Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

LA INVASION DE LOS LADRONES DE CUERPOS

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En los Estados Unidos de América, la patria de la libertad, se vivían aquellos convulsos años en estado de constante alerta, gracias, entre otras cosas, a los delirios de un senador republicano, Joseph McCarthy, quien, ya a finales de la década de los años cuarenta, había iniciado una histeria anticomunista, luego catalogada en los libros de historia como el Macartismo.

El demente senador, secundado por individuos tales como Roy Marcus Cohn -tachado por sus oponentes como alguien mucho más peligroso que el mismísimo senador republicano- y por futuros presidentes como Richard Milhous Nixon, así como por diversos grupos de presión ultraconservadores, terminó declarando a todo el que le quisiera oír, que América estaba llena de espías, quintacolumnistas, traidores y saboteadores a las órdenes de Moscú y en cualquier momento, los “rojos” se aprestarían a invadir y esclavizar al Mundo Libre.

Senator Joseph McCarthy (left) with Roy Cohn during a Washington, DC, hearing in April 1954. (AP Photo)

Durante esos años se instauró la consigna “todos sospechamos de todos, incluidos nuestros familiares más directos”. Bastaba que alguien dijese algo contra el Tío Sam para que fuese señalado a gritos como un “commy” (comunistas). Sin tener pruebas, ciudadanos inocentes fueron perseguidos, despedidos de sus empleos, arrestados varias veces, llevados al suicidio... De aquella época nos quedan episodios tan grotescos como la defenestración de la Editorial de cómic EC, o las acusaciones contra de personalidades del mundo del cine -encabezadas, éstas, por Elia Kazan-, las cuales supusieron la interrupción y/o el final de muchas carreras dentro del Star system de Hollywood.

Otra sobresaliente víctima, ganador de dos Oscar de la Academia, y que no pudo ir a recoger ninguno de los que recibió, fue el escritor James Dalton Trumbo, miembro de lo que luego se conoció como “The Hollywood Ten”, que se negó a testificar delante de Comité de Actividades Antiamericanas durante las sesiones celebradas en el año 1947. 2

McCarthy cayó en desgracia en 1.954, aunque la histeria no desapareció hasta décadas después, tal y como demuestra la película The Manchurian Candidate (John Frankenheimer, 1962) Y es que fue precisamente la maltrecha industria cinematográfica quien, en aquel momento y después, continuó reflejando lo que la sociedad pretendía ocultar bajo la alfombra. Eso sí, salvo en contadas excepciones, - tal y como es el caso de la película protagonizada por el cantante y actor Frank Sinatra- donde más se incrementó dicha crítica fue en las películas basadas en invasiones extraterrestres, sobre todo por todo lo anteriormente dicho. En realidad ¿quién se iba a molestar en encontrar una crítica al sistema de vivir y pensar de una nación como los Estados Unidos de América en una película de serie B?

Siguiendo con la imaginería de la época, casi siempre estos monstruosos alienígenas venían del carmesí planeta Marte. Eran tiránicos, desmedidos, colectivistas y traicioneros, igual que los “commies” denunciados por McCarthy. Lo más curioso es que solían atacar a la Tierra empezando por EEUU -al revés de lo que ocurre en la novela original de H.G. Well La guerra de los mundos, donde los marcianos llegaban primero a Inglaterra- para, a reglón seguido, ser derrotados por unos patrióticos norteamericanos, ya fueran éstos, civiles o militares, empeñados en librar al mundo del yugo invasor, llegara éste de donde llegara.

Muchas fueron las producciones que abordaron dicha temática, pero posiblemente hubo dos –dado que la película dirigida en el año 1951 por Robert Wise The Day the Earth Stood Still (Ultimátum a la Tierra, en nuestro país) centró más ese mensaje en la vertiente ecológica y en la excesiva proliferación de un armamento que, de no moderarse en su utilización y acaparamiento, podría llegar a destruir el planeta— que supieron captar a la perfección la tensa y enrarecida atmósfera que oprimía a los habitantes de los Estados Unidos de América. Éstas son Invaders from Mars (William Cameron Menzies, 1953) e Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel, 1956)

Si nos ceñimos a la segunda de las producciones anteriormente citadas, ésta adaptó la novela The Body Snatchers escrita por Jack Finney y es, con mucho, la realización que mejor supo llevar hasta la gran pantalla el ambiente y la realidad social de aquellos años. La película, rodada en un sofocante y opresivo blanco y negro, fue dirigida por un todavía desconocido Donald Siegel, por lo menos hasta que el realizador se hiciera cargo de dirigir la primera entrega cinematográfica de las andanzas del inspector de policía de la ciudad de San Francisco Harry Callahan, Dirty Harry, un personaje interpretado por el actor y también realizador Clint Eastwood. Y pese a lo que los carteles y a la imagen estereotipada que por entonces se tenía de este tipo de producciones, la película dirigida por el realizador norteamericano no se trataba de una cinta donde los invasores llegaran a lomos de un platillo volante.

Becky Driscoll (Dana Wynter); Jack Belicec (King Donovan), Theodora 'Teddy' Belicec (Carolyn Jones) y el doctor Miles J. Bennell (Kevin McCarthy) en una imagen de la película Invasion of the Body Snatchers © 1956 Walter Wanger Productions.

En esta ocasión, la invasión extraterrestre estaba liderada por unos extraños seres con forma de vainas, los cuales habían comenzado a duplicar a los habitantes de la tranquila e idílica población de Santa Mira.

Será el doctor del lugar, Miles Bennell, quien, junto con su novia, Becky Driscoll, comience a dar crédito a quienes dicen que sus familiares han cambiado y que ya no son los mismos, aunque tengan el aspecto de siempre. Dada las dudas que asaltan al buen doctor, tras comprobar el cambio de actitud de algunos de sus pacientes, la pareja empieza a averiguar qué se esconde tras todo aquello. Ambos descubrirán, en una inolvidable escena en un vivero -la cual no figuraba en el relato original- que se trata de vainas extraterrestres caídas del espacio exterior que “copian” a los seres humanos dormidos más cercanos, física y mentalmente. Ante la magnitud del descubrimiento y la incapacidad de no poder comunicarse con las autoridades deciden abandonar el lugar.

El doctor Miles J. Bennell (Kevin McCarthy) y Becky Driscoll (Dana Wynter) en una imagen de la película Invasion of the Body Snatchers © 1956 Walter Wanger Productions. Photo by Silver Screen Collection/Getty Images

© 2019 Silver Screen Collection.

Comienza, entonces, una de las huidas más angustiosas de la historia del género –y, por qué no decirlo, del séptimo arte— que concluye con uno de los finales más desasosegante de cuantos se han rodado en los más de cien años de historia del arte cinematográfico.

La inclusión, después, de los pases previos -donde se incluyó aceleradamente un prólogo y un epílogo, para convertir la película en un Flashback, ante las reacciones del público que vio las proyecciones previas- no desvirtúa uno de los mayores alegatos contra quienes propugnan y tratan por todos los medios de imponer un pensamiento único, no importa si viene de ideologías políticas, creencias religiosas o posturas académicas.

El doctor Miles J. Bennell (Kevin McCarthy) en una imagen de la película Invasion of the Body Snatchers © 1956 Walter Wanger Productions.

Dos décadas después, la vigencia del relato continuó en las dos versiones estrenadas en los años setenta y noventa del pasado siglo XX.

Matthew Bennell (Donald Sutherland) en una imagen de la película Invasion of the Body Snatchers © 1978 Solofilm.

La primera de ellas, La invasión de los Ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1977), dirigido por Philip Kauffman, más que un remake se la puede considerar como una continuación. La película repite casi todos los acontecimientos básicos del original, pese a cambiar lugares y personajes, además de darnos las pistas para que podamos deducir que estamos ante un “qué pasó después”, sobre todo por lo inquietante de la premisa original.

Esta teoría se reafirma al incluir una secuencia donde los protagonistas ven a un hombre ya cercano a la senectud que corre hacia su coche y les previene acerca del peligro que pronto ellos descubrirán. Después, muere atropellado. El desconocido es el actor Kevin McCarthy, quien encarnara al joven doctor Miles Bennell, en la cinta de 1956. ¿Se trata de un homenaje? ¿O es, realmente, el doctor Miles original, que continúa luchando para detener la invasión que comenzó en Santa Mira, décadas antes?

El doctor Miles J. Bennell (Kevin McCarthy) en una imagen de la película Invasion of the Body Snatchers © 1978 Solofilm.

La tercera versión, Secuestradores de Cuerpos (Body Snatchers 1.993) fue dirigida por Abel Ferrara y -a pesar de estrenarse después del final de la Guerra Fría- su vigencia continuaba igual de fresca, dado su ataque frontal contra los que buscaban posicionar a la ciudadanía contra enemigos externos, cuando tenían de sobra dentro del país. Dicho esto, Bill Clinton estaba llegando a la Casa Blanca, después de más de una década de control presidencial republicano.

Marti Malone (Gabrielle Anwar) en una imagen de la película Body Snatchers © 1993 Dorset Productions, Robert H. Solo Productions and Warner Bros.

Esta versión es la que, frente a las otras, identifica la invasión extraterrestre con la soledad que sobrecoge a las personas que viven en nuestro planeta. La protagonista principal, la siempre inquietante y frágil Gabrielle Anwar, interpreta a una joven que ve cómo su vida queda destruida por unos seres que quieren acabar con el individualismo, con lo que nos hace diferentes, y propugnan lo que cualquier sistema dictatorial; es decir, un pensamiento y una mente única, tal y como le queda claro a su hermano pequeño después de una clase de pintura en la escuela de la base militar en la que están viviendo.

Secuestradores de Cuerpos es igual de desasosegante, asfixiante y no aporta ningún momento de tregua para el espectador, pero, encima, está dotada de una cotidianeidad que la hace mucho más cercana a la pesadilla de la que no se puede despertar que las dos películas anteriores. Además, en esta ocasión, los recién llegados no están por la labor de abandonar nuestro planeta, tal y como su, ya transmutada madre adoptiva, Carol, le repite… Where you gonna go, where you gonna run, where you gonna hide? Nowhere... 'cause there's no one like you left.

Carol Malone (Meg Tilly) en una imagen de la película Body Snatchers © 1993 Dorset Productions, Robert H. Solo Productions and Warner Bros.

Hay una tercera adaptación, Invasión (The Invasion, 2007) dirigida por Oliver Hirschbiegel y protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig, junto con la actriz Veronica Cartwright, la cual ya participó en la segunda adaptación de la novela de Jack Finney, en el año 1977. La película, si bien mantiene ciertas dosis de tensión y desasosiego, heredadas de sus predecesoras, no logra atraparte con la misma intensidad, ni revolverte las entrañas como, por el contrario, sí que consiguen las tres películas anteriormente citadas.

Las tres, aunque muchos quieran ver en ellas sólo un alegato anticomunista producto de la Guerra Fría, son un ataque frontal contra aquellos sistemas donde sólo se ofrece una línea de pensamiento oficial, obligando a posicionarse a sus ciudadanos, so pena de sentirse aislados o rechazados, en un sentido o en otro.

Además, la pegajosa sensación de agobio que cada una de las tres películas transmite supone un hito que pocas veces se ha logrado contagiar con la claridad que dichas películas destilan y lo peor es que, al salir a la calle, la realidad, es en muchos casos, aún peor

Y, para terminar, las tres son una buena muestra de cómo un género menor puede servir de vehículo para denunciar problemáticas que el resto parecía querer evitar, por si alguien se sentía disgustado con ello. Lo malo es que todavía seguimos teniendo que mirar qué hacemos, en pleno siglo XXI, no vaya a ser que algún fanático -de ésos que cada día abundan más en los gobiernos de buena parte del planeta- nos tenga reservada una vaina fresca debajo de la cama para que veamos el mundo, su mundo, con el mejor color, cuando la realidad, la de VERDAD, está grabada en blanco y negro, sin matices ni dobleces que traten de disimular lo que pasa a nuestro alrededor.

© Eduardo Serradilla Sanchis; Helsinki, 2019

© 1956 Walter Wanger Productions

© 1978 Solofilm

© 1993 Dorset Productions, Robert H. Solo Productions and Warner Bros.

Notas:

1- Finney, J. (1955). The Body Snatchers (1st ed.). New York, NY: Dell Publishing.

2- El guionista ganó su primer Oscar en el año 1953 por Roman Holiday (William Wyler) y el segundo, tres años después, por The Brave One (Irving Rapper, 1956)

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