Goyo Jiménez triunfa con el ¡más difícil todavía!

Goyo Jiménez, siempre ha recibido una notable respuesta del público canario.

Erick Canino

Santa Cruz de Tenerife —

Goyo Jiménez se mantiene en la cúspide del humor en España desde hace muchos años. Monologuista de éxito, ha compartido muchas risas y anécdotas con miles de hogares a través de sus exitosas apariciones televisivas. A la par, también ha recorrido el territorio nacional teatro a teatro, con espectáculos que siempre han contado con una notable aceptación de público.

Y en esas anda otra vez, con un guión nuevo, ideado por él mismo, visitando ciudades y pueblos con la única herramienta del humor. Su cita en Canarias, dentro de su intensa agenda, ha quedado para el mes de mayo. Los días 8 y 9 estará en el Paraninfo de la Universidad de La Laguna y los días 11 y 12 en el Auditorio de ExpoMeloneras de Maspalomas.

En esta ocasión Goyo Jiménez se presta a tocar la puerta de sus seguidores con un espectáculo llamado ¡Más difícil todavía¡, una obra humorística en la que el artista melillense ofrece lo mejor de sí mismo en una experiencia en la que se enfrenta a su público para demostrarles que siempre todo puede ser más difícil todavía.

Con ¡Más difícil todavía! Goyo Jiménez se plantea el reto, con éxito, de conseguir que el público disfrute de su humor tras haberlo visto en varias ocasiones sobre el escenario. A lo largo de casi dos horas de actuación sin pausa que pasan volando, la temática de su monólogo va cambiando de tema, pasando por las películas de terror, los anuncios comerciales, las modas y el postureo, entre otros.

Así lo explica el propio monologuista: “Éste es mi sexto espectáculo propio, que surge, como su propio nombre indica, de la sensación que tuve al escribirlo. Me resultaba más difícil que nunca crear algo nuevo, y más en estos tiempos de exceso que corren, en los que ser humorista se ha convertido en una profesión de riesgo a la altura de las de Catador Real de vinos, funambulista sin red o ideólogo del PSOE”.

En el texto de presentación de este espectáculo, Goyo Jiménez afirma con agudeza que “vivimos en un mundo muy complejo y eso no se puede negar, a no ser que seas alguien que no vive en este mundo, no sé, un astronauta de los de la estación espacial internacional, un hijo del Príncipe Carlos o un concursante de Gran Hermano. O alguien que niega por sistema, tipo filósofo nihilista o político imputado”.

“Cada día nos encontramos con que hay demasiados frentes a los que atender –continua-, demasiadas batallas en las que luchar para sobrevivir con dignidad en estos tiempos. Pero tranquilos, porque he estudiado detenidamente cada detalle del tenso panorama actual en el que nos desenvolvemos para ofrecernos las claves del éxito con el desparpajo y clarividencia que le caracterizan”.

Durante todo el espectáculo el humorista va mezclando sus monólogos con improvisaciones e interactuando con el público, haciendo de ¡Más difícil todavía! un show dinámico y entretenido que deja ver claramente la gran soltura con la que se desenvuelve sobre el escenario.

Y todo dentro de la difícil tarea de conseguir reinventarse después de mucho tiempo en primera línea, corriendo el riesgo de que el humor que un día funcionó quede de alguna manera sepultado por la incesante necesidad del ser humano de sentir siempre cosas nuevas: “De alguna manera se podría decir que se corre el riesgo de amuermarse, volverse conservador o dormirse en los laureles de anteriores éxitos. Para equilibrar, se sabe más del oficio y se han aprendido tres o cuatro trucos buenos. Hay que mantenerse en forma. Yo, por ejemplo, me ejercito diariamente haciéndoles bromas a mis perros, que son un público duro, que se distrae con facilidad”.

La línea de trabajo de Goyo Jiménez es una idea que nunca está conclusa y con ello el humorista deja siempre un importante espacio a la improvisación que le permite afrontar cada salida al escenario con una dosis de motivación extra. “Podría decir perfectamente que en mi caso el proceso de creación de mis monólogos nunca acaban. Considero, por sistema, que mis espectáculos no están terminados del todo, y así me obligo a que cada día sean diferentes, porque cada día tienen un sentido, un orden, unas tesis, etcétera, distintos. Eso sí: los cobro como si estuviesen concluidos y envueltos para regalo”.

Goyo Jiménez es también un perfecto dominador del mundo televisivo, donde ha protagonizado sonados monólogos en programas de grandes audiencias y donde incluso ha tenido la oportunidad de presentar algún magazine diario: “Si lo comparamos con el mundo del teatro, en mi opinión se puede afirmar que son plataformas totalmente opuestas. Cada una con sus defectos y virtudes. Pero al margen de las divergencias de concepto y términos, sobre el escenario uno es el autor, el director y el actor. Luego el trabajo es más personal y gozado. Por eso, y aunque me encanta hacer tele, siempre preferiré el teatro. ¡Ah! Y luego está el innegable hecho de cómo ha bajado la calidad de los caterings que dan en televisión. Mucho mejor el teatro, insisto. Y más si es en Canarias. Ñam-ñam”.

Es uno de los máximos exponentes del mundo del humor contemporáneo en España. Junto a él, decenas de monologuistas han intentado hacer carrera, no siempre con el mismo éxito, en los teatros y diferentes salas de humor del territorio nacional. Pese a que la congestión de humoristas en muchos momentos ha sido notable, Goyo Jiménez afirma que dentro de una ley natural, es el público el que demanda más o menos o cantidad de humor: “Saturación es una palabra muy fea para referirse al número de monologuistas. Prefiero abundancia. Hay muchos, sí, pero como no recibimos sueldo público, ni vivimos de subvenciones o prebendas institucionales, no representamos gran molestia para el ecosistema. Al contrario, somos una demostración profunda de la que debiera ser regla de oro del mundo del espectáculo. Es decir: es el público, soberano de su gusto, y no un funcionario o un carguito de confianza, quien escoge democráticamente lo que quiere o no ver”.

¿Y qué recuerda Goyo Jiménez de su primera actuación pública? “La primera remunerada, es decir, profesional, fue a muy temprana edad, prácticamente un adolescente. Dejo para otra entrevista el describir cómo había llegado a aquella situación. El caso es que salí al escenario y me puse a contar unas ocurrencias que había escrito sobre mi familia. Pues el caso es que recuerdo que al acabar la señora que organizaba el sarao me felicitó especialmente, porque había hecho mucha gracia a todo el mundo sin contar ningún chiste de mal gusto. Y luego me pagó como dan el dinero las abuelas, cogiéndote con una mano la tuya y deslizando el dinero doblado por debajo, como si estuviera comprando droga. Aquello sí que fue de buen gusto”.

Una de las grandes paradojas de un humorista puede ser tener que salir a un escenario para hacer reír en esos días en los que personalmente no se tenga el humor necesario. ¿Cómo se afronta este tipo de situaciones? “Se mira al público, se acuerda uno de todos los trabajos que ha ejercido a disgusto, y se dan gracias por poder ganarse la vida haciendo algo tan fabuloso. Y, hala, al escenario. Una vez sobre las tablas, el peor momento posible puede ser, en teoría, no hacer gracia. O, aún peor, no hacer gracia y, encima, enfurecer al auditorio. Pero, si lo piensas bien, según qué días y auditorios, que te suceda algo así puede resultar, al final, una experiencia inigualable. Imagina actuar en Corea del Norte, por ejemplo. En cualquier caso, si el infierno existe, para los humoristas estará hecho de espectadores que te miran en silencio durante toda la eternidad”.

Otro de los temas a valorar muchas veces en el mundo de humor es qué líneas no se deben sobrepasar para no ofender incluso en el libre ejercicio de la profesión. Jiménez lo tiene claro: “Prometo no hacer humor sobre mi muerte, especialmente cuando haya sucedido. Aunque, quién sabe, quizá hasta me deje escrito el panegírico…”.

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