Sao Vicente y Santo Antao: la última oportunidad de conocer el Cabo Verde más auténtico
Lo primero que conocimos de Cabo Verde fue la morna. Descubrimos a la inmortal Cesária Evora hace muchos años y nos enamoramos de su voz. Y poco a poco fuimos adentrándonos en los sonidos de un estilo musical mestizo que representa a la perfección lo que es este pequeño Archipiélago situado a poco más de 1.000 kilómetros de las costas de Senegal y a 4.000 de las playas más cercanas de Brasil. Fue territorio portugués hasta hace prácticamente nada (1975). Y todo eso se impregnó en la morna que es un poco fado, un poco modinha brasilera, un poco de los ritmos cadenciosos de esa África cercana… Cabo Verde es, también, la consecuencia de todo esto. De su pasado portugués; de su historia como posta del tráfico de esclavos hacia América; de sus relaciones con ambas orillas del Atlántico. Todo este potaje histórico y cultural dio como resultado un país muy singular que es una de las mejores opciones para introducirse en el complejo universo africano para los viajeros que tienen miedo (totalmente infundado) a viajar por África.
La mayor parte de los que visitan el Archipiélago se quedan en Sal y Santiago. La primera es uno de los nuevos paraísos playeros con grandes hoteles y playas dignas de visitarse; la segunda ejerce de centro del país a través de Praia, la ciudad que ostenta el rango de capital. El resto queda casi ajena a ese trasiego cada vez más abundante de turistas y divisas; pero también al resguardo de la uniformización que llega con el turismo de masas. Sao Vicente y Santo Antao ocupan el extremo norte del archipiélago y forman el núcleo principal del grupo de islas de Barlovento (aludiendo a las que están expuestas a los vientos que llegan desde el interior del océano). Sao Vicente es la ‘capital cultural’ del país (con la ciudad de Mindelo como máximo exponente) y Santo Antao una maravilla aún intacta. La primera es un peñasco volcánico con playas de infarto y la segunda un oasis que, gracias a la altura de sus montañas, ofrece una visión verde muy diferente a la de la mayoría de sus vecinas. Por eso son una combinación ideal para un primer viaje.
COMO LLEGAR : Los aeropuertos internacionales con mayor número de conexiones son los de Sal y Praia. Hasta el Aeropuerto de Sal o Praia vuelan las siguientes compañías internacionales: Cabo Verde Airlines; Binter Canarias; TAP Air Portugal; TUI; Azores Airlines; Transair. La única conexión internacional con San Vicente la hace TAP Air Portugal desde Lisboa. Los vuelos domésticos entre islas son operados por Binter Cabo Verde. La conexión entre San Vicente y San Antonio se hace vía marítima entre los puertos de Mindelo y Porto Novo. Las compañías que brindan este servicio son Naviera Armas y Polar. La travesía dura unos 50 minutos y es posible pasar con coche. La mejor manera de moverse por el interior de las islas es alquilar un coche. Los precios no son bajos. Un 4x4 (lo ideal para no perderse nada) cuesta unos 50 euros al día y los utilitarios puedes encontrarlos a partir de los 30 euros aunque no te los recomendamos. Los aluguers son la forma más barata de moverse en transporte público por las islas. Son combis y camionetas de unas diez plazas con rutas preestablecidas que se mueven entre las principales poblaciones de cada isla. Es una forma muy barata de moverse aunque limitan su alcance a las carreteras más importantes.
MINDELO, LA PUERTA DE ENTRADA A SAN VICENTE : San Vicente es un trozo de volcán aparentemente desolado y áspero. La isla es pequeña y sólo tiene dos poblaciones de entidad: Mindelo, su capital, y Calhau. El resto son apenas montoncitos de casas que se apelotonan en los lugares que quedan al resguardo de las olas; paisajes desolados, volcanes, playas de arenas blanquísimas y aguas transparentes son sus principales atractivos. Pero empezamos por la capital. Mindelo no es una ciudad especialmente bonita. Pero tiene muchísima vida. El centro colonial se articula en torno a la Iglesia de Nuestra Señora de la Luz. Un par de cuadras cuajadas de viejas casas de estilo portugués. El Mercado del Pescado es un verdadero espectáculo. Sobre todo a primera hora, cuando se descarga la pesca del día. Las piedras más nobles de la población están en el Fortín del Rey, antigua fortificación de tiempos de los portugueses. La Playa da Laginha, con sus aguas turquesas y vistas a la contundente geografía de la vecina Santo Antao; las casas de colores de la Avenida Marginal, los puestos de telas de colores que los senegaleses tienen por todos lados; el bullicio de la Plaza Almícar Cabral; la monumentalidad sencilla del Palacio del Gobernador; el ajetreo incesante del puerto…
Mindelo es la ciudad más auténtica del Archipiélago. Dicen que tiene la esencia de la verdadera Cabo Verde. Y es verdad. Interesante de día y aún más cuando cae el sol (los atardeceres desde su bahía son perfectos). La noche de Mindelo es la mejor manera de adentrarse en la cultura local. La morna es el eje en torno al que gira todo. Música y grogue, el aguardiente de caña de azúcar que anima la marcha de Mindelo. Lugares como el Café Royal (Rua Lisboa) o la Casa Café Mindelo (Rua Governador calheiros) son buenos lugares para alternar comida, bebida y morna.
EXPLORANDO SAN VICENTE: Los principales atractivos de la isla están al alcance de los alguers que salen desde la Plaza Dr. Regala (dirección a Salamansa y Bahía das Gatas) y da Estrela (dirección a Calhau). Calhau es la segunda población de la isla y ocupa justo el extremo opuesto a Mindelo. Es una pequeña aldea de pescadores junto a un volcán extinto. La costumbre local es acercarse aquí los domingos para comer pescado fresco. El resto de la semana es un lugar tranquilo en la que se mezclan unos pocos turistas y pescadores. Los campos de lava, los senderos por el volcán y el acceso a las pequeñas y bonitas playas de la zona. El otro centro de interés de la zona es Bahía das Gatas, un paraíso para los amantes de las playas diferentes. Enormes charcones de aguas tranquilas junto a un pequeño pueblo que alterna casas de pescadores y algunos alojamientos turísticos. Si alquilas coche es el mejor lugar de la isla para alojarse. Para amantes del surf y el wind, la kilométrica playa de Salamansa está a dos pasos.
Monteverde es la excepción a los paisajes austeros y desnudos de la isla. El picacho se eleva algo más de 770 metros sobre el nivel del mar, lo justo para recoger algo de la humedad que los vientos alisios traen desde el mar. Un poquito de agua que tiñe de verde austero las cumbres; modesto pero digno de verse. Una pista de tierra sube hasta la cima pero también hay un par de senderos que suben hasta el tope. San Pedro es otra de las grandes playas de la isla; un lugar que se está convirtiendo en un polo de desarrollo turístico con la construcción de varios resorts.
EL VERGEL DE SANTO ANTAO: Algunas agencias ofrecen excursiones de un día a Santo Antao desde San Vicente. Las dimensiones de la más septentrional del Archipiélago permiten hacer un recorrido más o menos exhaustivo en una jornada pero no echar el pie a tierra y disfrutar de uno de los mejores lugares del mundo para practicar senderismo. Es la segunda isla en extensión y también ocupa el segundo cajón del podio en cuanto a su altura. Tope da Coroa rasca las nubes casi rozando los 2.000 metros de altitud. Una muralla que atrapa la humedad y que posibilita que una pequeña porción de la isla (concentrada en el sector nororiental) se vea teñida por el verde. Modestos bosques, barrancos espectaculares, laderas cubiertas de bancales de cultivo y pequeños pueblos de colores encajonados. ¿Playas? No muchas y de arena negra volcánica. Aquí no hay grandes arenales como los de San Vicente o Sal; pero sí paisajes brutales, buenas dosis de cultura local y grogue.
El eje que explica la identidad de Santo Antao es la altura. Lo vertical domina por completo el paisaje condicionando todo lo demás. Si vas sólo un día no podrás, por ejemplo hacer el sendero que va desde Ponta do Sol a Cruzinhas, un camino enlosado de piedra volcánica literalmente excavado en los acantilados y que tiene uno de sus puntos paradigmáticos en el precioso pueblo de Fontainhas. En estos valles verdes (que recuerdan mucho a Canarias desde el punto de vista natural) aparecen terrazas de cultivo y casas de piedra con techo de paja. Valles como el de Ribeira de Paúl más parecido a los campos que se encuentran a 4.000 kilómetros en Brasil que los que apenas distan 1.000 en Senegal. Trópico puro. La cara opuesta de la moneda es el sur y el oeste. Desde el Pico da Cruz hay otro sendero que desciende hacia Porto Novo a través de Morocos, un paisaje de piedras desnudas y viejos volcanes extintos en los que el agua es cosa de ciencia ficción.
EL TARRAFAL Y EL OESTE SALVAJE Y DURO : El volcán de Tope da Coroa domina los eriales que ocupan más de los dos tercios de la isla. Las carreteras aquí son pistas de tierra y a algunos lugares la única manera de llegar es caminando. Subir hasta la cima del volcán no es complicado aunque sí demanda un ar de buenas horas. Ahí abajo, casi a tiro de piedra, se encuentra la playa de arena negra del Tarrafal, que es un lugar ideal para perderse y dejar pasar los días sin preocupaciones explorando las pequeñas aldeas de pescadores que sólo se animan cuando legan las barcas de los pescadores con grandes atunes o peces espadas que rebosan las bordas.
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