Julián Ayala cumple 83 años arropado por veteranos luchadores por las libertades en Canarias
Un nutrido grupo de personas veteranas de la lucha por las libertades en Canarias que llenaron el casino de La Laguna arroparon la semana pasada al periodista, poeta y activista social y político Julián Ayala la víspera del día en el que cumpliría 83 años, de los cuales sesenta han sido de compromiso con las libertades y por una Canarias más justa desde la visión de la izquierda.
Enrique Caro, uno de los promotores del homenaje, lo describió en su discurso como “magnífico periodista, excelente poeta y demócrata militante” que “ha participado en todas las batallas políticas y sociales de los últimos sesenta años. Su compromiso y su lucha por
la libertad de expresión le costó el despido, aunque afortunadamente pudo volver a trabajar dignamente“.
Julián Ayala se inició políticamente en los primeros años 60 y profesionalmente a inicios de los 70. Forma parte de la historia de la organización universitaria del Partido Comunista, la OPI y el PUCC, que compatibilizó con su trayectoria como periodista, escritor y poeta, además de desarrollar una gran actividad como ciudadano comprometido con iniciativas de todo tipo siempre vinculadas a los intereses de las personas menos favorecidas.
Manuel Julián Ayala Armas nació en Santa Cruz de Tenerife el 28 de enero de 1941 en el seno de una familia burguesa originaria de San Sebastián de La Gomera, pero afincada en Santa Cruz de Tenerife. Su padre, José Ayala León, falleció en 1944. Esta pérdida desmanteló la vida familiar. Las estrecheces económicas marcaron la infancia de Julián, que aprendió las primeras letras en una academia del barrio Duggi que regía un maestro depurado recién salido de la cárcel. Años más tarde, y gracias a la ayuda de algunos parientes gomeros, accedió al colegio de San Ildefonso-La Salle, donde fue testigo del favoritismo de los frailes hacia las familias más pudientes con un trato privilegiado a sus hijos.
Avanzada esa época, Julián y otros condiscípulos amigos empezaron a considerar otras opciones a la vida plana y carente de interés: misa obligatoria el domingo, rezos diarios del Rosario, retiros en la casa diocesana y una enseñanza mediocre y repetitiva. Julián dice que su estancia en el colegio La Salle le vacunó contra cualquier inclinación de tipo religioso.
La entrada en la Facultad de Derecho de la ULL en el curso 1959-1960 supuso un cambio radical en Julián y también en otros jóvenes con apoyo de parte del profesorado. Cursó los tres primeros cursos de Derecho, aunque luego se inclinó por Filosofía y letras aprobando los cursos comunes. Finalmente, su gran acierto fue matricularse en el primer curso de la Sección de Periodismo de la ULL, pues su vida como periodista, comentarista político e incluso como escritor comenzó con tal decisión.
En 1969, ya con su título de periodista, entró a trabajar en El Día bajo la dirección de Ernesto Salcedo, hombre conservador, pero culto y permisivo que dejó trabajar con libertad a los jóvenes periodistas, además de Julián, otros como Julio Pérez, Juan Cruz y Luis León Barreto, que potenciaron y trajeron una visión nueva al periódico. Julián desarrolló de inmediato un amplio e interesante trabajo que incluía entrevistas, reportajes y artículos de opinión. Colaboró también con las revistas Sansofé, Triunfo y otras.
Paralelamente, creó un periódico clandestino que se llamó Frente Democrático, que contaba fundamentalmente con la colaboración de cristianos de base. Se orientaba hacia la lucha por la democracia, la denuncia de los abusos del régimen y la búsqueda de la unidad de las fuerzas democráticas.
En 1976 Javier Muguerza ofrece a Julián trabajar en el recién nacido periódico nacional El País, lo que rechaza por varias cuestiones personales y familiares, recomendando en su lugar a su compañero Juan Cruz Ruiz. Volviendo a El Día, un nuevo director, José Manuel de Pablos, sustituye a Salcedo en el periódico, que en realidad controla el propietario José Rodríguez, furibundo insularista, que en 1980 decidió despedir a Julián, entonces teniente de alcalde y portavoz de Unión del Pueblo Canario (UPC) en el Ayuntamiento de Santa Cruz.
Más de cien intelectuales y profesionales, encabezados por el filósofo José Luis López Aranguren y el senador y dirigente socialista Alberto de Armas, protestaron y pidieron su readmisión, pero fue inutil a pesar del proceso judicial, que declaró nulo el despido y condenó a la empresa a indemnizar al periodista.
En 1982 Julián entró como redactor contratado en TVE-Canarias, donde pocos años después fue fijo por oposición y, en 1987, jefe de los Servicios Informativos, cargo del que dimitió dos años más tarde, incorporándose al programa cultural Ágora. Se prejubiló en 1999 a los 59 años.
Tras un fugaz paso por el periódico La Gaceta de Canarias, Julián Ayala se ha dedicado a lo que más le gusta: además de escribir poesía (Los compañeros de Ulises) y una selección de artículos titulada Desde la orilla, se dedicó en cuerpo y alma a la revista Disenso desde el número 1, publicado en 1991, hasta el número doble, el 48-49, el último de la revista, que se publicó en junio de 2006.
Pese a este a esta dedicación, Julián nunca abandonó el activismo social y político, participó en plataformas sociales, como Asamblea por Tenerife, contra la Ley del Suelo, contra la crisis de las microalgas y los vertidos ilegales, contra el mamotreto de Las Teresitas... Actualmente es presidente de la Asociación de Pensionistas de Tenerife, la más longeva de Canarias, que hace pocos días celebró su décimo aniversario. Sigue escribiendo durante la noche, su gran aliada, puliendo cada texto y colaborando con diversas revistas digitales de aquí y de fuera.
La militancia política
En los primeros años 60, su interés político le condujo a aceptar la invitación de Ángel Benítez, en aquel momento secretario insular del Partido Comunista de España (PCE) en Tenerife y el también dirigente Roberto García Luis, a incorporarse y constituir la
Organización Universitaria del PCE en la Universidad de La Laguna (ULL). Corría el curso 64-65. Llegados de Las Palmas, coincidiedon en el Selectivo de Ciencias de la ULL Carlos Muñoz (vinculado a las juventudes del PCE en Las Palmas) y Enrique Caro
Zamora, que aceptaron la invitación de contactar con quien se convertiría en su mentor y maestro, Julián Ayala, en su casa de la calle Duggi, dando así comienzo la OU del PCE en la ULL.
Corría el año 73 cuando Ayala y los suyos se distanciaron de las resoluciones del IV Congreso del PCE y crearon en Canarias la OPI (Oposición de Izquierdas), que también existía en otros lugares de la Península. Su proceso de maduración ideológica y política siguió avanzando y culminó en la constitución del PUCC a finales del 75, en un encuentro en La Orotava.
Este proceso, que se inicia desde el PCE y continúa en la OPI y el PUCC-MIRAC, es ascendente y respondía a la vocación de atender a las peculiaridades de la sociedad canaria, desde la lucha de clases y respondiendo a la cuestión nacional canaria.
La actividad que realizó este equipo de activistas en esta fase dio resultados políticos importantes. Estuvieron presentes en el movimiento obrero, en el feminismo, en los movimientos vecinales, juveniles, antimilitaristas y por la paz, por la sanidad pública, por los servicios sociales, por la educación pública, por el medio ambiente y participando en la creación de los primeros núcleos de las organizaciones ecologistas del momento.
A su vez el PUCC-MIRAC fue una escuela de formación de cuadros y de luchadores y luchadoras de esos movimientos y por el cambio social, que aún hoy mantienen viva la memoria de reivindicar derechos públicos, libertad y democracia.
Llegó la transición
Y llegó la democracia y con ella, los procesos electorales. Esos jóvenes comprometidos pensaban que eran muchos, pero solo llegaron inicialmente a un 3% de la ciudadanía con derecho al voto. “Estábamos convencidos de que portábamos los valores democráticos, situando como válida para una parte de nuestra gente la ”democracia obrera“, que donde existía no era otra cosa que la dictadura del partido”, dijo Enrique Caro en el homenaje a Julián Ayala en el Casino de La Laguna.
“Vimos ante nuestra impotencia cómo el dictador moría en la cama y la sucesión de la Jefatura del Estado se llevaba a cabo con toda normalidad. Continuaron los mismos jueces, los mismos policías, los mismos generales, los políticos provenientes de la dictadura. Desde la izquierda revolucionaria hicimos lo que teníamos que hacer, y contribuimos a los cambios democráticos habidos. Una gran mayoría se adaptó a los nuevos tiempos y disfrutó de aquella denostada democracia burguesa. Una minoría siguió en la política desde siglas y propuestas variadas, la mayor parte de ellas alejada de los presupuestos ideológicos que defendimos durante los últimos años de la dictadura y la transición.
Julián Ayala fue concejal de la Unión del Pueblo Canario (UPC) y portavoz del grupo en el Ayuntamiento de Santa Cruz. Dimitió por las presiones políticas del periódico El Día. Sufrió momentos de insultos y amenazas. La creación de la UPC fue un gran triunfo para canalizar aquellas ideas y propuestas de futuro. “Aún hoy representa el mayor éxito electoral de Canarias”, en opinión de Caro. Fue un hecho excepcional en todo el Estado gobernar la mayor ciudad-capital de Canarias.
También se recordaron en el homenaje a Julián Ayala las detenciones, el maltrato y las torturas que sufrieron más de 25 militantes del PCE. Y sin duda, el asesinato de Antonio González Ramos por parte del comisario Matute, que ha dejado una huella importante en la memoria de aquellos luchadores. La desaparición del PUCC no fue obstáculo para que Julián y su compañera, Montse, y algunos otros militantes se ocuparan y atendieran, durante años, las necesidades de la esposa e hijos del asesinado, que ha continuado hasta hoy.
Julián Ayala: “Mi compromiso social y político lo renuevo cada día”
Julián Ayala respondió a las palabras de Enrique Caro con un emotivo discurso cargado de referencias políticas, de muchísimas vivencias personales y colectivas y, por supuesto, de análisis de la actualidad geopolítica global. “Según los politólogos, que son esos señores que dicen entender de guerras y otras chapucerías por el estilo, la guerra de Ucrania y, sobre todo, el genocidio de Gaza, pueden ser el preludio de una gran catástrofe. El principal deber hoy, no solo de las izquierdas, sino de todas las personas decentes es oponerse a esa posibilidad”.
Sin embargo lamentó que, “como en otras ocasiones, la mayoría de las gentes practican lo que el historiador romano Tácito llama ”inertiae dulcedo“ (dulce inercia), que es la renuncia acomodaticia a luchar por sus derechos y por los derechos de los demás. Como ha sucedido siempre, solo algunos puñados de rebeldes suelen alzarse contra las tropelías del sistema. Tomados de uno en uno, estos disidentes ”son como polvo, no son nada“, pero en su conjunto constituyen la vanguardia actuante de la parte más sana de la humanidad, la que hace posible obstaculizar y a veces hasta poner dique a la barbarie de los poderosos”. De ahí que, “corrigiendo y adaptando la segunda bienaventuranza del Sermón de la Montaña, bienaventurados sean los rebeldes, porque gracias a ellos los mansos poseerán la tierra... O al menos, lo intentarán”.
“Verdad es que no pudimos satisfacer la principal de nuestras aspiraciones de otros tiempos, cuando éramos jóvenes e indocumentados”, dijo el homenajeado más adelante. “La revolución sigue siendo un objetivo inconcluso y la única vez que estuvimos más cerca de ella o, mejor dicho, que estuvimos más cerca de creernos que ella estaba cerca y que, además de necesaria era posible, fue cuando el viejo genocida bajó a los infiernos. Enrique alude a ello, cuando se refiere al 3% de los votantes, que confiaron en nuestra primera incursión electoral en 1977”.
Y rememorando a Ortega y Gasset respecto a que el esfuerzo inútil engendra melancolía, concluyó que “hay esfuerzos cuya inutilidad no nos exime de la obligación de acometerlos, como nos enseñó otro filósofo más cercano a nosotros, Javier Muguerza, que impartió docencia en la Universidad de La Laguna” incluidas algunas de las personas presentes en el acto de homenaje. Muguerza calificó como melancolía resistente aquella variante de la melancolía que “nace de una conciencia ética empujada por el deber moral de no dejar de perseguir aquello que se considera justo”, rememoró Ayala citando al filósofo.
“Así, son resistentes melancólicos los que tienen, los que tenemos la convicción de que la lucha por una existencia digna o por una sociedad más justa es un imperativo moral y se emprende independiente del éxito que se pueda alcanzar, sin otras vacilaciones que las normales impuestas por la experiencia de los fracasos, más frecuentes de lo necesario para un buen equilibrio emocional”. “Ya no somos los mismos”, enfatizó. “Entre otras cosas porque somos bastante más viejos, y aunque muchos y muchas sigamos fieles a nuestros orígenes, éstos están pasados por el tamiz del tiempo, que, como dice el viejo Heráclito, ”es un niño que juega a los dados“.
Y recordó que su compañera, Montse, y él, dejaron de militar en el PUCC “un día de octubre de 1978”. Pero, aseguró: “Desde entonces, mi compromiso social y político lo renuevo cada día, no me ha hecho falta ningún partido para seguir siendo un activista contra el sistema de opresión capitalista”.
“A lo largo de mi andadura de activista social y político siempre he procurado no actuar individualmente ni imponer mi criterio a nadie. Ni siquiera ahora, en la Asociación de Pensionistas, de la que soy presidente formal por exigirlo la Ley de Asociaciones de Canarias. Las decisiones se toman siempre en asamblea, donde yo soy uno más”, comentó
Juliám Ayala en referencia a sus actividades actuales.. Y concluyó: “Ideológicamente me considero un marxista errático, como se definió a si mismo el ex ministro de finanzas de Ciriza Joannis Varoufakis, solo que me parece que cada vez soy más errático y menos marxista. No es cosa que me quite el sueño”.
0