Pequeña Guía de Saint Louis. La ciudad colonial del norte de Senegal

Los viejos edificios coloniales sobresalen tras las proas de los cayucos.

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Sólo hace falta echar un vistazo para llegar a la conclusión de que Saint Louis vivió tiempos mejores. Antes de llegar al Puente Faidherbe, la ciudad es un inmenso arrabal de casas descuidadas y calles dónde el asfalto se limita a las vías principales pegadas a la Ruta Nacional 2. Esta carretera parte desde la distante Dakar (a 289 kilómetros) y atraviesa de sur a norte la ciudad en su camino a Mauritania (la frontera está muy cerca). A poco de entrar en Saint Louis, la ruta se encuentra con los esteros que forman la desembocadura del Río Senegal. Casi nadie se queda a este lado del río. En frente del ‘continente’ se extienden las islas de arena que guardan la ría del Senegal del Océano Atlántico. Y hacia allí vamos. El Puente Faidherbe salva los más de 500 metros que separan las dos orillas a través de un verdadero alarde de hierro forjado, hormigón y ladrillo que en sus tiempos (se finalizó en 1897) era una de las obras de ingeniería más imponentes del continente africano. Una vez controlado el interior del país, los franceses vieron que la lengua de agua que separaba la Isla de Sindone del continente era ya más un estorbo que una ventaja estratégica en el caso de un ataque.

Sindone, como la llaman los senegaleses. O Saint Louis a secas, como la bautizaron los franceses en 1659. Una expedición de la Armada gala llego al lugar y estableció aquí la primera plaza fuerte de Francia en el continente africano. La bautizaron en honor a Luis XIV y se convirtió en una posta comercial francesa de vital importancia hasta llegar a ser capital del protectorado francés en Senegal y Mauritania hasta la independencia de ambos países en 1960. A partir de entonces, la pujanza de Dakar sumió a la ciudad en una lenta agonía de decadencia de la que no se ha logrado recuperar. Del esplendor del pasado queda muy poco; pero las calles de Sindone aún guardan el encanto de los tiempos coloniales pese a los desconchones, las casonas convertidas en basurales y la necesidad de alguna mano de pintura. Aún así, una visita a esta parte del país es crucial para entender Senegal en su conjunto. Y además, es una ciudad que, pese a su aire decadente, luce con orgullo su estatus de Patrimonio Mundial de la Unesco y en la que reina la célebre ‘teranga’ (hospitalidad) senegalesa.

COMO LLEGAR A SAINT LOUIS.- La única manera de acercarse hasta Saint Luis es por carretera. Las compañías de autobuses que conectan Dakar con Saint Louis son Teranga Transports y Niokolo Transports. La opción más rápida y común son los taxis compartidos (Sept Place o Siete Plazas) que llegan hasta la Gare Routière de San Luis, a unos cuatro kilómetros del centro. El precio del billete ronda los ocho euros y el viaje dura unas cinco horas. Desde aquí hasta Sindone, un taxi cuesta unos 600 Francos del África Occidental, esto es, unos 90 céntimos de euro. Otra opción un poco más barata es el Ndiaga Ndiaye, combis de hasta 20 plazas que hacen recorridos de larga distancia. El billete Dakar Saint Louis ronda los seis euros y tarda unas seis horas y media.

QUÉ VER EN SAINT LOUIS.- Pese a contar con un gran casco histórico en el que dominan las casas coloniales francesas de dos pisos (nos recordó a algunas zonas de Nueva Orleans aunque en bastante mal estado de conservación), este es un lugar en el que uno puede olvidarse del caos y el ruido estridente de Dakar. Lo primero que llama la atención de San Luis –estamos hablando de su centro histórico- es que es una ciudad relativamente tranquila en la que se puede caminar sin problemas. La mayoría de los edificios están deteriorados, pero hay otros que lucen con todo su esplendor y ayudan a imaginar lo que debió ser este sitio en sus mejores momentos. Como el Hotel de La Poste (Rue De Gaulle), un mito norteafricano con mucha historia. Aquí se alojaban los pilotos del servicio aeropostal francés que conectaban Francia con África y América, entre ellos el genial Antoine de Saint-Exupéry. Las calles de la vieja San Luis está llena de historias. Muchas placas recuerdan el paso y las vivencias de numerosos personajes célebres vinculados con la ciudad. Como el orientalista Pierre Loti, que vivió algún tiempo por estas latitudes.

Saint Louis no es una ciudad de puertas abiertas. La mayoría de los edificios coloniales que están en buenas condiciones son hoteles (uno de los más espectaculares para ver es La Maison Rose -Blaise Diagne, 173-), oficinas o comercios que permiten una visita parcial. Aún así hay varias excepciones: el Museo de Fotografía (Ibrahima Sarr Road), que ocupa una preciosa casa colonial, el Museo Jean Mermoz (Miles Lacroix), instalado en un ala de las oficinas municipales y dedicado a la posta aérea francesa o el antiguo Orfanato de Saint Joseph de Cluny, que ha sido el escenario de varias películas. Otra huella colonial de ‘La Ville’ es la Iglesia de San Luis (Rue de l’Eglise), templo que tiene su contrapunto musulmán en el norte de la isla, dónde se encuentra la Gran Mezquita (Jean Mermoz). Otra manera de encontrarse con la ciudad es su animada vida nocturna. Uno de los puntos fuertes de la oferta cultural local es el Jazz. Durante el mes de mayo, aquí se celebra uno de los festivales más importantes de África, pero la música no deja de sonar durante todo el año en bares y clubes. Los últimos tiempos de crisis han hecho estragos, pero locales como el Flamingo (Rue Bisson, 150) o el Ndar Ndar (Rue Potin) mantienen los neones encendidos durante las cálidas noches locales.

Un paseo hasta Guet Ndar.- Si te acercas a Quai Giraud, la calle que da al brazo oeste del Río Senegal , podrás ver los cayucos amontonados en la otra orilla. Dos puentes comunican La Ville con la enorme y estrecha lengua de arena que protege el estuario del Río Senegal de las olas del Atlántico. Guet Ndar es el barrio de los pescadores de Saint Louis y en sus playas se produce una verdadera revolución cada vez que estas barcas largas y elegantes llegan a tierra cargadas de pescado. Ndar tiene una historia estrechamente vinculada a La Villa. Una historia terrible, por cierto. Los franceses usaron Saint Louis como puerta de salida del tráfico de esclavos que nutrió sus campos antillanos en lugares como Haití. Muchos de esas mujeres y hombres arrebatados a la fuerza del interior de África se quedaron aquí formando una comunidad vinculada al mar a través de la pesca.

DOS PARQUES NACIONALES A DOS PASOS DE SAINT LOUIS.- La desembocadura del Río Senegal es un verdadero paraíso natural en el que rebosa la vida. Este río es mucho más que la frontera entre Senegal y Mauritania. También marca la frontera entre la región sahariana y las primeras manchas verdes de la Sabana. Pocos kilómetros al sur de Guet Ndar tienes la oportunidad de visitar la Langue de Barbarie, que es el extremo sur de la lengua de arena que protege el estuario del Senegal del mar. A parte de varios restos arqueológicos (entre los que se encuentran antiguos fuertes coloniales franceses) aquí puedes ver tortugas marinas y una gran cantidad de aves. Por su parte, el Parque Nacional de las Aves del Djoudj se encuentra aguas arriba del río (a unos sesenta kilómetros de la ciudad) en una zona de humedales que un verdadero paraíso para la fauna. Como su propio nombre indica, el principal atractivo del lugar es la gran cantidad de aves migratorias y residentes que se pueden encontrar (unas 350 especies), pero también hay lugar para reptiles grandes como cocodrilos o varanos y mamíferos como hienas o gacelas. En ambos casos, la visita se hace a través de excursiones con agencias y guías locales.

Fotos bajo Licencia CC: Jon Evans; Patrick Schumacher; Jeff Attaway; Amaury Laporte

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