Faro de La Isleta: 150 años arrojando luz

Equipo óptico del Faro de La Isleta (IAGO OTERO PAZ)

Iago Otero Paz

Las Palmas de Gran Canaria —

El 30 de julio de 1865 en el norte de Las Palmas de Gran Canaria entró en funcionamiento el Faro de La Isleta, el más alto de Canarias y el segundo del país ya que se sitúa a 249 metros sobre el nivel del mar, solo por detrás del de la Punta de La Polacra, en Almería. Desde esa época, 150 años más tarde, los destellos de la lámpara situada en lo más elevado del paisaje natural de La Isleta siguen reinando al norte de la isla redonda como en su día diseñó su arquitecto, Juan León y Castillo.

En este siglo y medio pocas cosas han cambiado en este edificio que tiene una vivienda en la que, tal como cuentan los actuales encargados de su mantenimiento, llegaron a vivir hasta tres familias. El edificio en sí tiene una altura de diez metros y es de planta rectangular construido en dos alturas, teniendo en la torre varias antenas e incluso un punto geodésico (punto señalizado que indica una posición geográfica exacta conformando una red de triangulación con otros vértices geodésicos y que permite, entre otras cosas, regular un GPS o elaborar mapas topográficos). En el complejo situado en la cima de la Montaña de El Faro (la más alta de las tres que hay en La Isleta, aunque solo un metro más alta que la Colorada, que mide 239 metros) también se hayan torretas de telecomunicaciones del servicio de emergencias canario 112, Policía Local y Salvamento Marítimo.

El último de los fareros estuvo habitándolo hasta principios de los años 90 del siglo pasado, aunque ya su labor no era tan necesaria como antaño, cuando eran de gas y la vigilancia era constante. De hecho, cuando el primer torrero, Saturnino Conde, era el encargado de este edificio, la lámpara de iluminación era de la marca Degrand y se iluminaba gracias al aceite de oliva, parafina y petróleo, y estuvo en funcionamiento hasta 1916, cuando fue sustituida por una lámpara de incandescencia de la marca BBT. Ese mismo año se instaló también una lámpara chane con quemador de 35 litros.

Al principio el sistema de destellos era diferente que el actual, en realidad hasta la luz que irradiaba era totalmente distinta. En aquella época tenía una apariencia de luz fija variada por destellos de color rojo cada dos minutos y un alcance de 18 millas. Así estuvo hasta 1923, cuando se desmontó la antigua linterna poligonal y se instaló una de La Maquinista Valenciana con una lámpara Chance de 55 litros y, lo más relevante a la vista humana, se desmontaron los paneles rojos, que fueron sustituidos por cuatro paneles ópticos incoloros y dos pantallas. Ese mismo año también se aprovechó para desinstalar el sistema de tejos y poner una cubeta de mercurio que fue recuperada del faro de Málaga. La maquinaria de relojería de esa época era de la marca Pintch y daba una autonomía de tres horas y media, dando la actual apariencia del faro, una luz fija blanca que varía por destellos de tres más uno (tres tiros durante cinco segundos el cuarto siete segundos más tarde). Es esta luz fija la que permite que el Faro de La Isleta tenga el mayor alcance de Gran Canaria (unas 25 millas náuticas -45 kilómetros-), otros como el de Maspalomas, también diseñado por León y Castillo y que este año cumplió 125 años, tienen unos destellos que no son acompañados por la luz fija, por lo que el alcance es de 19 millas náuticas.

El edificio mide unos 10 metros, pero al estar en la cima de un volcán es el más alto de Canarias y el segundo de España

Vigía de los cambios de la ciudad

En estos 150 años el vigía ha sido testigo del cambio de la ciudad en general y La Isleta en particular. Así, ha visto cómo la construcción del Puerto de La Luz y Las Palmas se desarrollaba a sus pies hasta ser hoy en día uno de los puertos más importantes del Atlántico y ha presenciado cómo los militares ocuparon el paisaje natural de La Isleta. Fue con motivo del Desastre del 98 cuando, ante el miedo de perder Canarias, el Gobierno de España decidió rearmar el Archipiélago y los militares llegaron al norte de la isla. No fue la última vez que en España tuvieron miedo de perder a las siete islas ya que en la década de los 40 del siglo XX el plan Pilgrim ideado por los británicos planificó la ocupación de Canarias ante el miedo de que las buenas sintonías entre Franco y Hitler propiciaran el ataque germano a Gibraltar. Ante esto, en La Isleta se construyeron varios nidos de ametralladoras y se rearmó la montaña de El Vigía. Cuando España finalmente declaró su neutralidad en la Segunda Guerra Mundial, los británicos descartaron esta ocupación. El hecho de que en La Isleta la mayor parte del territorio sea de uso militar hace que poca población pueda disfrutar de esta instalación a la que solo se puede acceder pidiendo permiso.

Tras ver como todo cambiaba a los pies de este edificio, en 1967 le tocó al propio faro sufrir varias modificaciones. La primera fue en la gestión, que pasó a depender, como todos los faros de la provincia de Las Palmas, de la Autoridad Portuaria, que hasta nuestros días realiza su mantenimiento a través de los tres técnicos de Sistemas de Ayuda a la Navegación: Nicolás Vega Goes, Diego Angulo León y Jesús Medina Cabrera. Es curioso como a más de 200 metros de altura sobre el nivel del mar dos norays están a la entrada del recinto que acoge todo este complejo. Ese mismo año se procedió a la electrificación de la torre y se sustituyó la antigua linterna por una de la marca Aga de 3.500 mm y se instaló un equipo de doble lámpara de 3.000W que se accionaba por un cambiado. Por último, el cambio físico más importante fue en la torre ya que al sustituir la linterna desapareció el torreón de sillería y se enluce la torre con mortero dejando cubierta toda la sillería basáltica.

Desde entonces en los últimos 48 años se han realizado tareas de mantenimiento y renovación de las instalaciones. En la última década se han mejorado las instalaciones montando nuevos cuadros para grupos electrógenos, sustituyendo las lámparas de 3000W por una lámpara de descarga de 1000W y montando un nuevo cuadro CMB-100 de La Maquinista Valenciana y un cambiador de lámparas CLV-02 de la misma marca. De hecho, en este 2015 han estado mejorando las instalaciones aunque, como Angulo explica, “respetando todos los equipos”. La calidad del material empleada es tan buena que también apunta que en los más de 20 años que lleva trabajando tan solo han reparado algún piñón y cojinete. “Si los faros de ahora los hicieran como los de antes, perderían dinero”, sentencia este técnico. No obstante, sí que han actualizado algunos elementos ya que se han montado nuevos cuadros para grupos electrógenos y se han sustituido las lámparas de 3.000W por dos bombillas de 1.000W cada una.

¿Cómo funciona el faro?

Cuando comienza a oscurecer, una célula fotosensible hace que se encienda la gran lámpara que alumbra hasta Gáldar, en el noroeste de Gran Canaria, y el motor que hace girar la óptica. Esta célula está situada en la vertiente norte del edificio y hace que no sea necesario programar una hora de encendido o apagado de las luces. ¿Y cómo se sabe si existe algún error? Otra fotocélula reconoce si la lámpara principal ha dejado de funcionar, si esto ocurriera, automáticamente se pondría en funcionamiento la otra bombilla de 1.000W que está de repuesto, y si no es sencillo, “si en algún momento no se viera la luz del faro en la ciudad seguro que los ciudadanos llamarían”, bromea Vega, quien en la actualidad es el último farero que vivió en Maspalomas, el otro faro emblemático isleño al Sur de Gran Canaria.

Aparte de estas dos lámparas, el equipo óptico está formado por numerosos cristales pulidos a mano. La luz también sirve para la navegación aérea siendo el único faro aeromarítimo de Canarias, y aunque en nuestros días en los aviones todo está automatizado por GPS, en las cartas marítimas de aviación las aeronaves entran por el norte de la isla.

En cuanto a la rotación de la luz, esta funciona a través de un engranaje dentado. Es gracias a un sistema de remonte de contrapeso que da inercia al motor hasta que coge la velocidad necesaria para que el volante de inercia trabaje solo. “El motor hace el remonte, cuando llega arriba está el fin de carrera y el peso del remonte es el que hace girar la luz”, explica uno de los técnicos. Gracias a esto, el equipo óptico gira cada 19 segundos. Este remonte tarda unos 10 minutos en ascender el contrapeso (de unos 15 kilos) desde la base de las escaleras que dan acceso a lo más alto del faro y en torno a dos horas para descender, por lo que en una noche hace unas cinco veces este recorrido. La rotación se detiene cuando el contrapeso se frena en el suelo.

Contiene una linterna aeromarítima, por lo que es el único faro en Canarias que también se utiliza para la navegación aérea

La Isleta, paraíso restringido

La Isleta, paraíso restringido

Para llegar hasta la montaña del Faro hay que atravesar un paisaje árido que traslada a quien puede disfrutar de ello a la tierra volcánica característica de Lanzarote. Para alcanzar la cima del volcán (el más joven de esta pequeña ínsula, con 15.000 años) sobre el que se asienta el faro hay que recorrer una carretera muy estrecha y sinuosa que una vez finalizada, te permite disfrutar de una vista poco habitual de la ciudad y su istmo. Y es que, desde lo más alto se puede contemplar perfectamente la bahía de la capital grancanaria, así como la majestuosidad del Puerto y el atentado ambiental realizado en la cantera de Roque Ceniciento, además de la antigua prisión, hoy sin uso conocido, que fue construida durante la desocupación del Sáhara y que en el año 2005 se estudió utilizar como centro penitenciario de la isla.

Son los militares de la Base General Alemán Ramírez quienes disfrutan de las 700 hectáreas en las que pueden realizar sus ejercicios de instrucción, adiestramiento y tiro con armas individuales y colectivas. El lado positivo de este acceso restringido es que con el paso de los años la ciudad cuenta con un paisaje casi virgen al norte que algún año aspirará a recuperar para el resto de ciudadanos.

Una de las opciones para poder disfrutar de La Isleta en su totalidad son las rutas que realizan algunos clubes deportivos, como es el caso de Confite Senderismo quienes en ocasiones entre sus numerosas actividades a veces realiza una dentro de la zona militar en la que se enseña e interpreta el patrimonio, porque en esta zona también existen yacimientos arqueológicos. Juan Manuel Rodríguez, el fundador de Confite, explica que el pateo dura unas cinco horas en las que se recorren diez kilómetros de constantes subidas y bajadas en la que se ven tabaibales y cardones.

A pesar del difícil acceso al faro, en los últimos años se han estudiado dos proyectos un poco descabellados. En 2001 la Autoridad Portuaria quiso reformar el edificio para realizar una sala de juntas con vistas al mar en la que se iban a invertir unos 250 millones de pesetas (1,5 millones de euros) y que también serviría para ser el centro cultural de la Fundación Puertos.

Once años después, en 2012, un grupo inversor noruego planteó realizar un teleférico que fuera desde el edificio de la Fundación Puertos (situado al lado del centro comercial El Muelle) hasta el mismo faro.

Ambos proyectos quedaron en el cajón, no así la intención de Fomento de convertir algunos de los 188 que hay en España en hoteles bajo el nombre de Faros de España. Si no fuera por situarse en terreno militar, seguro que el de La Isleta estaría en el punto de mira ya que cuenta con una vivienda con varias habitaciones, baños y cocinas, aparte de grandes salones.

Otros faros en Canarias se han reconvertido en centros de interpretación y museos, o restaurantes, como el de Arinaga, que aún no está abierto. Lo único cierto es que en estos 150 años en la azotea se ha respirado, y se seguirá respirando, el aire más puro y limpio de Las Palmas de Gran Canaria.

Mira las fotos de este reportaje en la siguiente galería.

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