Guía para visitar el Valle de Iya: la joya de Shikoku

Los puentes colgantes del Valle de Iya se construyen a la manera tradicional desde el siglo XII.

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Hasta hace apenas tres décadas, Shikoku era una práctica desconocida hasta para los propios japoneses. La isla, situada a poca distancia de las costa de Honsu (la isla principal del archipiélago nipón), era un lugar remoto al que acudían los peregrinos más devotos para hacer la Ruta de los 88 templos, un camino circular de unos 1.200 kilómetros que recorre los principales santuarios budistas de este territorio casi prístino y alejado de las exuberancias de las metrópolis niponas (este peregrinaje de purificación tiene muchísimos paralelismos con nuestro Camino de Santiago). Hoy, varios puentes conectan Shikoku con Honsu (el más cercano al área metropolitana de Tokio se encuentra en la Bahía de Oasaka –Gran Puente del Estrecho de Akashi; acceso desde Kobe-) lo que facilita el viaje y el contacto rápido con las grandes ciudades niponas. Pero aún así, el interior de Shikoku es un laberinto de montañas y profundos valles en los que crece la más extensa y mejor conservadas de las selvas japonesas. Un lugar en el que se suceden los pequeños pueblos, las aldeas que aprovechan el lecho de los ríos y numerosos templos.

Esta es tierra de fantasmas y vampiros. Los Yurei son almas que quedaron atrapadas en una especie de tierra de nadie y que no pudieron completar sus tránsitos desde este plano de la existencia a la otra. El bosque es también morada de otros seres sobrenaturales y hasta terroríficos como el Konake jiji, una especie de duende maléfico que espera a los viajeros para confundirlos y matarlos. Dicen que a veces se aparece en forma de viejo cansado o de niño perdido y que, de repente, se convierte en piedra de grandes dimensiones para aplastar al incauto (algo frecuente en valles estrechos y lluviosos). Muy cerca de Oboke hay una estatura erigida en su honor.

LAS PUERTAS DE ENTRADA A IYA.- Las dos puertas de entrada tradicionales al Valle de Iya son Iyaguchi y Oboke. Ambas poblaciones cuentan con estación de tren y conexiones rápidas con las principales ciudades de la isla. Oboke es un pueblo muy bonito de ver. El Río Yoshino (el Iya se une al él en Iyaguchi) forma aquí un pequeño cañón de paredes verticales que aleja las aguas del bosque tupido (desde aquí salen barcos que dan paseos por la garganta). A lo largo del cauce podrás ver multitud de peces de tela que ondean al viento sujetos por cuerdas que cruzan el río de orilla a orilla: son los Koinobori, ofrendas para favorecer la pesca. Es el primer encuentro con las selvas que cubren Iya casi en su totalidad. Oboke es un típico pueblo rural japonés. Conserva varias casas tradicionales y viejas terrazas de cultivo practicadas en claros ganados al bosque. También hay varios templos interesantes y monstruos… Ya te hablamos de la efigie del Konake jiji. En el acceso que sube hasta el Parque Fujinosato (una porción genial de bosque nativo repleta de senderos) podrás ver una gran cantidad de efigies de estos duendes, demonios y fantasmas tradicionales (la aldea de los yokai), incluido nuestro monstruo piedra. Si eres amante de la historia o de los samuráis tampoco puedes dejar de visitar el Museo Heike Yashiki dónde se narra la historia del Clan Heike, uno de los protagonistas de la guerra civil Gempei que asoló buena parte del país en el siglo XII. Pues bien, los Heike (o Taira) perdieron la guerra y se refugiaron en los bosques de Shikoku para evitar la venganza de sus enemigos, los Minamoto.

No es mala idea hacer base en Okobe si vas a quedarte varios días por las inmediaciones del Valle de Iya. Si vas con coche de alquiler, desde aquí hasta la base del Monte Tsurugi (fin del valle y otro imperdible de la zona), apenas hay 47 kilómetros; así que en una jornada puedes ver el valle entero y salir por Iyaguchi para ver el cañón del cauce bajo del Iya y la estatua del niño que hace pis, otra de las atracciones populares. También la conexión con Iya mediante transporte público es mejor desde Oboke que desde Iyaguchi (hay un servicio de autobuses que conecta desde aquí las principales poblaciones del valle).  

¿SE PUEDE VISITAR IYA CON TRANSPORTE PÚBLICO? La respuesta es sí. Tres empresas de autobuses cubren las rutas de servicio en Iya con conexiones fuera del valle en Okobe (Shikoku Kotsu Main Bus Lines y Miyosi Municipal Local) durante todo el año. El extremo oeste de la cobertura de la red es Iya Onsen (a poco más de 350 metros de la estatura del niño haciendo pis) y la este es la mismísima base del Monte Tsurugi. Durante la temporada de verano, hay líneas adicionales que conectan Tsurugi con Anabuki y Sadamitsu. Las frecuencias no son muchas (cuatro horarios –dos de mañana y dos de tarde- para las zonas habitadas del valle y sólo dos para el Monte Tsurugi). Pero las distancias no son grandes y puedes alternar viajes en bus y algunas caminatas de un par de horas.

QUE VER EN EL VALLE DE IYA.- El valle entero es una maravilla; desde la desembocadura del Iya en el Yoshino hasta el nacimiento del propio Iya cerca del Monte Tsurugui. SE podría decir que el valle tiene tres partes diferenciadas. Desde Yyaguchi hasta Ichiu (21,5 kilómetros) se encuentran los mejores paisajes agrestes del río que se encuentra encajonado en un verdadero cañón de enormes pendientes y selvas muy tupidas. Si vas con coche de alquiler, es fácil recorrer el lugar e ir parando en los miradores. Si vas en transporte público, una buena idea es dejar el lugar para el último día, ir en bus hasta el Iya Onsen (uno de los muchos balnearios tradicionales que existen en la zona) y hacer a pie los últimos 15 kilómetros hasta Yyaguchi, dónde puedes tomar el tren. Entre Ichiu y Nagoro (29, 2 kilómetros) el valle se abre y permite el establecimiento de un verdadero rosario de aldeas y pequeños pueblos que son una verdadera joya.

Es difícil elegir cuál es el más bonito; pero si tienes que elegir no puedes dejar de visitar cuatro: Kazurabashi y su famoso Puente Colgante (el más antiguo y espectacular de todo el país); la Villa de Ochiai, que atesora una de las mayores concentraciones de viejas casas de la época Edo y templos tradicionales de todo Japón; Higashi, dónde puedes ver la impresionante residencia de del clan Bukeyashiki-Kita (estirpe de samuráis descendientes de los restos de la familia Taira –este `castillo’ de principios del XVIII es el complejo histórico más importante de todo el valle e incluye templos y dependencias. Algunos de los edificios tienen más de 800 años) y un interesante Museo de Historia Local (centrado en las desventuras y supervivencia de los Taira) y la espectral Nagoro, un pueblo casi inhabitado en el que se han ido sustituyendo a los vecinos que han emigrado por curiosos muñecos de trapo a tamaño real; lo llaman la villa de los espantapájaros.

Más allá de Nagoro, el bosque toma el protagonismo absoluto del paisaje hasta llegar a los pies del Tsurugi (10,5 kilómetros). Poco después de dejar atrás Nagoro nos encontraremos con otra de esas huellas del pasado vinculadas al clan Taira. A los puentes de Oku-Iya (dos pasarelas colgantes) se los conoce como los puentes de los esposos (están tendidos en paralelo) y formaban parte del sistema de comunicación del valle. Según cuentan, esrt0os puentes servían para acceder a los bosques que servían de área de entrenamiento militar a los descendientes del clan. Terminamos la visita en el Tsurugi, una aguja de casi 2000 metros de altitud que corona la parte alta del valle y para nada desmerece el significado de su nombre: espada (en la base se encuentra uno de los templos más importantes de la región, el Tsurugi Shrine). Un teleférico (abierto desde principios de abril a finales de noviembre) sirve para salvar lo más complicado de un camino precioso que, como sucede en la mayoría de grandes montes japoneses, está plagado de pequeños santuarios y lugares de purificación. En torno a la cima puedes visitar un puñado de viejos templos y santuarios.

Fotos bajo Licencia CC: SuperTaiyaki; Stephan Ridgway; Robyn Jay; Karl Baron; Dumphasizer; Kimon Berlin

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