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Teatro Pérez Galdós: dramaturgia en estado puro

Fachada principal del Teatro Galdós de Las Palmas de Gran Canaria.

Jonás Oliva

Las Palmas de Gran Canaria —

Cada mes de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro y en Viajar Ahora hemos querido rendir homenaje a las artes escénicas viajando a las entrañas de una de las joyas de Las Palmas de Gran Canaria: el Teatro Pérez Galdós. Soberbio edificio de estilo neoclásico que, desde el año 1890, se erige en el margen izquierdo de la desembocadura del Barranco del Guiniguada, y que se ha convertido con el tiempo en uno de los símbolos arquitectónicos y culturales más preciados de la ciudad.

Un lugar Donde el público grancanario ha disfrutado con las actuaciones de artistas ilustres como Enrico Caruso, Roberto Stagno, Beniamino Gigli, Piero Cappuccilli, Alfredo Kraus, José Carreras, Montserrat Caballé, Plácido Domingo, entre muchos otros. “O también el pianista Arthur Ribinstein, en el año 1916 y con una cola para la compra de entradas que daba la vuelta a la manzana” nos explica orgulloso Bernardino Correa, coordinador de las visitas guiadas al recinto, con quien atravesamos el hall en dirección a la sala principal.

Hoy no hay rastro del ajetreo que invade este vestíbulo diáfano los días de función, con el personal de organización de un lado para el otro cruzando instrucciones asegurándose de que todo transcurre con normalidad; tampoco se escuchan por megafonía los avisos a los asistentes con los minutos que restan para que deban ocupar sus localidades, ni las azafatas se afanan en atender a los más rezagados. Todos suelen lucir sus mejores galas y alhajas en el paseo solemne hasta las escalinatas enfrentadas, mientras unos y otros intercambian saludos y expectativas sobre la obra que van a disfrutar. Pero hoy el único protagonista es el Teatro, que en su absoluto silencio nos maravilla desde el momento en que cruzamos el umbral de la puerta que abre ante nosotros un hermoso habitáculo tenuemente iluminado, en forma de herradura a la italiana y un patio de butacas rojas aterciopeladas.

Huele a teatro, a la madera caoba que cubre todo el interior y se levanta sobre nosotros en tres alturas, hasta el 'gallinero', la zona más popular. “La oscura es caoba de Cuba y la más clara fue traída de la Guinea española” matiza nuestro guía, cuya voz se expande por toda la estancia con una acústica perfecta. No perdemos detalle de sus explicaciones ni de cada recoveco tallado minuciosamente en la madera, como el escudo de la ciudad que luce en el balcón de autoridades. Diseñado por el artista Néstor Martín-Fernández de la TorreNéstor Martín-Fernández de la Torre, igual que el resto de la decoración del edificio por encargo de su hermano Miguel, arquitecto de la estructura actual. “Tiene esta forma porque antiguamente la gente venía al teatro a ser vistos, a presumir de estatus y nivel cultural” explica don Bernardino, a la vez que señala los numerosos palcos y proscenios que se distribuyen por la platea, la planta principal y los dos anfiteatros.

Una sala coronada por una imponente cúpula con lucernario de vidrio azul, decorada con motivos frutales simbolistas y modernistas, esencia de Martín-Fernández de la Torre, sostenida desde el friso de la boca del escenario por Apolo, dios de la música, junto a las musas de la danza y el canto. Lienzos que emanan una tonalidad radiante, con colores especialmente vivos que destacan las diferentes escenas en un ambiente tropical y paradisíaco, alegoría de las bondades climáticas de la isla. Y una de las pocas manifestaciones de pintura mural simbolista existente que, junto a muchos otros valores del edificio, justifican que fuera declarado en 1979 Monumento Histórico Artístico y en 1994 Monumento Bien de Interés Cultural.

De Teatro de la Pescadería a Pérez Galdós

De Teatro de la Pescadería a Pérez GaldósSin embargo, la gloria y esplendor que atesora en la actualidad el Teatro dista mucho de su génesis a mediados del siglo XIX. Se asentaron los cimientos en un solar inhóspito a escasos metros del mar, gracias a la cesión del terreno por parte del Ayuntamiento tras la desamortización liberal de Mendizábal de 1836. Y con vistas a la pescadería y matadero de animales del barrio de Vegueta, “por lo que el olor de aquella zona era nauseabundo, pues todos los desechos se vertían al barranco y al mar sin ningún tipo de tratamiento” argumenta don Bernardino, abogado ya jubilado. “Pero urgía atender a la incipiente afición por la música que se estaba desarrollando en la ciudad con la creación del coro de la capilla de la Catedral y de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas, pionera en España” que hacía insuficiente el cercano Teatro de Cairasco, hoy Gabinete Literario.

Así, en el año 1866, para llevar a cabo esta misión se constituiría una sociedad civil por acciones que permitió recaudar fondos entre la población a través del llamado empréstito patriótico,empréstito patriótico y comenzar su construcción en 1867. Un proceso que se prolongaría por más de dos décadas debido a las dificultades económicas para completar la financiación.

Se hizo lo que se pudo. Un teatro que no contaba con luz eléctrica y en el que se recomendaba a los asistentes que llevaran las sillas de sus casas para disfrutar cómodamente de los espectáculos programados. Que por otra parte y a consecuencia de la insularidad, la lejanía y los todavía deficientes medios de transporte de la época, dependían de la habilidad de los propietarios para convencer de que actuaran en el nuevo edificio a algunos miembros de las compañías musicales y teatrales que hacían escala en el recién construido Puerto de La Luz. Punto estratégico y sustento económico de la capital, en el que los novedosos barcos de vapor recalaban para reponer víveres y carbón en su rumbo a las Américas.

Pero más allá de sus deficiencias técnicas iniciales, fue precisamente su ubicación lo que generó mordaces críticas desde diferentes sectores de la sociedad, marcando el primer nombre con el que los ciudadanos bautizaron al nuevo Teatro, conocido irónicamente como Teatro de la Pescadería. Y como tal, el propio Benito Pérez Galdós a la edad de 19 años lo plasmó en unos dibujos a carboncillo en los que se aprecian diferentes especies marinas comprando entradas para un espectáculo; una orquesta ofreciendo un concierto con el agua hasta el cuello o señores pescando desde la fachada del edificio.

Entonces obra del arquitecto manchego Francisco Jareño, quien había enviado los planos con el nombre malogrado de Teatro Tirso de Molina ya incluido. Pero ante la escasa identificación social que despertó el dramaturgo barroco, finalmente sería reemplazado en 1901 por el actual título, coincidiendo con el exitoso estreno de la obra Electra del escritor grancanario. Más cercano.

La destrucción y resurgir de sus cenizas

La destrucción y resurgir de sus cenizasCon el estallido de la I Guerra Mundial en 1914, la crisis entra a la ciudad también por el Puerto y devasta el maltrecho recinto cultural. Que cuatro años más tarde, el 28 de junio de 1918, y como todo teatro que se precie, contaría con su propia leyenda tras ser pasto de las llamas y quedar completamente destruido. “No se sabe si fue un fantasma el que prendió fuego o alguien intencionadamente para cobrar el seguro ante la imposibilidad de mantenerlo abierto, aunque todo apunta a lo segundo” subraya el guía. Aunque algunos técnicos encargados del montaje de los decorados nos aseguran que a día de hoy se escuchan ruidos extraños en la oscuridad del habitáculo principal.

En 1921, con Bernardino Valle en la alcaldía de la ciudad, el Ayuntamiento adquiere la titularidad y el Teatro Pérez Galdós resurge de sus cenizas en un proceso de reconstrucción que se alargaría hasta 1928, con Miguel Martín-Fernández de la Torre al frente de las obras. Quien se encargaría de diseñar la estructura actual y aportar mejoras al edificio, tanto en su capacidad de aforo como en la visibilidad y comodidad de los asientos, además de las dependencias dedicadas a los artistas.

El maravilloso salón Saint Saëns

El maravilloso salón Saint SaënsTras permanecer unos instantes en silencio disfrutando de la sala principal, continuamos nuestra visita. Volvemos al hall para tomar la escalera de honor que lleva a la primera planta y a medida que subimos los escalones, Bernardino y un servidor nos vamos transformando en personajes galdosianos burgueses. Charlando habano en boca, nos vemos reflejados en los enormes espejos enfrentados a ambos lados de la entrada al salón Saint-Saëns, el área de descanso para los entre actos más importante del edificio.

Una estancia de planta rectangular, con dos pequeñas salas cuadradas en ambos extremos. Rodeada con arcos de medio punto sobre los que vuelven a aparecer los coloridos lienzos simbolistas de Néstor Martín-Fernández de la Torre, que en este caso generaron cierta controversia entre la sociedad de la época. Pues representan grupos de niños y jóvenes de apariencia andrógina, sosteniendo guirnaldas con frutas como plátanos, uvas, piñas o manzanas y exóticos papagayos multicolor. En la parte superior las pinturas reproducen una cornisa que se une a los frisos y al techo con complejas molduras de yeso, de estilo clásico, formando un curioso efecto trampantojo.

La sala es muy luminosa gracias a los nueve ventanales con vidrieras modernistas en el lado de la fachada, elementos distintivos del edificio, pintadas a mano en consonancia con los lienzos del mismo autor. Elegante y suntuosa, el art-nouveau se palpa en todas las piezas decorativas: cerrajería, lámparas, macetones tallados o el papel mural de las salitas laterales que imita a la perfección brocados y terciopelo dorado... La mayoría traídas de Londres directamente por el arquitecto, quien en una muestra de la meticulosidad con la que trató la reconstrucción del Teatro, eligió específicamente la arena de la playa de Tufia por su tonalidad particular, para cubrir la pared que linda con el palco de autoridades.

Sobre el nombre de este espacio, en honor al compositor francés Camille Saint SaënsCamille Saint Saëns, don Bernardino nos cuenta una anécdota curiosa. “Era un músico muy virtuoso, a la altura de Chaikovski, pero al que no le gustaba la popularidad” comienza a relatarnos. “Tras la muerte de su madre en 1888, coincidiendo con el exitoso estreno de su ópera Ascanio, en París, Saint Saëns desapareció sin dejar rastro” prosigue el guía. “Hasta que un día, de casualidad, alguien le reconoció en Las Palmas de Gran Canaria”, donde pasó algunas temporadas empleando el pseudónimo Sannois. Y, conocidas sus virtudes para la música entre los lugareños todavía ajenos a la fama de aquel falso comerciante francés, con quien mantenían una relación muy cercana y amable, el pianista atendió en numerosas ocasiones a las peticiones de que tocara en el Teatro.

“Después le cogió el gusto a la ciudad y a la isla, y venía con mucha frecuencia a pasar largas vacaciones. Hay fotos suyas comiendo sancocho en la Playa de La Laja e incluso en Tafira una vez le pusieron el nombre a unas papas arrugadas, al estilo Saint Saëns las llamaron” concluye Bernardino. También compuso obras para las campanas de la Catedral de Santa Ana, el Valse canariote y le pidieron recomendación para el órgano de la iglesia de Santa María de Guía, que él mismo estrenó.

El Teatro en la actualidad

El Teatro en la actualidadNosotros culminamos esta interesante visita recorriendo la zona que normalmente permanece oculta a los espectadores, pero donde se guarda la magia de este arte. Creemos escuchar a través de los pasillos que llevan hasta los camerinos, los ecos de los actores y actrices dando un último repaso a los textos antes de salir a escena. El crujir a destajo de las máquinas de coser retocando el vestuario en los talleres. Mientras las bailarinas realizan ejercicios de calentamiento, concentradas ante los espejos de la sala de ensayos.

Toda esta área forma parte de la rehabilitación del Teatro Pérez Galdós llevada a cabo en el año 2004, con la construcción del edificio nuevo y la ampliación de la caja escénica, de 30 metros de alto. Sólo por detrás en España del Teatro Real de Madrid y el Liceu de Barcelona.

Un gigantesco cubículo del siglo XXI, que cuenta con la más avanzada tecnología. Luces y decorados automatizados, controlados por ordenador y que son cambiados entre escena y escena en cuestión de segundos por medio centenar de motores eléctricos... “Antes se cambiaban manualmente, a base de martillazos” concluye la visita don Bernardino, dejándonos la sensación de que el Teatro Pérez Galdós tiene vida propia. Y bajamos el telón.

Teatro Pérez Galdós: Dirección: Plaza Stagno sn; Tel: (+34) 928 433 334; Horario: L-V 10.15 – 12-15; Mail: info@teatrogaldos.es

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