Más llamativa fue la aportación de una lectora que, según relata, fue multada por alteración del orden público por protestar por un claro abuso de autoridad de un agente. Pero volviendo al caso del guindilla engañifa. Lo mejor, parece evidente, es no fiarse ya ni de la mismísima Policía Local, cuyos agentes parecen haber perdido el sentido del humor, el sentido de servicio público que prestan y, mucho más sencillo, el sentido de la medida. Están para servir y proteger a los ciudadanos, no para perseguirlos; están para impedir que conductores con poco civismo importunen a los demás usuarios de la vía pública, no para engañar a dos sufridos contribuyentes que, encima, tienen la candidez de fiarse de un agente del orden. En fin, que terminarán privatizando hasta el orden público y la regulación del tráfico.