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Yo soy de un pueblo...

Camy Domínguez

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Yo soy de un pueblo donde un alcalde considera tras las elecciones que los datos que se obtienen de ellas son incomprensibles. Un pueblo donde para venir a ocupar el sillón de la alcaldía ha tenido que hacer una larga peregrinación: primero de concejal del Partido Socialista, durante años olvidado secretario general de dicho partido, luego, quedando descabalgado de ese cargo, se crea un partido nuevo por desavenencias personales con miembros de su mismo partido y arrastra consigo a unos pocos idealistas que creen en él y saca un concejal en las elecciones de 2011.

A mí cuando lo escuché en la toma de posesión me pareció muy digno, pero luego me di cuenta de que había sido golpeado duramente por la amnesia y no recordaba nada de su pasado. En una palabra: era un hombre nuevo, ingenuo. También eso le pareció a la gente porque a las siguientes elecciones se asoció a un partido de clara ideología independentista, Nueva Canarias.

A alguien tenía que arrimarse si quería que se le tuviera en cuenta, porque ya se sabe que la unión hace la fuerza y solos no vamos a ninguna parte. Ahí ya empezó la cosa a desvariar, aunque sacó cuatro concejales en 2015. Pero poco a poco se le fueron yendo y este señor alcalde amnésico se reunía también como buen miembro del PSOE para celebrar con sus compañeros de partido el “día de la rosa” y posteriormente se asocia con los Progresistas de Icod, a cuya cabeza iba un tránsfuga de otra nueva facción recientemente escindida del PSOE.

Al parecer también pretende en el futuro unirse con otro tránsfuga de este mismo partido que recientemente ha sacado un rédito bastante suculento bajo las siglas de Alternativa Icodense. Amores como el de Liz Taylor y Richard Burton son los que yo nunca he entendido.

También yo soy de un pueblo donde una catequista (apoyada por sus congéneres) tiene en mente la idea fija de ser alcaldesa, si no de nombre sí de competencias. Y poco a poco y con artes de virgen pura va ganando terreno “a la zorrona”, como dicen en mi pueblo. Primero consiguió ser concejala ella solita en 2003 y se reventó a trabajar para hacerse con un segundo escaño en 2007, lo que le valió para conseguir un pacto y más de medio ayuntamiento y tener amedrentado a un alcalde y ocho concejales (bueno, en realidad a mí nunca me amedrentó pero sí me hizo llorar muchísimo y callé por mantener la estabilidad del ayuntamiento, pero si eso no era acoso, que baje Dios y lo vea). A fuerza de mil zancadillas y trampas y de salir en todas las fotos, en las siguientes elecciones se posicionó con cuatro concejales, sin gran talla, pues solo ella movía los hilos de sus marionetas.

También soy de un pueblo donde toda la vida había gobernado el Partido Socialista desde los tiempos en que la UCD fue desbancada por un grupo de chicos nuevos que decían seguir un modelo asambleario. Pero se fueron acomodando y finalmente quedaron fagocitados por el Partido Socialista. El líder asambleario se fue a otro sillón más interesante y dejó en el suyo a su pupilo, el cual no era muy brillante pero sí muy astuto, un animal político, decían. Este comenzó a ganar elecciones a lo bestia, con amplísimas mayorías, con lo que usar el rodillo era la técnica más recurrente para resolver la vida política municipal. Estas mayorías se fueron mermando por el desgaste de los años e históricos golpes de efecto, hasta que un buen día el astuto líder sintió el aliento del enemigo en el cuello y tuvo que abandonar el sillón merced a un pacto.

También soy de un pueblo donde vi crecer a un chiquillo que un buen día decidió cambiarse de electricista a ingeniero con la misma facilidad con que creaba partidos y sedes donde ubicarlos, hasta que se subió a la tabla con unos que estaban en la cresta de la ola gracias a Albert Rivera y merced a ello consiguió hacerse con un escaño a nombre de ciudadanos.

También soy de un pueblo donde un buen día un grupo decidió crear un partido y unirse a las siglas de la incipiente ATI. Progresivamente fue creciendo y por la suma con otras ideas parecidas acabó llamándose Coalición Canaria. En las elecciones de 2003 pasó de tener seis concejales a nueve, entre los que estaba yo. Formábamos un grupo compacto, no teníamos nada que perder pero sí mucho que ganar y nos movía la ilusión de arrancarle el sillón al pupilo astuto que con sus segundos, terceros y cuartos espadas se daba a las tropelías y a la vergonzosa corrupción, dejando al pueblo a la buena de Dios. Y en el 2007, si bien ganamos unos pocos más de votos, no subimos en número de concejales como para que nuestra ilusión se hiciera realidad por sí sola, por lo que tuvimos que recurrir a un pacto con la catequista de las zancadillas. ¡Maldita sea la hora! Yo me descolgué en 2011 y ellos continuaron. No podía más. En 2015, con apenas siete concejales, mis compañeros se propusieron la hazaña de gobernar en solitario, mientras la oposición, cuatro partidos, duplicaban esta cifra.

Yo soy de un pueblo donde poco tardaron los lobos en dejar de respetar al cordero y verlo como un plato suculento, tiernecito. Dos años de maquinaciones mientras mis compañeros trabajaban a destajo para enderezar lo que el pupilo astuto había vuelto a torcer. Aquellos fieros lobos ni lo pensaron dos veces. Se reunieron derechas, izquierdas, centros, todo un potaje, cada cual con sus claros u oscuros intereses, se inventaron un humo que vender en treinta folios que nunca mostraron y ¡hala! Hicieron una moción de censura. Dijeron que para trabajar por el pueblo cuando en realidad ningunearon su decisión de quién querían como alcalde.

Yo soy de un pueblo donde en menos de dos años se han vuelto a celebrar las elecciones y el corderito (al que llamamos Francis, como cuando estábamos en el cole), por aquí y por allá, les ha restado apoyos a todos los lobitos haciéndose con un número superior de concejales al que nunca antes tuvo este partido.

Yo soy del pueblo de Icod de los Vinos donde el actual alcalde en funciones todavía piensa que los datos de las urnas son incomprensibles, no está capacitado para comprender la decisión de un pueblo sabio de no quererlo a él como alcalde. No sabe interpretar los datos de las urnas. No entiende que mi pueblo quiere diez veces más a otro candidato que a él.

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