Soria aprovechó el pleno del Parlamento para recordar a los socialistas todas las cochinadas del felipismo, desde Filesa a los GAL, lo que ya empieza a sonar un poco casposo. Pero cada cual defiende su corral como puede. No pareció afectar en exceso el relicario mostrado por Soria a Francisco Hernández Spínola, que prefirió ceñirse al discurso evangélico del líder del PP para recomendarle que en lugar de temer al Mesías tema al Judas. Ante tal variable nos ha invadido una sensación de congoja inenarrable, convencidos como estamos de que en el disco duro de Celso Perdomo que busca Parramón no se encuentra el organigrama de la trama eólica, con su Elefante Blanco en el vértice que todo lo ilumina. Por cierto, muy curioso observar en el pleno de ayer cómo todos los grupos utilizaron a sus portavoces de campaña mientras Soria decidió ser él, como presidente de los populares, el que se batiera el cobre. Pidió lo de siempre, máxima transparencia, máxima diligencia y levantamiento total de las alfombras. Lástima que casi a la misma hora sus chicos del Cabildo aprobaran tapar la boca a Paco Cabrera.