La política de comunicación del Partido Popular en el Cabildo de Gran Canaria es una absoluta prioridad, como está quedando demostrado con asiduidad. Bueno es que los ciudadanos, a través de los medios de comunicación, conozcamos a qué dedican su tiempo los responsables políticos a los que ponemos al frente de las instituciones, pero hay excesos de comunicación, mayormente destinados a dar brillo al ombligo, que provocan directamente el ridículo. Hoy les acercamos el caso del otro Bravo de Laguna, de nombre Lucas, al que su padre puso como consejero de Deportes de la Corporación con el muy humano propósito de contribuir a labrarle un porvenir en estas lides ante la sospecha de que el chaval puede que no sirva para otra cosa. La nota de prensa, recibida en los medios informativos el viernes, llamaba la atención sobre la entrega al Niño Bravo del cinturón negro honorífico otorgado por la Federación Nacional de Taekwondo en reconocimiento a las ayudas económicas que el Cabildo otorga a este deporte. Nada que objetar al detallazo federativo a un político por cumplir con su obligación, pero sí a esa indisimulable fiebre de los Bravo de salir en la prensa aprovechando la más peregrina excusa. Y a veces sin excusa ninguna, como ha ocurrido con el último pleno del Ayuntamiento de Santa Brígida, del que el Niño sigue siendo alcalde, y donde volvió a protagonizar uno de esos detestables espectáculos de dictadorzuelo de pueblo levitando por encima del bien y del mal que desprecia -por supuesto olímpicamente- los derechos y las críticas de la oposición. Entre los recortes a las actuaciones de los demás y sus amenazas a los concejales desafectos, Lucas Bravo de Laguna pasará a la historia como lo que realmente es, puro e inconsistente humo. Eso sí, ataviado con un cinturón negro honorífico que colgará orgulloso en algún lugar destacado de su despacho para dar miedo.