La portada de mañana
Acceder
Gobierno y PP reducen a un acuerdo mínimo en vivienda la Conferencia de Presidentes
Incertidumbre en los Altos del Golán mientras las tropas israelíes se adentran en Siria
Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Santa Brígida también tuvo su particular 'Rusia Chica' durante la represión franquista

El barrio de La Angostura, conocido en 1936 como La Rusia Chica. (ALEJANDRO RAMOS)

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

Santa Brígida nunca ha sido un municipio con tradición de liderar movimientos de izquierdas. Sin embargo, La Angostura, un pequeño barrio situado al norte de esta comarca fue paradójicamente uno de los principales focos de represión durante la dictadura franquista y se le conoció desde entonces como la Rusia Chica.

El cronista del municipio, Pedro Socorro, cuenta que esta denominación tiene su origen en 1936, cuando, unos meses antes de que comenzara la Guerra Civil, se fundó el primer sindicato de la zona, La Sociedad de Oficios Varios, “algo muy avanzado para la época”, destaca. Fue Emilio Hurtado Macías, maestro de la escuela de La Calzada, quien se encargó de organizar a los jornaleros para pedir unas mejores condiciones laborales ya que alegaba que “trabajaban como esclavos y de sol a sol”. El docente se acercaba a la finca de El Tejar, que era propiedad de la familia Massieu y ahí llegó a pedir el voto para el partido comunista.

Socorro asegura que este profesor tenía unas ideas muy progresistas. Defendía la imposición de un impuesto a los propietarios de los chalets para destinar su importe al saneamiento de las viviendas de los campesinos, la implantación de la jornada de ocho horas y un jornal mínimo semanal de 30 pesetas. Según el cronista, más de 150 agricultores llegaron a hacer un escrito que posteriormente presentaron en el ayuntamiento de Santa Brígida.

Por estos motivos, tras el golpe de Estado de Franco, Hurtado fue detenido un domingo en su casa con tan sólo 36 años. Al hecho de ser maestro y sindicalista se le sumó que era masón. Este suceso produjo una enorme consternación en el pueblo y “a la gente se le metió desde ese momento el miedo en el cuerpo”, puntualiza Socorro. Emilio Hurtado fue trasladado al campo de concentración de La Isleta y más tarde a Santa Cruz de Tenerife.

El cronista cuenta que después de recopilar diversos testimonios y documentación de la época puede concluir que el propio patrón de la finca El Telar, Juan Massieu llegó a interceder por varios de sus jornaleros, que se habían sumado al sindicato, y que gracias a él se evito que muchos fueran detenidos.

Sin embargo, no todos los campesinos tenían la misma suerte y en la zona se cuenta que algunos tuvieron que esconderse en unas cuevas conocidas en aquel entonces como Los Covones.

Este no fue el único caso de personas que se declararon comunistas o que fueron sospechosas de serlo. Socorro explica que pocos meses después del encarcelamiento del maestro se produjo la muerte de un campesino de la Angostura que había vivido en Cuba y del que se comentaba que trajo hasta ese lugar ideas comunistas. Durante su entierro, mientras se transportaba el féretro a pie se mandó a parar y se percataron de que el cadáver estaba envuelto en la bandera comunista. Los familiares tuvieron que quitársela para poder darle sepultura.

El cronista señala que “si hubo represión en este barrio fue especialmente hacia los maestros”. Entre los casos, se conoce el de la maestra de las niñas, a la que acusaron de haber bordado la bandera con la que el campesino comunista pretendía ser enterrado. “Le amargaron la vida”, asegura Socorro.

A los maestros, por lo general, se les perseguía porque eran sospechosos de inculcar ideas contrarias al régimen franquista entre los alumnos, “incluso se les acusaba de poner lazos rojos a las alumnas o de cantar la Internacional”, afirma. También se les acusaba de quitar crucifijos de las escuelas. Y es que , en toda España, cualquiera de estas excusas era válida para impedir que un docente volviera a ejercer.

Una vida a escondidas

Los años de represión dejan numerosas historias de personas que tuvieron que vivir escondidas por miedo a ser encarceladas. En La Angostura se conocían en aquellos momentos unas cuevas llamadas Los Covones, afirma el cronista de la comarca.  

Entre estos casos, cabe destacar el de Pedro Nolasco Perdomo, un vecino de La Isleta que permaneció escondido en casa de su hermana Margarita. “Realmente se cuenta que se fue cambiando de casas mientras iban muriendo sus hermanas, pues tenía once”, señala el cronista. 

Este hombre fue vocal del comité ejecutivo local del partido socialista y por ello, se escondió tras el golpe militar y no volvió a ver la luz del sol hasta 32 años más tarde. 

Socorro explica que se llegó a pedir en aquel tiempo su cabeza a cambio de cuantiosa recompensa, especialmente para una localidad castigada económicamente como era La Isleta. Por ello, en La Angostura, Perdomo pasó un largo período de tiempo hasta que su hermana murió y se mudó a otra casa. 

Aunque la historia de La Angostura no es tan conocida en Gran Canaria, como sí lo son la de otros lugares como San Lorenzo o la represión en el municipio de Arucas. Pedro Socorro insiste en que aquellos años fueron de “guerra muy incivil” y  añade que aún más cuando se trata de un pequeño pueblo donde se conocen todos.

Etiquetas
stats