Un paseo con perspectiva de género por la capital grancanaria: “Las calles no están diseñadas para las mujeres”

Recorrido de las participantes en el encuentro Género, Arquitectura y Ciudad por las calles de Las Palmas de Gran Canaria.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

“La noche y la calle también son nuestras” fue uno de los gritos que millones de mujeres corearon el histórico 8 de marzo que las ciudades de todo el país vivieron este año. El lema retrata el reto que supone para ellas emprender el camino de vuelta a casa. Un trayecto que se vuelve aún más hostil de noche, cuando los comercios cerrados, la iluminación escasa o los callejones estrechos contribuyen a dibujar un panorama inseguro, alentado por el riesgo de agresión sexual. La solución: erradicar este problema estructural. El paliativo: introducir la perspectiva de género en el diseño de las ciudades.

La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ha acogido esta semana el encuentro Género, Arquitectura y Ciudad (GAC) orientado a analizar el grado de adaptación del entorno a las necesidades de las mujeres. El seminario concluyó el viernes con un paseo por la capital grancanaria con perspectiva de género, evaluando la adecuación de sus calles a través de parámetros como la posibilidad de oír y ser oída, de ver y ser vista, de actuar colectivamente o la percepción de seguridad.

Inés Sánchez, una de las arquitectas que ha participado en este congreso, señala que la percepción subjetiva de seguridad limita la rutina. “No vamos a determinados lugares a ciertas horas cuando percibimos un riesgo de asalto sexual contra nuestra integridad”, señala. Según los datos del Ministerio de Interior, la violencia sexual incrementó en 2018 un 19,6% respecto al año anterior en Canarias, alcanzando un total de 556 casos, sin contabilizar aquellos que no se denuncian.

“Avisa cuando llegues”, “te llamo hasta que estés segura” o “ya estoy en la cama” se han convertido en clásicas despedidas. Elsa Guerra, una de las arquitectas ponentes en el congreso, comentaba al inicio del recorrido, en la plaza de Santa Ana, cómo durante la noche y, a pesar de estar en el centro de la ciudad, no se atrevía a ir sola hasta su coche. Asimismo, reconoció que, hasta hace muy poco, las prioridades del urbanismo se limitaban a velar por la calidad de las viviendas y las edificaciones, mientras la perspectiva de género pasaba a un segundo plano.

Asimismo, Inés Sánchez insiste en la importancia de comprender de forma adecuada el concepto vinculado a la seguridad. “Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los delitos sexuales contra las mujeres perpetrados por personas conocidas se dan en el ámbito doméstico”, puntualiza. Además, subraya que el diseño urbano solo puede mejorar esta situación en ciertos aspectos, como en la mejora de la iluminación o la adaptación de los espacios para poder pedir ayuda. “Hay otros factores que influyen, como el nivel socioeconómico de un lugar o sus índices de violencia”, explica.

La escasa presencia de mujeres en puestos de importancia en el ámbito de la Arquitectura, al igual que sucede en otros sectores, puede ser uno de los motivos que explique la falta de inclusión de la perspectiva de género en el diseño urbanístico. Sin embargo, Sánchez incide en que “lo importante es que, seas hombre o mujer, tengas esa conciencia”. Por otra parte, revela que en el País Vasco y en algunos barrios de Barcelona se han dado experiencias interesantes a pequeña escala, tomando como referencia otras realizadas en Viena o Canadá.

El lastre de los roles

El lastre de los roles El paseo por Las Palmas de Gran Canaria continuó por el risco de San Nicolás, donde las presentes valoraron las carencias de este espacio en cuanto a accesibilidad, movilidad o existencia de espacios verdes. “Se trata de un barrio que ha crecido de espaldas a la ciudad. Algo que se ha potenciado aún más con la disposición de la Avenida Primero de Mayo, que casi lo tapa”, apuntó la arquitecta Tamara Febles.

La adaptación feminista del entorno trasciende más allá de la seguridad. Tal y como explica Inés Sánchez, el concepto incluye también aquel urbanismo que mira a la población de forma individual y no mediante un estándar genérico. “Por defecto, suele tomarse como referencia la realidad rutinaria de los hombres”, apunta. La realidad y las necesidades diarias de las mujeres arrastran el lastre de los roles de género que, tal y como revelan las estadísticas, han asignado al género femenino el monopolio de los cuidados.

Por ello, esta mitad de la población sufre en mayor medida la inadaptación de las calles al desplazamiento de las personas que “no tienen autonomía para desplazarse solas en la ciudad”, como los menores, los mayores, las personas enfermas o aquellas con discapacidad. “Las mujeres utilizan el transporte diferente y tienen una cadena de desplazamiento más poligonal, van a más sitios distintos por motivos diferentes. Mientras que la movilidad masculina suele ser más de larga distancia y lineal: de la vivienda al lugar donde desempeñan un trabajo remunerado”, especifica la arquitecta.

El urbanismo feminista no se entiende sin el ecologismo, tal y como señaló Febles, refiriéndose a los objetivos de desarrollo sostenible que persiguen ciudades seguras, resilientes y respetuosas con el medioambiente. “No sé si el futuro es verde y púrpura, pero hay mucho por lo que luchar aún”, concluyó.

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