ateniéndose a los números, corrieron rápidamente a señalar que el PP había ganado las Elecciones, seguido del PSOE a 33 sillones, el mismo número de años que tenía Cristo cuando lo crucificaron. PlasmaRajoy es capaz de decir las mayores tonterías que en política y en otros campos pueden decirse – pasa párrafo – sólo superado en ocasiones por Aguirre la cólera de Dios y terror de la Policía Local. En política, cuando no hay mayoría absoluta, ganar no es simplemente sumar posaderas. Es mucho más que eso. Pero Mariano saltó rápidamente al universo de tejemanejes que habrá de acompañarnos hasta que haya Presidente de Gobierno. Y dijo que empleará dos de sus grandes virtudes: “Hablar mucho y dialogar” (el terror que le tiene a los debates es vox populi) para intentar seguir allí donde llegó dedo de Aznar mediante. Sin comentarios.
Pedro Sánchez, cuando todo Occidente sabe que la socialdemocracia está más muerta que las momias del Museo Canario, se vio ungido por la clientela que le votó para defender los valores de la izquierda (se desconoce si incluye en ella a UGT y CCOO). De tal modo que, vista de águila, paso de buey, diente de lobo y hacerse el bobo, sólo le queda (ojo a las presiones internacionales. Léanse Herald Tribune y The New York Times) dejar esa pseudo izquierda y darle la mano derecha a Mariano. No creo que Pablo Iglesias le de, a priori y de gratis, la mínima chance para formar un frente más variopinto que un guacamayo. Yo no lo haría, vaquero.
Pablo Iglesias es, a todas luces, con perspectiva y gran angular, el vencedor de las Elecciones Generales del 20-D. Y, de momento, el único que ha lanzado propuestas de cambio real – insuficientes a mi juicio – que beneficiarían a la sociedad civil. De no estar en el Congreso en la pasada legislatura, Podemos logra 69 escaños que pueden dar mucha guerra. Iglesias capeó excelentemente el temporal de la campaña y, aunque ha visto claramente que la horizontalidad estructural que se estableció en su día para el partido va a ver que matizarla mucho, ha logrado sofocar las disensiones surgidas en algunas provincias. Por otro lado, sus presuntas influencias venezolanas, iraníes o ultraizquierdistas no hicieron mella en los españoles a la hora del sufragio. Tiene prácticamente los mismos votos que el PSOE, aunque menos escaños a causa de la Ley D’Hont. Si el líder de Podemos considera que lo que han votado los ciudadanos “es un cambio de sistema”, como señaló una vez terminado el escrutinio, el único que puede liderarlo es él. Yo, discrepo de esa visión. Los españoles han votado unas caras nuevas desde la desesperanza de un régimen corrupto y hediondo, pero cambiar los cimientos es otra cosa muchísimo más complicada. Ahí siguen las clientelas del PP y el PSOE apostando con 213 escaños (mayoría absoluta) por el mantenimiento del statu quo. Debe ser muy jodido despedir a cientos de miles de asesores (?) y vender de segunda mano en el mercado de Nouackchott más de 4.000 coches oficiales.
Por otro lado, las relaciones con los independentistas enturbian bastante un escenario complejo asaetado por vectores de grandísimo calado que no se circunscriben sólo a nuestro país sino a una geopolítica global. Pablo Iglesias ha hablado de “España plurinacional”, frase que suena bonita pero que, de momento está hueca de significado. ¿Plurinacional asimilando autonomía a nacionalidad y contando con Catalunya y País Vasco? ¿Plurinacional con dos regiones menos? ¿Estado Federal sui generis? …
Iglesias quiere también establecer la posibilidad de revocar al presidente del Gobierno si no cumple (aquí lo importante es el cómo, ya que lo realmente significativo sería que los ciudadanos pudieran revocar a los diputados), reformar la Ley Electoral y “blindar” los derechos sociales, aspecto muy dificilmente encajable en la Constitución y en el contexto económico mundial. Habría que meter mano dura a los partidos y a las autonomías y reducir bestialmente los niveles de endeudamiento para mejorar apreciablemente las políticas sociales. Basta con recoger las de la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano del S. XVIII ¿Quién se atreve? Podemos eligió jugar su política en el tablero que surgió de la Transición. Ahora tiene que demostrar que desde dentro los cambios son posibles. Eso sí, su líder será la estrella de la Cámara. Es quien tiene más que decir y puede decirlo. Guste o no guste.
En cuanto a Albert Rivera, lo primero que ha señalado es que no va a ser enemigo de nadie, que es lo mismo que decir que hablará con todos – los que con él quieran hablar – para lograr la gobernabilidad del país. Su posición es la más inestable y queda fuera de la posibilidad de ocupar la Presidencia, pacte con quién pacte. Ciudadanos sufrió flojera de remos en el tramo final de campaña y ahora no puede hacer otra cosa que conformarse con los 40 diputados obtenidos. Sacarle jugo al asunto es un reto para la inteligencia política de quienes llegan como centristas de pro.