Santa Cruz de Tenerife duplica en cinco años el número de afectados por la exclusión residencial extrema

Miguel Chinea posa en el Parque Viera y Clavijo de la capital tinerfeña

Fabián Sosa

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“La calle no se la deseo a nadie. Ni a mi peor enemigo”, dijo mientras apuraba hasta el filtro las últimas caladas de su cigarro. Desde hace cuatro años, Miguel Chinea sobrevive como puede en una situación que afecta, según un informe reciente del Cabildo en colaboración con Cáritas Diocesana, a 1.784 personas a lo largo y ancho de Tenerife.

Entre todos los que se encuentran en situación de sinhogarismo en la Isla, 470 duermen en un refugio nocturno, 318 viven en estructuras no convencionales, 226 habitan en una vivienda insegura, 137 se alojan en construcciones que no son apropiadas para la habitabilidad y 603 no cuentan siquiera con un techo bajo el que poder dormir. Es el caso de este santacrucero de 55 años que, tras experimentar conflictos con otros usuarios en algunos de los centros de acogida de Cáritas, decidió hace ya 11 meses no volver a hacer uso de esas instalaciones: “Yo soy un tío tranquilo, pero ya he tenido algún que otro rifi rafe ahí. Me han intentado robar mis pertenencias. Luego, quieres dejar las cosas claras y el malo eres tú. Yo paso ya de esos rollos”, protesta.

Después de casi un lustro en la calle, intenta evitar a toda costa ese tipo de enfrentamientos. Por sus palabras, tampoco parece estar muy contento con el trato recibido por parte de los Servicios Sociales que, por otra parte, se encuentran saturados. Es por eso que Miguel duerme ahora en los alrededores de una antigua fábrica de tabacos de la capital tinerfeña. Ahí, al cobijo de unos cuantos bártulos y sobre un viejo somier, intenta refugiarse del frío y, en las peores noches, también de la lluvia. “El tiempo se está revirando”, apunta después de que una ráfaga de viento sacuda con fuerza los árboles del céntrico parque que frecuenta durante el día. Reconoce que desde que sobrevive a la intemperie el clima es una de sus principales preocupaciones 

Un problema insular

Actualmente, hay en Tenerife 1.784 personas que no tienen acceso a una vivienda que cumpla con unas condiciones de habitabilidad mínimas. 78 de ellas son menores. Santa Cruz, por su parte, ha duplicado el número de gente sin hogar en sus calles desde 2016. En el documento relativo al I Plan Municipal de Atención a las Personas Sin Hogar se situaba la cifra en 408. A día de hoy son ya 839, según el ya mencionado estudio de Cáritas.

Estos datos no solo sitúan a la ciudad como el municipio con mayor incidencia, sino que reflejan una distribución desequilibrada del sinhogarismo en la Isla. Solo en la capital se concentra el 47% de la población afectada por esta problemática. Le siguen La Laguna, con el 12%; Puerto de la Cruz, con el 7,5%; Arona, con el 7,4% y Adeje, con el 5,6%. 

Desde el Área de Atención Social del Ayuntamiento de Santa Cruz creen que este desequilibrio se debe principalmente a que es la capital la que tiene una mayor oferta de plazas en recursos nocturnos y, además, es el único municipio que cuenta con un centro de acogida propio. Esto, aseguran, ha generado una corriente migratoria interna que tiene como destino el área metropolitana. Fuentes de la corporación santacrucera consideran que los demás municipios deberían implicarse en ofrecer soluciones a sus vecinos, ya que, según dicen, estos se mueven en busca de una respuesta que no hallan en su lugar de residencia.

En el resto de la Isla no existen centros de acogida de titularidad municipal. Únicamente dos centros de mínima exigencia que gestiona Cáritas Diocesana en Granadilla de Abona y Puerto de la Cruz, con una capacidad de tan solo 16 camas cada uno.

Atención individualizada con recursos insuficientes

Desde Atención Social insisten en que el objetivo principal es conseguir que estas personas se inserten de nuevo en la sociedad, recuperen su independencia y salgan de la situación de exclusión en la que se encuentran. Esto conlleva un proceso que consta de distintas fases. En primer lugar, deben conseguir que el afectado acepte la ayuda de los Servicios Sociales. Lo cual no siempre es tarea sencilla. “Que la persona salga de la calle es el primer paso hacia la integración”, argumenta Rosario González, concejala del Área de Atención Social del Ayuntamiento de Santa Cruz. “Se trata de ayudar a que puedan vivir y llevar a cabo sus procesos de inclusión con la mayor autonomía posible y, en el caso de que sigan utilizando recursos sociales, estén atendidos con la especificidad y diversidad que cada caso exige”, afirma. Y es que, aunque hay patologías que resultan frecuentes, como la drogadicción o las enfermedades mentales, cada uno tiene unas circunstancias y unas necesidades distintas. Por eso es tan importante que puedan recibir una atención individualizada.

Con ese objetivo, Santa Cruz es el municipio que más recursos habitacionales oferta a este colectivo. El Ayuntamiento gestiona más de 200 plazas que se distribuyen de la siguiente forma: el Centro de Acogida Municipal, 96; el Centro de Baja Exigencia, 20; dos pisos supervisados, con 4 plazas cada uno y un piso para jóvenes de 5 plazas. Próximamente se espera habilitar otro de estos últimos con la misma capacidad.

Además, hay que contar también con los proyectos de organizaciones externas que cuentan con el respaldo económico del consistorio santacrucero. Entre ellos se encuentran los cuatro centros de mínima exigencia de Cáritas: Café y Calor, con capacidad para 25 personas; Guajara, que dispone de 18 camas; Ciprés, con 12 plazas y Lázaro, con 12. Sin olvidar las 10 casas del programa Housing First, cuyo objetivo es brindar una vivienda a personas que provienen del Centro de Acogida como primer paso para salir de esa situación de exclusión.

No obstante, si tenemos en cuenta que actualmente hay 839 personas sin hogar en Santa Cruz, las más de 200 plazas que ofrece la ciudad resultan cuanto menos insuficientes para solucionar un problema que requiere de una atención individualizada y que, aunque se concentra en la capital, afecta al conjunto de la Isla.

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