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La Palma da sepultura a sus primeros represaliados

El municipio de Fuencaliente dio este sábado sepultura a siete de los ocho cuerpos hallados y pertenecientes a represaliados de la Guerra Civil. El octavo fue puesto en manos de la familia tras los análisis de ADN mientras que el resto recibió sepultura en el cementerio municipal sin que se conozcan sus identidades. De estos siete, uno de ellos sí está identificado, sin embargo su familia, que no ha querido hacer declaraciones, prefirió que sus restos permanecieran junto con aquellos con los que ha estado hasta ahora.

Para la presidenta de la Asociación para la Conservación de la Memoria Histórica de La Palma, Aralda Rodríguez, “es un día que hemos esperado durante mucho tiempo pero triste a la vez por no conocer las identidades” de quienes han recibido sepultura. Y probablemente no se conozcan nunca ya que, tal y como afirma Aralda Rodríguez, “eran muy jóvenes, de diecisiete o dieciocho años, no tenían hijos y sus familias ya no están”.

Sin embargo, los restos están numerados y en el caso de apareciera alguna sospecha sobre familiares, estos podrían realizarse las pruebas de ADN y recuperar los restos si así lo desean. Se pone así el punto y final de estas ocho víctimas de la represión pero no termina la búsqueda para muchas familias que aún desean encontrar a sus familiares.

En concreto son 86 los palmeros que están considerados como “desaparecidos” en campos de concentración y cárceles mientras que en la isla aún permanecen enterrados 44 cuerpos más de los que se desconoce su localización aunque se excava también en el municipio de Puntallana.

Caprichos del destino

Una circunstancia sobrecogía los corazones del centenar de personas que se dieron cita en el cementerio de Fuencaliente para asistir al acto. El viernes fallecía José Manuel Díaz, la persona que inició todas las investigaciones aportando la primera lista de desaparecidos. Fallecía al mediodía y era incinerado al mismo tiempo que los restos de los represaliados recibían el homenaje de autoridades y público. Caprichos del destino.

El presidente de la Asociación para la Conservación de la Memoria Histórica de Tenerife, Alfredo Mederos, intervenía con un emotivo discurso en el que lamentaba la ausencia del propio José Manuel Díaz, cuando, al instante, de entre el público se escuchaba una voz que afirmaba “sí que está, sí que está” y aplauso sobrecogía a los presentes.

También intervenía Melo Díaz, la persona que indicó el lugar en el que debían excavar para encontrar los restos junto al Pino del Consuelo, como se ha denominado el lugar donde se hallaba la fosa. Fue en el año 2006 y a penas iniciadas las labores de búsqueda, aparecía el primer indicio de que el lugar era el correcto al encontrar “una alpargata que aún conservaba restos de dedos humanos”, explica Aralda Rodríguez.

Entonces, Melo Pérez era un niño. La casualidad quiso que acompañara a su padre tirando de un mulo en el lugar y el momento en el que tuvieron lugar los asesinatos. Entonces, recuerda el propio Melo Pérez, su padre le dijo “ándate si no quieres que te toque a ti también”. Aquello permaneció en su memoria durante el resto de su vida. Y fue en el año 2006 cuando llevó a otros hasta el lugar para decir “caven aquí, aquí están”.

“No podemos olvidar”

“Perdonar, incluso a los verdugos” insistía Alfredo Mederos recordando las palabras de Azaña, “pero no podemos olvidar lo que pasó” y calificó este día como el principio de una búsqueda que debe continuar para rendir homenaje “a quienes fueron asesinados sin cometer ningún delito pero por pensar diferente”.

En los nichos 561 y 557, descansan los restos de estos siete represaliados. En su lápida rezan los versos de Elsa López: “Ellos son nuestra memoria / Ellos son nuestros muertos. / Nuestra historia. Nuestro pasado. / Y nuestra firme convicción/de no renunciar jamás / a lo que somos y pensamos”.

Y bajo estos versos los de Miguel Hernández: “Temprano levantó la muerte el vuelo, / temprano madrugó la madrugada, / temprano estás rodando por el suelo”.

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