Un viaje a los Valles Calchaquíes Ruta II: Cachi y la Cuesta del Obispo

La espectacular Quebrada de Las Conchas, una de las joyas de la Ruta 40 argentina.

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El Río Calchaquí muere a pocos kilómetros de Cafayate tras un corto viaje que se inicia en el Cerro Acay, en La Poma. Decir que el Calchaquí es un río corto sería faltar a la verdad, ya que sus aguas se suman al Río Guachipas, que se escapa de la Cordillera a través de la Quebrada de Las Conchas para unirse al Rosario antes de que se añadan las aguas del Arenales, Salado del Norte y, posteriormente, el mismísimo Paraná. Pero el Calchaquí, en sentido estricto, apenas nace y muerte en un instante. Pero es el responsable de este valle maravilloso que asciende hacia el norte en paisajes que no te van a dejar indiferente. En la primera de las rutas planteadas te recomendábamos acercarte hasta Cafayate a través de la Quebrada de Las Conchas. Si has leído el post anterior, verás que los alrededores de la ciudad de las bodegas merecen al menos una jornada de exploración si te limitas al casco y a alguna de las bodegas o dos si optas por hacer alguna excursión por los alrededores de la ciudad –algo que merece la pena-. Hoy te vamos a dar las claves para completar el circuito y volver a Salta.

Uno de los mayores atractivos de hacer la ruta de los Valles Calchaquíes es sumergirse, al menos por 214 kilómetros, en la mística de la Ruta 40, una de esas grandes carreteras que se han convertido en un mito viajero internacional. El camino propuesto alcanza La Poma como límite norte y desanda lo andado hasta el cruce con la Ruta 33 para subir la Cuesta del Obispo. En total, desde Cafayate hasta Salta, se suman 408 kilómetros a los 152 de la primera etapa. ¿Se pueden hacer en una jornada? Es difícil porque a los kilómetros hay que añadir la aparición de otro elemento paradigmático de la 40: el ripio (firme de tierra apisonada). Nosotros hicimos dos noches en Cachi, otro de esos pueblos que merecen la pena para hacer parada y fonda. Una buena opción, si se tiene poco tiempo, es visitar todo lo que queda a mano de la Ruta 40 hasta Cachi; hacer noche en este pueblo y volver a Salta al día siguiente a través de la Cuesta del Obispo. Si haces dos noches en Cachi, puedes seguir hasta La Poma y pararte en algunos lugares de interés que requieren de más tiempo.

RUTA 40 HACIA EL NORTE.- Desde Cafayate, la carretera se pega literalmente al cauce del Río Calchaquí que, en sus vegas más abiertas, se cubre de vides y huertos contrastando con el ambiente árido de las montañas y quebradas. Pasamos junto a pequeños pueblos y aldeas rodeadas de verde y con bonitas iglesias y casas humildes de inspiración colonial. La primera parada de la ruta es, también, otro de los puntos culminantes del viaje. La Ruta 40 atraviesa la espectacular Quebrada de Las Flechas poco después de dejar atrás el pueblecito de Payogastilla. Aquí, el agua y el viento hicieron una verdadera obra de arte esculpiendo cientos de picachos puntiagudos. Es un paisaje irreal; casi de ciencia ficción. El lugar es tan espectacular que fue usado como cementerio por las culturas prehispánicas que sacralizaron estas piedras: y no extraña en absoluto. Por ello aquí también se levantó la iglesia más antigua del valle. A finales del siglo XVII, en lo que hoy es la Finca El Carmen, los jesuitas construyeron un templo sencillo de adobe que ha sido restaurado hace pocos años y desde dónde hay unas vistas divinas.

Esta parte media del valle fue la elegida por los jesuitas para establecer su primera misión. Fue poco después del término de las Guerras Calchaquíes, una sucesión de conflictos armados entre indígenas y españoles que demoró por un siglo la conquista y colonización de estas tierras por parte de la potencia europea. Como contábamos en el artículo anterior, los sacerdotes fueron los que introdujeron las cepas de vid desde las Islas Canarias. En La Angostura establecieron una hacienda con 200 hectáreas de viñedo a finales del siglo XVII y aún pueden verse restos de sus acequias y lagares aquí y en los pueblos vecinos; como en Molinos, que presume de iglesia del siglo XVIII, de Hacienda colonial –de las mejor conservadas del país-,de Museo Arqueológico (Abraham Cornejo sn; Tel: (+54) 3868 494 094), de bonitas casas coloniales con sus particulares puertas esquineras –algunas de finales del XVII como puede leerse en los dinteles- y de importantes restos arqueológicos en Tacuil, dónde hay un antiguo pucará, y en Churcal, con restos de casas de una vieja ciudad. Pero Molinos es también famosa por sus vinos tintos que se producen en su valle fértil y hermoso que se encuentra a 2.400 metros de altitud. A medio camino de Molino y Cachi puedes hacer una parada en Puerta de la Paya, otro de los muchos yacimientos arqueológicos (un poblado bastante grande en este caso) que hay en el valle.

PARADA EN CACHI.- Llegamos a Cachi. Aquí tenemos dos cosas que celebrar. La primera es el retorno del asfalto y la segunda que estamos ante uno de los pueblos más auténticos y singulares de la Argentina. Tanto que tiene hasta un puerto para ovnis, una extravagancia obra del inclasificable Werner Jaisli. El ufólogo de origen suizo construyó en un cerro sobre el pueblo un enorme símbolo de piedras blancas por orden directa de dos extraterrestres que, según cuenta, lo visitaron hace tiempo atrás. Más allá de lo insólito de la construcción y su historia, merece la pena llegarse hasta el lugar para ver el valle desde las alturas. Pero Cachi es famosa por su anclaje histórico. Este lugar tiene uno de los cascos coloniales mejor conservados y más bonitos del país. Destacan las casonas con patio y puertas esquineras, una particularidad típica de la zona. Su Iglesia de san José, aunque con cáscara nueva, tiene corazón de adobe y cardón, lo que atestigua sus buenos siglos de existencia (es de finales del XVI).

Caminar por las inmediaciones de la Plaza Nueve de Julio es una auténtica gozada. Lo que más llama la atención es la fachada porticada del antiguo cabildo, que hoy es sede del impresionante Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz (Juan Calchaquí sn; Tel: (+54) 3868 491 080), una institución que custodia una magna colección de más de 5.000 objetos que abarcan varios milenios de presencia humana en el valle. Si te gustan estas cosas hay varios lugares cercanos que no te puedes perder. El Poblado de La Paila se encuentra a 16 kilómetros de Cachi y se accede a través del camino de Cachi Adentro (el devío se encuentra a poco de dejar las últimas casas de los barrios altos de Cachi). Hay que subir hasta los 3.000 metros de altitud hasta un llano repleto de cardones y viejos muros de piedra que ponen de manifiesto la complejidad de las poblaciones que vivían aquí antes de la llegada de los europeos. Y el otro está ya camino de La Poma. El Granero Inca (Acceso por Ruta 40) es una espectacular estructura de 25 silos construidos con adobe, piedra y madera en una cueva natural. Es uno de los restos incaicos más importantes y mejor conservados del país.

Camino a La Poma, otra parada imprescindible es el Puente del Diablo (Acceso por Ruta 40), una cueva inundada que es una de las atracciones geológicas más interesantes de la comarca. ¿Llegamos hasta La Poma? Si haces noche en Cachi merece la pena. El pueblo no tiene mucho que ver, la verdad, pero sus casitas de adobe y sus huertos son bonitos. Para amantes de los hitos, la Ruta 40 conduce, a partir de aquí, hasta el Abra de Acay, uno de los puertos de montaña más famosos de estos pagos -4.895 metros sobre el nivel del mar-. Ni que decir tiene que las vistas desde allí arriba son brutales. También hay algunos restos arqueológicos interesantes como una apacheta –amontonamiento de piedras que sacralizaban los caminos- y varias estelas con grabados rupestres. Eso sí, el camino es de ripio, hay que cruzar varias veces el río (se precisa 4x4) y hay que recorrer una distancia de 46 kilómetros desde La Poma. Otro lugar increíble es el llamado Potrero de Payogasta, una antigua ciudad incaica que algunos llaman la Cuzco de Argentina. En este lugar, de difícil acceso por una larga pista de tierra, hay restos de casas y construcciones espectaculares. Los muros de una de ellas, la Kallanca –un enorme edificio de planta rectángular-, casi alcanza los siete metros de altura.

LA SUBIDA DE LA CUESTA DEL OBISPO.- La Ruta 33 abandona los Valles Calchaquíes pocos kilómetros al norte de Cachi. Entramos en otro de esos tramos de carretera mágicos que se han convertido en verdaderos mitos en el país de las rutas mil kilométricas. La Cuesta del Obispo tiene 20 kilómetros con un buen tramo de ripio –el trazado es muy sinuoso pero se hace sin problema- y culmina en los 3.340 metros sobre el nivel del mar de Piedra de Molino, un lugar ideal para poner el pie en tierra para echar un vistazo a lo que se deja atrás. Pero antes de llegar hasta aquí hay varias cosas por hacer. Lugares como la Recta del Tin Tin, que da acceso al Parque Nacional Los Cardones y se edifico sobre el mismísimo Camino del Inca. La Cuesta del Obispo, en sentido estricto, comienza tras el alto de Piedra de Molino. Una sucesión de curvas y contracurvas que deja atrás los secarrales Calchaquíes y va acercándose hacia el verde de las yungas, las exuberantes selvas que cubren las faldas andinas. En el Valle Encantado, aparte de paisajes lindos y lagunas, hay abundante arte rupestre. Y también merece un par de paradas la Quebrada del Escoipe, que poco a poco se va llenando de árboles mientras bajamos metros de altitud. Terminamos el relato en El Carril, el lugar dónde se cierra el lazo de esta ruta.

Fotos bajo Licencia CC: Stefano Di Pizio; Jan Hazevoet; AHLN; Simona Cerrato; Lisa Cyr; Ministerio de Cultura; Adam Jones

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