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Visión del PUCC cuarenta años después

Melchor Núñez, ex-consejero del Cabildo de Tenerife.

Melchor Núñez

Las Palmas de Gran Canaria —

La vida del Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC) fue breve pero intensa. Discurrió entre comienzos de la década de los setenta y mediados de los noventa del siglo pasado, un período complejo pero apasionante de nuestra historia reciente. Su origen y evolución hay que situarlos en el contexto definido por los siguientes factores:

- El movimiento estudiantil, en general, y en la universidad de La Laguna, en particular, como espacio físico cultural que aglutinó a jóvenes de todas las islas en los últimos años de la dictadura franquista, en un ambiente de gran efervescencia intelectual.

- La influencia y el prestigio del marxismo como corpus teórico. Un marxismo directamente inspirado en la lectura de Marx, Engels y Lenin, luego en la idea central de que la clase obrera, dirigida por el partido revolucionario de vanguardia, es la única capaz de resolver, a través de la revolución socialista, la contradicción fundamental entre relaciones de producción y desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo. Este planteamiento se abrió luego a otros enfoques, a través de autores como Lukacs, Gramsci, Althusser, Marcuse, Mariátegui, y los teóricos de la dependencia, el desarrollo desigual y la dualidad centro-periferia, como Gunder Frank o Samir Amin, según se requerían para analizar los profundos cambios que se sucedían en el mundo. Cambios como la ruptura chino-soviética, el Mayo francés de 1968, la invasión de Checoeslovaquia por tropas del Pacto de Varsovia, el final de la guerra de Vietnam, los procesos de descolonización, el movimiento de los países no alineados o la crisis larvada del sistema soviético.

- El movimiento comunista como referente político. El Partido Comunista de España (PCE) estaba situado en la esfera de influencia de la Unión Soviética, de la que se distancia para alinearse con otros partidos europeos occidentales en la corriente eurocomunista. El PUCC surge precisamente a partir de una escisión del PCE, a raíz de su VIII congreso (1972), por discrepancia con su “reformismo” político y su “revisionismo” ideológico, que se constituye inicialmente como Oposición de Izquierda (OPI) del PCE. En particular, discrepa con su política de “pacto para la libertad”, centrada en promover una “revolución política” democrática, postergando la revolución social para una imprecisa etapa posterior. En 1975, OPI se constituye en una organización de ámbito canario que adopta el nombre de PUCC.

- La lucha por la democracia y la transición democrática. En 1975 muere el dictador. Un mes antes muere, víctima de tortura policial, el militante del PUCC Antonio González Ramos. Sectores provenientes del régimen, aglutinados en Unión de Centro Democrático (UCD), promueven la reforma política. Resurge el PSOE de su práctico eclipsamiento durante el período de la dictadura. En las primeras elecciones democráticas quien obtiene el apoyo mayoritario de lo que había sido el antifranquismo activo no es el PCE, sino el PSOE, y quien gana las elecciones, no es uno ni otro, sino la UCD. Esas y otras fuerzas negocian y pactan la transición democrática, que cristaliza en dos grandes acuerdos: la Constitución y los Pactos de la Moncloa. Después del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981, la democracia se consolida. Acaba la etapa de mayoría de UCD y se inicia el ciclo de gobierno del PSOE. La izquierda de inspiración marxista entra en crisis. El PCE renuncia al leninismo en un congreso en 1978, el primero tras su legalización. El PSOE al marxismo como su ideología oficial en otro, celebrado en 1979.

- La “cuestión nacional”. Con la consolidación democrática, la izquierda que no respaldó la Constitución de 1978 intensifica sus planteamientos nacionalistas y, en el caso del PUCC, su participación en los movimientos sociales emergentes en la nueva sociedad democrática, tales como el feminismo, el antimilitarismo y el ecologismo.

Un balance

La posición del MIRAC-UNI sobre la cuestión nacional se centró en los conceptos de derecho de autodeterminación, soberanía e independencia nacional, que no independencia política estatal. Estos objetivos se complementaban con la defensa de una economía autocentrada y más diversificada -incluida una industrialización por sustitución de importaciones-, así como neutralidad de Canarias respecto de los grandes bloques militares.

Un proyecto que quedó aislado y superado por los acontecimientos, aunque conserve elementos vigentes de interés. Su consecución requería articular una alianza popular que incluyera al capital canario, buena parte de cuya acumulación originaria procedía de la emigración venezolana y en el antiguo Sahara español. Ese es el objetivo que animó a la efímera UPPC, en cuyo seno el Partido Popular Canario se inscribía en la tradición autonomista de Secundino Delgado de principios del siglo XX. En el fondo una visión actualizada del modelo librecambista en lo comercial establecido con los Puertos Francos de mediados del siglo XIX, y de especialidades económicas y fiscales del Régimen Económico Fiscal de 1972, y de defensa de un amplio autogobierno dentro de una España más democrática y descentralizada. Un modelo ampliamente superado y modificado por la integración plena de Canarias en el entonces llamado Mercado Común Europeo, en favor de ciertas especialidades agrícolas de exportación y, sobre todo, de una economía turística a gran escala y bajo control exógeno.

Un modelo pactado entre el gobierno del PSOE y el nuevo nacionalismo canario, finalmente agrupado en Coalición Canaria (CC). Una CC nacida de la confluencia entre partidos insularistas procedentes de la extinta UCD, que habían creado las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC), e Iniciativa Canaria (ICAN). Esta ICAN era una plataforma integrada por el PCE en Canarias-Izquierda Canaria Unida, liderado por José Carlos Mauricio, asamblearios y sindicalistas cristianos de base y el MIRAC-UNI. Ese fue el momento de la disolución de facto del MIRAC-UNI, una parte de cuyos militantes se integraron en CC, y otra siguieron distintas trayectorias políticas personales.

Visto retrospectivamente, creo que las grandes limitaciones del PUCC fueron:

- Su incomprensión de que la democracia era un objetivo duradero, no meramente una trampa ni un instrumento a utilizar para preparar la revolución social. Una revolución que no resultó ineludible ni próxima, y que quedó desacreditada por el final de los sistemas del socialismo real. Aquella concepción situó al PUCC en la abstención frente a la Constitución de 1978, un “pecado original”, digamos leve (no fue un voto en contra), pero que condicionó su trayectoria posterior.

- Su incomprensión de que el capitalismo puede ser injusto, pero que, considerado globalmente (de ahí la necesidad de abordar la globalización no como problema, sino como oportunidad), es necesario y positivo para mejorar las condiciones de vida de la gente y avanzar en la superación de las desigualdades. Los problemas ecológicos, de desigualdad hombre-mujer, de pobreza, de violencia y conflictos bélicos, no son exclusivamente fruto del capitalismo y de la democracia liberal, ni exigen su destrucción, sin alternativas mejores viables. Lo que exigen es la reforma y mejora del capitalismo y de la democracia realmente existente.

Una comparación con Podemos

¿Podemos representa el mismo tipo de partido y de política que el PUCC de los años setenta y ochenta del siglo pasado? Hay algunas similitudes. Pero también diferencias sustantivas, además de las de contexto. Podemos exhibe una gran habilidad táctica, pero adolece de superficialidad teórica. Su sustitución de la idea compleja de sociedad, movimiento social, sujeto del cambio social y hegemonía, en el sentido de Gramsci, por los de “indignados” (de clase media o incluso acomodada) y de la “gente” frente a una supuesta “casta” atrincherada en las instituciones democráticas, es susceptible de derivas populistas poco recomendables. Su idea de la autodeterminación se ha convertido en un subterfugio para deconstruir la unidad compleja y difícil de la sociedad española, por separaciones y fracturas que no aportan más cohesión ni solidaridad, sino todo lo contrario. Podemos puede evolucionar en Canarias hacia ser un instrumento efectivo de renovación y cambio social, como lo fue el PUCC, aún con sus errores y limitaciones. O puede incurrir en la tentación de la mera desestabilización y demolición de las instituciones democráticas. Y ya tenemos suficientes antecedentes históricos de que, detrás de eso, lo que acecha es la frustración y, en el peor de los casos, lo que puede ganar terreno no es “otra democracia”, o “más democracia”, sino el fascismo, aunque eso no sea lo que se pretenda.

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