Qué ver en el Valle del Jerte: pequeña guía de la garganta de los cerezos

Valle del Jerte. El bosque se mezcla con paisajes aterrazados donde reina el cerezo.

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En cualquier época del año. El Valle del Jerte es el escenario para una escapada ideal en cualquier momento aunque los puntos culminantes del año se producen durante la Primavera, que coincide con la espectacular floración de los cerezos y después del verano, época en la que se produce la Otoñada. En estos meses previos a la llegada de los fríos, los bosques que tapizan las laderas del valle se visten de amarillo, pardo y rojo creando una paleta de colores impresionante. Las previas del Invierno acá son algo muy serio. Entre los meses de noviembre y diciembre se celebran multitud de actos culturales y festivos entre los que destaca un festival gastronómico que es una pasada. Pero como te decíamos, las posibilidades para explorar este rincón del norte de Cáceres se extienden durante todo el año. A finales de enero (días 19 y 20), por ejemplo, se celebra El Jarramplas, un carnaval tradicional en el que un personaje ataviado con una máscara con cuernos y un vestido con multitud de cintas de colores recorre el precioso pueblo de Piornal sembrando el caos y el desconcierto. El otro punto culminante del año se produce a finales de marzo y principios de abril con la floración de los cerezos (hay más de un millón y medio de cerezos en toda la comarca) un hecho que da pie a un completo programa de actos festivos. Pero como te decíamos, venir al Jerte no depende de fechas. Todo el año es espectacular. De finales de abril hasta principios de julio, la excusa es venir a la Cerezada, esto es, la recogida de las cerezas y en verano esto es un verdadero paraíso.

Un valle encantado.- El Río Jerte es un torrente de vida corta pero bastante intensa. Nace en las inmediaciones del Pico Torreón, en la frontera entre las provincias de Cáceres y Ávila (Sierra de Gredos). En apenas 70 kilómetros, este río desagua en el Alagón, uno de los afluentes más importantes del Tajo. Y en su camino recorre una de las vías de comunicación tradicionales entre las tierras extremeñas y los páramos de Ávila. Por aquí pasa el célebre Camino de Carlos V, una ruta que parte desde la localidad de El Barco de Ávila y pasa de vertiente en el Puerto de Tornavacas para descender hacia Extremadura por un camino que va hasta el Monasterio de Yuste. No es un camino nuevo, ni mucho menos. En la zona hay varios castros de celtas con varios miles de años encima pero que se hizo más ‘civilizado’ gracias a la construcción de una calzada romana que aún es visible en varios tramos. La comarca incluye once municipios y está cruzada longitudinalmente por la carretera N-110 (tramo Ávila-Plasencia).

¿Y qué tiene este lugar de especial? Mucho. Lo primero es su geografía y su naturaleza. En el Centro de Interpretación de la Reserva Natural (N-110, km 368 –Los Arenales-) es un buen lugar para empezar una visita al lugar. Y por dos razones. La más obvia es para poder ver el centro y empezar a comprender las diferentes dimensiones del espacio (natural, cultural, histórica), pero es que desde aquí se accede a la Garganta de Los Infiernos, uno de los espacios emblemáticos y paradigmáticos de todo el valle. Podemos encontrar un resumen perfecto de las características fundamentales que se repiten en todo el valle: una zona de ribera marcada por los paisajes agrícolas aterrazados que, según se gana altura, van dando paso a un denso tapiz vegetal donde se combinan especies caducifolias típicas del bosque atlántico (robles, castaños, fresnos) con piornos y pinares. La Garganta de Los Infiernos es una de las reservas dónde se ha conservado mejor este paisaje original. Aquí puedes ver nutrias, desmanes ibéricos y Cabras Monteses que bajan desde las alturas durante los meses más duros del invierno. El Sendero de Los Pilones asciende por la garganta desde el Centro de Interpretación. La primera etapa (3 kilómetros) lleva a los famosos Pilones, una sucesión de pozas excavadas en el lecho rocoso por el agua. Para los más espabilados hay una ruta circular de 16 kilómetros que se adentra en el espacio recorriendo manchas de bosque y los tramos altos de los torrentes de agua.

Cabezuela del Valle, la joya medieval del Jerte.-  De todos los pueblos que forman parte de esta comarca, el de Cabezuela del Valle es el más auténtico y el que conserva de mejor manera su casco histórico. En este tramo del río, el agua ha formado un verdadero paraíso de grandes pozas y piscinas naturales que sin ideales en el verano. Pero más allá de la belleza del entorno, Cabezuela es famoso por su arquitectura tradicional de casas entramadas (con las fachadas cruzadas por vigas de madera) y sus calles porticadas. Villa histórica que hunde sus raíces en una pequeña aldea de montaña que fue creciendo, como otras localidades del norte de Cáceres, por la llegada de un importante contingente de población judía. La actual Iglesia de San Miguel Arcángel (Hernán Cortés, sn) se levantó en el siglo XVI sobre los muros de la vieja sinagoga y todo los que está a su alrededor formaba una de las juderías más grandes de la zona. Otro edificio religioso que hay que ver es la Ermita de La Virgen de Peñas Albas (N-110) que tiene un exterior sencillo y un interior barroco alucinante. Aquí también hay dos museos: El Museo de la Cereza (Hondón, 58) y el Centro de Interpretación del Agua (Paraje de Peñas Albas). Y después está el entorno: miles de cerezos en un paisaje aterrazado que confina al bosque nativo a las cotas más altas de la montaña.

Subir hasta Rebollar.- El pueblito de Rebollar se encuentra en el tramo bajo del valle, a 14 kilómetros de Cabezuela del Valle. Como sucede con todas las poblaciones de la zona, se trata de un lugar dónde se combinan la arquitectura tradicional y la apropiación del paisaje a través de un complicado sistema de bancales. El entorno es una maravilla, pero lo que hace famoso a este lugar, diferenciándolo del resto de pueblos de la comarca, son las denominadas Casas del Canchal.  Estamos ante un pequeño conjunto arquitectónico de casas tradicionales que se construyeron aprovechando un enorme derrumbe de auténticas moles de granito como cimientos. La verdad es que es uno de los paisajes urbanos más curiosos que hemos visto nunca. Ya que estás aquí aprovecha para hacer una incursión por las cascadas de la Garganta de la Puria y ver la modesta pero bonita Iglesia de Santa Catalina, un templo sencillo del siglo XVI que tiene su encanto.

Pasear por Jerte y la Garganta de los Papúos.- De la vieja Jerte apenas quedan algunos restos. Debió ser un pueblo igual de bonito que sus vecinos, pero fue arrasado por las tropas napoleónicas en 1809 unos meses después de que un puñado de vecinos derrotara a una columna del ejército francés que avanzaba con la intención de tomar Plasencia. Pero aún así es un lugar con mucho encanto. Las piedras más nobles son las de la Iglesia de la Asunción (Independencia, 23) que sirve de desahogo al laberinto de callejuelas que conforman el centro de la población. Pese a que las construcciones aquí son más modernas aún perviven algunas casas entramadas con enormes balcones de madera. El río es el otro gran protagonista: aquí el Jerte cera enormes piscinas naturales como la del Nogalón, dónde hay un auténtico playazo. Como sucede en todos los pueblos de la zona, Jerte da la posibilidad de ir explorando las diferentes gargantas que se abren a ambos lados del valle. Ya te hablamos de la Garganta de Los Infiernos, que se encuentra a dos pasos de aquí; en la otra vertiente está la Garganta de los Papúos, que es una de las grandes mecas del barranquismo de España.

Camino de Tornavacas.- El extremo más alto del valle coincide con el paso natural hacia los páramos divinos que rodean la zona de El Barco de Ávila (si llegas hasta aquí no dejes de darte una vuelta por el entorno natural de El Tremedal). Tornavacas es una población histórica que tuvo un papel importante en el desborde de las fronteras cristianas hacia el sur durante la Edad Media. El pueblo es precioso y se articula en torno al torrente del Río Jerte a través de dos puentes históricos: El Puente Cimero, de factura medieval, y la Puentecilla, que se construyó en el siglo XVIII. Esas dos pasarelas sirven de nexo a las tres calles históricas que conforman el casco viejo: Real de Arriba; Real de En medio y Real de Abajo. El pueblo es precioso y cuenta con algunas joyitas como la Casa de Las Antigüedades (Real de Arriba, 19), un pequeño museo histórico, y Las Cárceles (Mayor, 4), antiguos calabozos convertidos en centro de interpretación y casa cultural. Ya sé que somos pesados, pero los templos religiosos son una de las representaciones más importantes del arte a través de los tiempos. Por eso también te recomendamos ir a ver la Iglesia de la Asunción (Plaza de la Iglesia, sn).

De aquí para arrima todo son abismos. El Puerto de Tornavacas sirve de lugar de paso entre Extremadura y las antiguas tierras de León. Desde aquí puedes acceder a los macizos que conforman la unión del extremo occidental de la Sierra de Gredos con las primeras arrugas del extremo oriental de los Montes de Béjar. Para los andarines avezados quedan lugares como el Cerro Torreón y el Calvitero, una cuerda de picos que amparan una pequeña cadena de antiguos circos glaciares dónde hay verdaderas joyas como Hoyamoros o la Laguna del Duque o las Lagunas del Trampal. Hace muchos años tuvimos la suerte de caminar por estos andurriales y es un lugar alucinante.

Salir del Valle hacia Yuste.- Carlos V atravesó estos parajes camino de su retiro final en Yuste a principios de 1556. Y lo hizo aprovechando el trazado de la Calzada Romana que bajaba desde las alturas de Ávila y que hoy aún puede verse en algunos tramos. Yuste está a dos pasos del Jerte y desaprovechar la ocasión de visitar este lugar es una necedad de las grandes, porque no sólo estamos hablando de uno de los lugares de más significación histórica de España (aquí murió el emperador en septiembre de 1558 aquejado de un estadio brutal de gota por sus excesos con la carne). El Monasterio de Yuste (Carretera de Yuste, sn) es una pequeña joya del gótico tardío y atesora una colección de arte brutal para su tamaño. El entorno es, sencillamente único y merece la pena llegarse hasta aquí. Pero es que en el camino vas a pasar por Piornal, otro de los pueblos encantadores de la comarca donde se encuentra, según los expertos, la arquitectura serrana más depurada de la zona y Garganta de la Olla, que, sencillamente, es una maravilla de pueblo.

Fotos bajo Licencia CC:  Ángel de los Ríos; Teo Romera; Marcos Lomba; Raúl AB; Marcos Ramos; Leopoldo de Castro

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