Es natural que los ánimos se caldeen en momentos tan electorales como los que nos ha tocado vivir en este mismo año en dos ocasiones distintas. Anda el personal con el colmillo revirado viendo fantasmas donde no los hay y retorciendo la imaginación y la demagogia hasta extremos inimaginables. Este jueves había dos acontecimientos en Tenerife muy a tono con el tremor (bonito palabro) electoral que vivimos: por la mañana, en el Cabildo, el PP decidía declararse en rebeldía y no presentarse al pleno en el que iba a debatirse la auditoría que ha puesto a Antonio Alarcó, candidato al Senado, en una situación más que embarazosa. Por la tarde, en La Laguna, la oposición había formulado una alambicada iniciativa consistente en reprobar a un concejal del grupo de gobierno, de nombre Javier Abreu, por haber fostiado de mala manera a los mismos inquietos prosaharauis que en cada convocatoria electoral tratan de reventarle los mítines al PSOE. La acción cabildicia se saldó, como habrán leído en la crónica de Belén Molina, con la inquietante evidencia de que Antonio Alarcó sabrá mucho de medicina, pero de disimular sus campañas de agitación y propaganda en las cuentas públicas está verdaderamente pez. La de la tarde tuvo un momentazo preliminar, el que protagonizó el líder local de Socialistas por Tenerife, Nacho Viciana, con una pareja de diligentes policías locales, que lo pillaron conduciendo sin pasar la ITV. La de su coche, se entiende.