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La violencia vicaria analizada por expertas: busca dañar a la madre a través de los menores y no es un caso aislado

Registro en la vivienda de Tomás Gimeno, que presuntamente secuestró a sus hijas menores. EFE/Miguel Barreto

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —
8 de mayo de 2021 06:00 h

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“No las vas a volver a ver”. Es la amenaza que realizó el tinerfeño Tomás Gimeno a la madre de sus hijas de 1 y 6 años la noche en la que desapareció con las menores. Sobre él pesa una orden de búsqueda internacional tras abrirse diligencias por presunto secuestro. Aunque se barajan diversas hipótesis sobre el caso, que se encuentra en investigación, la amenaza supone un ejemplo de la conocida por las expertas como violencia vicaria, un término acuñado desde la psicología y que se conoce como la ejercida en el marco de la violencia de género con el objetivo de hacer daño a una mujer a través de sus hijos, por el vínculo afectivo que el maltratador conoce que siente la madre hacia ellos. No es un caso aislado, ya que juristas, psicólogas y mujeres profesionales de distintos ámbitos especializadas en casos de malos tratos explican que se vive cada día, en especial en los procesos de separación en los que el maltratador pierde el control sobre su pareja. 

Las abogadas especializadas en Igualdad y violencia de género María del Pino de la Nuez y Esther Perdomo coinciden en que es muy habitual detectar violencia vicaria en los procesos de divorcio y en los juicios por violencia de género. “Es la utilización de los menores por parte de los maltratadores para herir y continuar maltratando a las mujeres que han sido sus parejas”, remarca de la Nuez. Se manifiesta por medio de amenazas, insultos, vejaciones y a través de la utilización de los menores, a quienes en ocasiones se les manipula o incluso llegan a recibir violencia. Ambas insisten en que en todos los casos debe prevalecer el interés de los menores antes que el derecho del padre a la patria potestad. Por esta causa se solicita la suspensión del régimen de visitas mientras dure el proceso judicial por violencia de género; también porque los menores han convivido con esta violencia o han estado presentes. Para la directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI), Kika Fumero, es además una “violencia instrumental” ya que utiliza a los hijos para “causarle a la mujer un daño mayor si cabe del que podría realizarle a ella si la amenazara directamente”. 

Esta violencia, explica Fumero, provoca sufrimiento a la mujer, pero también le produce culpa, “la sensación de mala madre, de no estar ejerciendo bien ese rol dando protección a sus hijos e hijas y somete a la víctima a mayor control”, apunta. En este sentido, añade que es una manera que tiene el maltratador de tener a su expareja sometida, de que obedezca, porque la tiene amenazada con que le hará algo a sus hijos. La abogada María del Pino de la Nuez remarca que esta violencia psíquica que se ejerce sobre la mujer debe detectarse también a través de todo ese malestar y esas dolencias que se producen en su cuerpo y que se manifiestan en los partes médicos. En el caso de los menores, también lo muestran con episodios de terror nocturno, cambio de actitudes, conductas más agresivas, cambios en el rendimiento en el colegio… “Debe prevalecer siempre el derecho a la vida libre de violencia”, resalta la jurista. 

Consecuencias psicológicas

Sobre las consecuencias de la violencia en los menores, la psicóloga experta en violencia de género Virginia Suárez añade que su sufrimiento es similar al que se produce cuando viven en medio de un conflicto bélico ya que el hogar ya “no es un lugar seguro”. Explica que los menores pueden ser considerados víctimas directas desde el embarazo, cuando las mujeres también pueden sufrir episodios de violencia por el maltratador. En el caso de la violencia vicaria apunta también esa coacción que se ejerce sobre las mujeres y cómo los menores son utilizados como arma de control. Por ello, subraya que, aunque España cuenta con una de las mejores leyes en materia de violencia de género, “nos hemos olvidado del después”, en el sentido de que una vez se inicia el proceso de la separación y la denuncia se puede seguir sufriendo violencia. El trabajo que se realiza con estos menores es largo y bastante duro ya que supone una reparación del apego. 

La doctora en Psicología y profesora jubilada de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Asunción González Chávez, que ha investigado sobre la violencia de género, recuerda que sobre los mecanismos de control del maltratador sobre los hijos se lleva estudiando desde hace años, pero no con el término violencia vicaria. Señala que el presunto secuestro de las menores en Tenerife o los casos de padres que han asesinado a sus hijos son casos extremos cuyo fin es dañar a la madre, pero existen otras formas para ejercer este tipo de violencia como comprar a los hijos con caprichos que la madre no se pueda permitir con el único fin de dañarla y de ponerlos en su contra. La investigadora asegura que son dañados en sus propias identidades en la infancia y los patrones hegemónicos de masculinidad y feminidad hacen que las niñas se identifiquen con la figura de la madre maltratada y los niños puedan perpetuar en la vida adulta el rol aprendido por el modelo de padre maltratador. En ambos afirma que se genera un sentimiento de ansiedad, miedo e inseguridad, pero los patrones hegemónicos hacen que los hombres exteriorizan la agresividad ante la frustración y las mujeres la interiorizan. 

Por ello, sostiene que para acabar con este machismo en la sociedad es necesario que hombres y mujeres revisen su patrón; aprendiendo desde pequeños a verbalizar las emociones. En el caso de ellos, que tengan presente que en las conductas de maltrato esconden un déficit en su sentimiento de masculinidad, por lo que utilizan el poder sobre la mujer y los hijos. Se trata de un sentimiento que considera que hay que trabajar, de manera que los niños aprendan a verbalizar las emociones. En el caso de ellas, que desde niñas se les enseñe a ser más asertivas y a expresar lo que quieren y cómo, además de no colocar el amor en el centro de las expectativas vitales. Para lograrlo ve clave realizar psico dramatizaciones en la escuela, de manera que se ayude a transformar esos patrones. 

El mito del buen padre

Todas las expertas coinciden en que un maltratador nunca puede ser un buen padre ya que ha ejercido violencia hacia su progenitora, por lo que no puede ser un buen modelo. La portavoz del Foro contra la Violencia de Género de Tenerife, Elisa Pérez Rosales, lamenta que parte de la sociedad y de la justicia siga entendiendo que ese estatus del pater familias es un derecho. Se tiende a pensar en el padre como “el patrón, el amo y quien controla todos los miembros de la familia, incluida la mujer”. Es tajante en que “un maltratador puede ser cualquier cosa, pero no es un buen padre” ya que los maltratadores rompen la estabilidad de los niños y niñas, lo que afecta a su estabilidad emocional, psíquica y cognitiva. “Es muy grave porque aunque el objetivo sea la madre en medio quienes están son los niños y niñas”. Asunción González Chávez recuerda que en sus entrevistas con mujeres maltratadas algunas le aseguraban que su pareja era un buen padre. “Esto es porque los maltratadores pueden tener relaciones afectivas con los hijos en algunos momentos. En el ciclo de la violencia hay toda una parte en la que está más tranquilo y puede tener una parte emocional, de afecto con los hijos, pero el problema es que son personas que cuando se vuelven violentas les da igual que estén los hijos de por medio. No siempre les pegan, pero en otras ocasiones sí”, aclara. “Es vivir en una dictadura”, resume. 

“El desarrollo integral de los menores es lo que hay que mirar y no se puede estar bien en un ámbito de violencia, ni con una persona con la que la menor o el menor va a estar en alerta porque ha visto cómo ha reaccionado con la madre”, indica la abogada María del Pino de la Nuez, que remarca que el Convenio de Estambul, la Carta de Derechos Fundamentales, la de Derechos de la UE y la ley del menor obligan a primar los derechos de los menores. “Que sea el padre biológico no quiere decir que sea un buen padre” y añade que, en los casos de violencia de género, ese hombre deberá cumplir una pena por el delito y recibir una educación en valores para que entienda que lo que está haciendo está mal y que esas frases como “no vas a volver a ver a tus hijos” o “te voy a dar donde más te duele” no se puedan permitir. Además, recalca la importancia de rechazar el falso Síndrome de Alienación Parental (SAP), que no tiene ningún tipo de sustento y es rechazado por el Consejo General del Poder Judicial o la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, hay juristas que lo siguen aplicando para tratar de quitar las custodias a las madres. 

Los indicadores de riesgo son muy necesarios y, en este sentido, el sistema Viogen contabiliza actualmente en Canarias 34 menores que están en seguimiento con riesgo medio y en un caso en riesgo alto, según se refleja en el último informe del Ministerio de Interior, correspondiente al mes de abril. “Si estamos hablando de proteger, es mejor que nos pasemos protegiendo mucho a que haya desprotección”, agrega Esther Perdomo. 

El duro camino hacia la denuncia 

En el llamado ciclo de la violencia, Asunción González Chávez recuerda que aparecen esos momentos llamados de “luna de miel” en los que el maltratador adula a la mujer y le dice que no puede vivir sin ella. “Algunas mujeres me llegaban a decir: ¿qué va a ser de él sin mí?”, por tanto, existe “un sentimiento de poder en la relación en la que le dice que ella es lo más importante para él”. Por ello, apunta que, aunque es importante denunciar, no todas las mujeres están psicológicamente preparadas desde el principio. En una de las investigaciones que realizó en Nueva York en el año 2000 detectó que la media para separarse era de siete intentos antes de lograrlo. Recuerda el caso de una profesora que contabilizó hasta en 28 ocasiones las veces en las que había intentado dejar a su pareja.  

De La Nuez apunta que, como reflejó la Macroencuesta de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, la mayoría de la violencia está oculta, no es denunciada. Es necesario tener en cuenta el contexto en el que se encuentra esa mujer, que puede recibir presión de la familia, tener dependencia económica o arrastrar el miedo de que la denuncia conlleva un cuestionamiento, una posible falta de credibilidad, tener que estar demostrando, que visibilizar… Destaca que hay que tener sensibilidad y aplicar la perspectiva de género desde los profesionales de la justicia, hasta la Educación o la Sanidad. “No hacer una justicia con perspectiva de género tiene como consecuencia que las mujeres no sean creídas, que sean cuestionadas, revictimizadas y hace que el maltratador esté sin ningún tipo de control”, explica la portavoz del Foro contra Violencia de Género de Tenerife, colectivo que lleva años pidiendo que “no recaiga toda la responsabilidad sobre las mujeres”. 

Esther Perdomo agrega que los menores también pueden sentir miedo de verbalizar la situación en el proceso judicial. Defiende que es importante solicitar ayuda a una abogada o abogado con especialización en violencia de género. “Verle como informador es clave” para que la mujer pueda ir decidiendo qué hacer y en qué momento. Así mismo, insiste en tener claro el principio del interés del menor, que exista celeridad a la hora de detectar cualquier tipo de violencia y en concreto cuando está dirigida a los menores, así como sumar más medios a la administración de la Justicia. En este punto coincide de La Nuez ya que los informes aún tardan mucho tiempo. “Tenemos normativa, pero debemos seguir abarcándola”, amparar a todas las víctimas y hablar de todas las formas de violencia. Ambas juristas recuerdan que existen centros especializados de atención a las mujeres donde pueden pedir asesoramiento, no solo legal sino también psicológico. También existe el Dispositivo de Emergencia para Mujeres Agredidas, del 112, entre otros. En este último, las llamadas han seguido aumentado este año. 

La violencia solo entiende machismo 

Kika Fumero resalta que la violencia no entiende de nacionalidad, clases sociales o nivel de formación. “Solo entiende de la educación y socialización a la que estamos sometidas por la cultura y el patriarcado”. Explica que hay una estigmatización hacia las personas con menos recursos y que, en el caso de las que tienen más, hay una doble lectura ya que pueden tener más posibilidades económicas para separarse o divorciarse, pero a veces se tiende menos a solicitar ayuda. En el caso del presunto secuestro de las niñas de Tenerife, cabe recordar que el padre proviene de una familia acomodada y disponía de estudios universitarios. Se dedicaba al negocio familiar, como la administración de fincas, una de ellas ya registrada por la Guardia Civil. 

González Chávez matiza que aunque no haya un perfil, hay personas que sí que son más vulnerables por las infancias que han vivido. En su investigación se veía clara la diferencia entre las familias de las personas que se mantenían en relaciones de violencia durante bastante tiempo y las que no. “Influye el haber recibido violencia y el haber sido objeto de conductas de control”. Además, las personas que han vivido estos episodios también son más proclives a tener depresión, ansiedad, trastornos de conducta alimentaria… En el caso de los maltratadores recuerda que la mayoría de mujeres que entrevistaba reconocía que sus parejas habían tenido experiencias dolorosas en su infancia y “como el patrón de la masculinidad favorece que los hombres ante las situaciones de conflicto puedan ejercer el poder en la pareja y manifestar la agresividad”, se pueden convertir en maltratadores. 

El papel de los medios

Las expertas insisten en que para abordar la violencia de género y que los medios se sumen a la labor de acabar con ella en la sociedad es necesaria una implicación que ayude a no ahondar en estereotipos y a huir del morbo. Fumero hizo un llamamiento hace unos días para recordar algunas reglas básicas sobre cómo informar. Reprocha que aún hay medios que se acerquen al vecindario a preguntar cómo era el presunto secuestrador de las niñas y dar datos como que era un buen padre, que saludaba o que hacía deporte. Señala que, aunque la investigación aún está en su curso, hay indicios de que se ha cometido un secuestro, por lo que no cabe ahondar en ese estereotipo y en perfiles que ayuden a perpetuar la idea de que, pese a todo, puede ser un buen padre. En ello coincide la portavoz del Foro contra la Violencia De Género y las abogadas que creen que aún hace falta visibilizar conceptos y hacer más pedagogía. Recuerdan que ante todo hay unas niñas que no se sabe dónde están y una madre que está sufriendo. 

El caso de Tomás Gimeno

La agencia Efe ha confirmado que a Tomás Gimeno le constan antecedentes penales por amenazas y peleas. Así mismo, a finales del pasado año amenazó verbalmente a la madre de sus hijas, como ella misma alertó, pero no presentó denuncia. Sin embargo, se puso en marcha el sistema Viogen y los agentes realizaron un seguimiento de oficio y, en marzo, volvieron a preguntarle a Beatriz si todo iba bien. Ella confirmó entonces que el episodio de las amenazas de diciembre no se había repetido. Las últimas amenazas, sin embargo, las realizó la misma noche de la desaparición. Solo se tiene la certeza de que zarpó en un barco, que se localizó un día después en alta mar sin ocupantes y sin el ancla puesta. La sillita de la bebé también apareció flotando. Las cámaras de seguridad solo detectaron que él había salido del puerto con el barco. 

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