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DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Retrato de la violencia machista en mayores: aún oculta, más difícil en zonas rurales y muy ligada a la violencia económica

Imagen de archivo de una mujer mayor.

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

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“Me iba anulando y anulando. Te va anulado tanto que te achicas tanto que parece que no sirves para nada”. Así resume C. una de las participantes en un estudio sobre la situación de las mujeres mayores de 65 años que sufren violencia de género en Tenerife, cómo se sentía antes de dar el paso de abandonar a su pareja. El informe reflejó que una de cada tres mujeres atendidas por los servicios especializados en esta isla había convivido más de 50 años con el agresor. Marta Jiménez Jaén es socióloga y una de las investigadoras de la ULL a cargo de este estudio encargado por el Cabildo. Reivindica más recursos especializados para las mujeres mayores que han sufrido o sufren esta violencia y ayudas económicas que no sean temporales, que no estén condicionadas a la inserción laboral ni a los ingresos de la unidad familiar, porque muchas veces “ellas conviven con los hijos porque no les ha quedado más remedio”, resume. También pone el foco en un segundo aspecto: la necesidad de una política habitacional para ellas. “Son condiciones imprescindibles para que puedan sentir que pueden afrontar un futuro con autonomía” y, por ello, pide una hoja de ruta en este sentido. 

El estudio refleja las diferencias existentes entre rangos de edad, ya que a las mayores de 75 años les es mucho más difícil salir de esta violencia que las de un rango entre 65 y 75. Pero también se detectan diferencias entre el ámbito urbano y rural. En estos últimos entornos las mujeres han relatado “más problemas con la atención de la Guardia Civil, más dificultades de apoyo comunitarias y familiares, porque digamos que la presión comunitaria les afectaba en el sentido de presionar para que no abandonaran la convivencia con el agresor”, resume Jiménez. 

Este año, la campaña institucional de Instituto Canario de Igualdad por el 25N pone el foco en estas mujeres, al igual que los cabildos insulares. Se trata de una forma de visibilizar esta realidad y de recordar que se puede pedir ayuda llamando al 112, una llamada que no implica denuncia y que supone el derecho de acceder a atención psicológica, social y jurídica sin denunciar al agresor ante un juzgado o la Policía. “Solo en estos dos últimos años tres mujeres mayores de 80 años han sido asesinadas por violencia de género en Canarias”, enfatizó la directora del ICI, Kika Fumero, durante la presentación de la campaña. Los asesinatos son la punta de un iceberg en cuya estructura se encuentran violencias invisibilizadas y las mayores aún tardan más en contar la realidad que están viviendo. 

La psicóloga especializada en violencia de género Alicia Pérez incide en que muchas mujeres sí que están dando el paso de dejar a sus parejas. En muchos casos han esperado a que sus hijos e hijas fueran mayores. No obstante, también hace hincapié en la necesidad de ayudas económicas y entornos donde se sientan seguras para hacerlo como recursos especializados para mujeres mayores, con profesionales que tengan la formación para atender a este perfil que “lleva una mochila muy cargada a sus espaldas”. Explica que el mantenerse en estas relaciones de violencia durante tanto tiempo de la vida “incrementa también el daño que sufren” como “el sentimiento de indefensión, el cargar con culpa o sentirse responsable por haberse mantenido en esa situación durante tantos años”. Son sentimientos que también expresan las más jóvenes, pero en el caso de las mayores se ve más agravado por esa mayor continuidad en el tiempo y aparecen problemas de salud, como ansiedad o depresión, que se van cronificando y disminuye también su calidad de vida y su percepción. 

Toda una vida soportando violencia económica

Precisamente, el estudio de la ULL ahonda en los problemas estructurales de la violencia de género en este rango de edad. Marta Jiménez Jaén explica que, por un lado, por la historia de estas mujeres sólo un tercio de ellas tienen pensión de jubilación, muchas de ellas además lo que han gestionado es el divorcio, pero no la violencia de género y, por lo tanto, “no tienen facilidad para acceder a las pocas ayudas, dependen algunas de ellas de los pagos de pensión compensatoria de los agresores que normalmente no cumplen, y por lo tanto, muchas están en una situación de dependencia de sus hijos que son quienes las han acogido porque la mayoría abandonan la vivienda y no tienen a donde ir”, resalta. 

En el documento se refleja que la mayoría de las mujeres (60%) “estaba excluida de la toma de decisiones económicas” en la vida familiar, el 55% “no recibía aportaciones económicas para los gastos del hogar”, y a la mitad “no se les dejaba realizar trabajo remunerado ni estudiar” (un porcentaje superior al que obtuvo Cruz Roja en un estudio estatal). Pero también más de un tercio de las parejas/exparejas “se apropiaban del dinero de ellas”, y casi un 30% lo hacía de su patrimonio. “Ellas han vivido la violencia económica y ha supuesto que una parte de los agresores a ellas no las mantenían realmente. Y han tenido que estar improvisando fórmulas para resolver las necesidades económicas de las familias pero como normalmente en esta generación eran fórmulas de trabajo en situación irregular”, resume la socióloga. 

La socialización de estas mujeres durante el franquismo también ha condicionado sus vidas. Jiménez recuerda que se les decía frases como: “Te casas para toda la vida” o “te ha tocado el marido que te ha tocado y tienes que aceptarlo”.  Si a ello se le suman “unas condiciones materiales de vida y culturales que no apuntan a que ellas se vieran en la posibilidad de romper la relación pues efectivamente todo eso suma”. Por su parte, la psicóloga Alicia Pérez apunta que el hecho de mantenerse en estas relaciones puede también estar relacionado con “estrategias propias de adaptación”, pues tras toda esa historia de maltrato durante esos años “ella intenta adaptarse porque es la forma de supervivencia que ha tenido durante toda su vida. Imaginemos las personas mayores de hoy en día son personas que no tuvieron acceso a un empleo mínimamente digno como podamos tener ahora, o eran amas de casa o se dedicaban a economía sumergida, con lo cual también tenían una situación de dependencia económica a sus parejas y tenían la visión vital del proyecto de vida de me caso, tengo hijos y esto es para toda la vida”. 

Pérez resalta que muchas de ellas han contribuido con economía sumergida a los ingresos familiares o han tenido trabajos más precarios, con lo cual muchas veces se sienten dependientes por los escasos ingresos obtenidos. Cabe recordar que, según los datos del informe Foessa, las mujeres son las que siguen teniendo mayores tasas de pobreza y pensiones más bajas por esta realidad. La experta también hace hincapié en ello: “Ha habido un déficit importantísimo de mujeres que no han cotizado e impide que ellas piensen en la posibilidad de separarse porque no pueden cubrir esas necesidades básicas”. En este sentido, influye también el hecho de “muchas veces inevitablemente se vinculan al trabajo de los cuidados que siempre han hecho y por el que se les ha reconocido”. Por ello, apunta que muchas mujeres mayores han construido esa identidad generando esa dependencia a los vínculos, y  es “complicado quitarles ese papel, que es por el que se les ha valorado socialmente”, expone. 

Problemas de salud por la exposición a la violencia

La socióloga Marta Jiménez insiste en los  problemas de salud física y mental que arrastran estas mujeres y subrayó que el personal sanitario muchas veces asocia esos problemas a la edad, “pero no se plantea muchas veces que tengan como origen la violencia y en general se tiran de la medicación, pero no se ponen en marcha protocolos de si puede ser una situación de violencia de género”, detalla. La investigadora apunta que el deterioro  físico y mental es cierto que va relacionado a la edad, pero cree que hay que hacer un esfuerzo constante con el personal sanitario de formación “para que siga profundizando en cuándo constatar y sobre todo preguntar”. En el estudio, las mujeres que admitieron haber hablado de la violencia que sufrían con su médico aseguraron que lo habían hecho porque ellas habían sacado el tema, no porque se les preguntara al respecto. La perspectiva de género cree que debe incorporarse en todos los ámbitos, también en la judicatura y la policía para detectar estas realidades. 

Alicia Pérez destaca que “el cuerpo es muy sabio y somatiza todo este tipo de situaciones” y lleva a estas mujeres a padecer “alteraciones psicológicas, agotamiento emocional, apatía, falta de motivación, incluso que tengan cosas que antes les gustaba y ahora les cuesta hacer, ansiedad, depresiones… problemas para conciliar el sueño… Lo importante también es que este tipo de maltrato afecta también a la identidad y el autocontrol de estas mujeres mayores”, resume.  Señala que es diferente trabajar con mujeres de 30 que de 65 años, ya que la narrativa y forma de explicar las cosas va a ser muy diferente. Subraya que, por ello,  hay que observar y en esa escucha “ver qué nos cuenta, cómo nos lo cuenta, si ella realmente visibiliza que es víctima de violencia o comenta su situación pero no lo verbaliza”. Destaca la importancia de ir poco a poco en esa narrativa que ella  va contando sobre lo que ella ve, qué entiende por ese sufrimiento, por ese dolor de varios años. 

Doble violencia: machista y por razón de edad

Pérez apunta que “tanto el sexismo en esta sociedad como el edadismo son formas en las que se discrimina a las mujeres mayores y se da conjuntamente”. Por ello, incide en la importancia de atender a esa doble situación de vulnerabilidad y cree que es importante abordar esta problemática desde una perspectiva “tanto social, cultural como de género”. Insiste en que las mujeres mayores muchas veces no cuentan lo que les pasa incluso a su familia para evitar cualquier tipo de “ofensa , vergüenza, daño a sus hijos” así como el miedo a las críticas por separarse del marido después de toda una vida, “así como todo un conjunto de creencias que hace que las mujeres se sientan más solas”, afirma. 

Jiménez insiste en que se reconozcan esas dos formas de violencia que sufren. Una es la violencia de género y otra es la violencia por la edad; “mujeres que después de salir de la convivencia con su agresor están expuestas  a situaciones de  violencia de familiares que las acogen”. En el estudio se refleja la violencia que llegan a sufrir por parte de sus hijos y se reivindica más formación en este sentido por parte de los agentes sociales. Así mismo, se recoge la “importancia del trabajo comunitario con ellas”. 

Hijos adultos que han sido víctimas no reconocidas

Otro aspecto llamativo del estudio de la ULL es que se constató que los hijos e hijas de estas mujeres que crecieron y sufrieron esa violencia “no están reconocidos como víctimas, porque en la realidad solo se reconocen a los menores pero no a los adultos”, señala Jiménez. Las investigadoras plantean que se afronte un cierto reconocimiento sobre todo a efectos de darles la oportunidad de recibir atención, “porque en ese cruce de violencia edadista y de género a lo mejor en algunos casos se resuelve ofreciéndoles atención psicológica a los hijos e hijas que quieran, dándoles información y los recursos que pueden estar disponibles para sus madres. Hay un vacío institucional ahí”, remarca. 

Jiménez apunta que se trata de hijas e hijos que crecieron en ese contexto de violencia y en la encuesta aparece que una parte de ellos recibían también malos tratos físicos y psicológicos y fueron testigos de la violencia en su casa. La socióloga indica que la respuesta de ellos ha sido diversa; unos acogen a la madre, otros no, otros apoyan al padre, otros huyeron del hogar… 

Más de cien mujeres asesinadas

Desde que entró en vigor la Ley canaria 16/2003, de prevención y protección integral de las mujeres contra la violencia de género, en Canarias, han sido asesinadas 101 mujeres y 8 niños y niñas. Además, 22 menores quedaron en orfandad desde el año 2013. En los últimos dos años, tres mujeres mayores de 80 años fueron asesinadas por este motivo. 

El pasado mes de julio fue asesinada una joven de 34 años en plena calle de Santa Cruz de Tenerife por su expareja. La Delegación del Gobierno confirmó muy después este crimen como un caso de violencia de género. El hombre fue detenido el mismo día en un inmueble de la calle donde la apuñaló. En mayo, Clothilde, de 82 años, fue asesinada por su pareja, Ángel. Eran originarios de Galicia, pero se encontraban en Los Cristianos. Al hombre se le imputa un delito continuado de malos tratos y otro de asesinato por las agravantes de alevosía, parentesco y de violencia de género. 

*Tiempo de exposición a la violencia de género (porcentajes)

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