La teniente Shara Bey y su marido, el sargento Key Dameron, llevan luchando contra el tiránico Imperio galáctico desde la batalla de Hoth. La primera, pilotando un caza de combate, y el segundo, lidiando con el sinsentido de una contienda, desde el suelo de una y mil batallas. Para ambos su compromiso y su motivación están claros: mientras el Imperio no sea derrotado no habrá esperanza, ni libertad en la galaxia.
Sin embargo, resulta muy complicado y doloroso mantener una relación de pareja en medio de una contienda que, a pesar de las victorias, parece no tener fin. Una vez que la segunda Estrella de la Muerte desapareció del cielo -y con ella, el degenerado emperador Palpatine- la rebelión pensó que la pesadilla estaba a punto de terminar. Por desgracia, Palpatine tenía preparado un plan de contingencia y tocaba regresar a filas y continuar con la lucha, mucho antes de que las heridas y las pérdidas sufridas durante el ataque a la estación espacial y a la base situada en la luna del planeta Endor hubieran dejado de sangrar.
Para el sargento, su misión le llevaría junto al comando liderado por el general Solo, mientras que la piloto era asignada a una delicada misión, la cual le llevaría a conocer y pelear junto a la mítica princesa Leia Organa. Juntas debían viajar hasta el planeta Naboo, cuna de Palpatine, y llegar a un acuerdo con la princesa Soruna, soberana del lugar.
En sí, el viaje ya era de por si peligroso, dada la inestabilidad reinante, pero cuando el planeta sufrió un ataque de la flota imperial, la situación se complicó mucho más de lo que las recién llegadas hubieran deseado. Aquel ataque puso sobre el tapete de juego el interés por Palpatine por continuar con su campaña de terror y, ¿qué mejor que asolar su planeta natal para demostrarlo?
Claro que con lo que no contaba el difunto emperador era con el espíritu indómito de las tres féminas, las cuales, a lomos de los vetustos, pero aún válidos N-1 Starfighter -que todavía se mantenían operativos- se lanzaron al espacio, desafiando el ataque de la todopoderosa flota dictatorial. A buen seguro que, si el emperador viviera, “esto no sucedería”, pensaría el capitán Duvat, oficial al mando del ataque al planeta Naboo, pero es que los tiempos cambian y ya nada es como antes.
Al final, el general Lando Calrissian llegará justo a tiempo para evitar lo que parecía inevitable, aunque el espíritu de las tres pilotos no se había desmoronado lo más mínimo, antes de la llegada de otro de los héroes de la batalla de Endor.
En realidad, el general Calrissian llegó, gracias a la información interceptada por un C3PO obligado por el general Solo a ocupar un puesto en la primera línea de la acción, en vez de lejos de ella. Precisamente, el androide de protocolo había pasado a formar parte del mismo contingente en el que está destinado Key Dameron y, sin saberlo el “lingote de oro”, baqueteado en mil contiendas, terminó por ser responsable de la salvación de Shara Bey.
¿Y después de una nueva victoria, qué más queda? Poco. Un viaje hasta una base imperial en el planeta Venite, lugar en el que el comandante Luke Skywalker quiere recuperar algo que el emperador Palpatine robó tiempo atrás y que debe ser devuelto a donde pertenece. ¿Lo lograrán? Basta con leer el cuarto número de la serie limitada Star Wars Shattered Empire -Imperio Destruido, en nuestro país- para saberlo.
No obstante, les recomendaría que se leyeran toda la serie limitada, Shattered Empire, magníficamente escrita y dibujada por Greg Rucka y Marco Checchetto, Angel Unzueta, Emilio Laiso y Andres Mossa, tanto si se es aficionado a la saga galáctica como no. Está claro que quienes tenemos referentes de todo lo sucedido anteriormente la disfrutaremos un poco más, pero, para quienes hayan conocido la mitología galáctica -creada por George Lucas cuatro décadas atrás- a causa del estreno del Episodio VII, esta serie es ideal para ir conociendo sus entresijos.
De todas formas, tengan presente que muchas cosas de las que aquí se cuentan, ni siquiera se pensaban en los años setenta: tres pilotos femeninas atacando una flota imperial, ellas solas y sin compañía masculina… Ahora sí, pero antes, ni por equivocación, y aunque fuera en un cómic.
Y tampoco pierdan de vista el apellido del sargento, sobre todo, porque su descendencia tendrá mucho que contar en los próximos años, tanto en la gran pantalla como en las páginas de unos cuantos cómics. Seguro que sí.
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Sobre este blog
Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.
