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Vía Apia: la 'autopista' romana que aspira a Patrimonio Mundial

Losas de la Vía Apia. Esta fue la primera de las grandes carreteras de Roma.

Viajar Ahora

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Pese a tener más de 2.300 años a sus espaldas, la Vía Appia está de plena actualidad. La mayoría de los viajeros y viajeras que se acercan hasta Roma por más de tres o cuatro días dedican al menos media jornada a internarse por las primeras millas de esta vieja carretera que unía la capital del imperio con la ciudad de Brindisi, justo en el extremo sur de la Península Itálica. Aquí se concentran multitud de ‘ruinas’ romanas y también el acceso a las más famosas catacumbas de la capital. Pero la Vía Appia es mucho más que esos escasos tres kilómetros que separan el Arco de Druso, justo antes de la Puerta de San Sebastiano (lugar dónde también puedes ver el curioso Grafito Medieval del Arcángel Miguel, una inscripción del siglo XIV que da las gracias por la intercesión del ángel en una batalla entre las tropas de Roma y las de Nápoles) y el fantástico Mausoleo de Cecilia Metella (aunque esté literalmente lleno de basura). Es cierto que en este paseo de poco más de hora y media se puede ver muchísimo, pero la Vía Appia es mucho más que ese tramo casi irreal que, por lo pronto, crea una imagen bastante distorsionada de lo que fueron las verdaderas calzadas romanas.

Porque esa idea generalizada de caminos cubiertos de grandes losas de piedra son una ficción difundida por las películas o los cómics de Asterix. No. Las calcadas romanas eran caminos de tierra apisonada creados a través de un proceso de acumulación de piedras, gravilla y firme de tierra de buena calidad (apisonada y regada de manera habitual para evitar su deterioro) que estaba especialmente diseñados para la circulación de carros. Y la Vía Appia fue la primera de estas grandes carreteras. En este caso estamos hablando de una vía que data del 230 antes de Cristo, en plena época republicana. Esta vía era de vital importancia para la ciudad, ya que facilitaba la llegada de los granos que importaba Roma desde lugares tan lejanos como el Próximo Oriente. Pero también fue una vía de comunicación estratégica que aseguró la autoridad sobre el sur de Italia. ¿Y lo de las losas de piedra? Este era el firme que se diseñaba en los tramos urbanos de las calzadas: en este caso servía para dar lustre a las primeras millas de la ruta que comunicaba el centro de la ciudad (salía desde el Foro) y las ricas villas de los alrededores.

La Vía Appia dentro de Roma.- Como te decíamos con anterioridad, la Vía Apia salía del Foro Romano, pasaba por el Arco de Tito y tomaba camino hacia el sur atravesando la antigua Muralla Serviana –Siglo IV aC- por la Puerta Capena (Piazzale Numa Pompilio) a poco más de unos centenares de metros del límite sureste del Monte Palatino (puedes ver esta puerta muy cerca del Circo Massimo). Los arqueólogos han localizado el primer miliario de la antigua calzada (grandes hitos de piedra que marcaban las millas de los caminos) junto a las Termas de Caracalla. Porque la ciudad se expandió de manera notable engullendo los primeros kilómetros de la calzada que pasó a ser una calle más de Roma con la construcción de las Murallas Aurelianas –finales del Siglo III dC- (Puerta de San Sebastiano). Así, lugares como la Tumba de los Escipiones (Vía di Porta San Sebastiano, 9) que originalmente estaba fuera de los límites de la ciudad quedaron puertas adentro. Hoy, este tramo entre las Termas de Caracalla y la Porta de San Sebastiano está ocupado por dos grandes parques (San Sebastiano y Escipiones) dónde pueden verse algunos restos arqueológicos, algunas iglesias y ermitas menores y ricas villas renacentistas con jardines muy bonitos de ver.

La Vía Appia a los pies de Roma.- Imprescindible. Una de las cosas que hay que hacer sí o sí cuando se visita Roma por primera vez. La cantidad de lugares que hay que ver aquí abruma por lo que hay que ser realista con el tiempo que tiene cada uno y planificar bien la excursión. Si vas a pie, nuestro consejo es que tomes el Metro hasta el Arco de Travertino (Línea A –roja-) y el autobús 660 hasta Cecilia Metella e ir caminando hacia la Porta San Sebastiano (3 kilómetros). En este pequeño tramo de calzada te vas a encontrar con los atractivos arqueológicos e históricos más interesantes de esta parte de la ciudad. Las antiguas calzadas que salían de las ciudades eran los lugares elegidos por los romanos para construir sus tumbas y mausoleos. Y la Apia está literalmente cuajada de restos de monumentos funerarios. Los hay sencillos y palaciegos, como el Mausoleo de Cecilia Metella (Via Appia Antica, 161), uno de los más impresionantes de toda la zona.

Pero camino hacia Roma nos encontramos con otros hitos fundamentales de la Vía Apia; las catacumbas. El mito dice que estas necrópolis excavadas servían para ocultar las tumbas cristianas, pero la realidad no tiene nada que ver con esta idea ‘romantizada’ por la literatura y el cine. Los terrenos para hacer tumbas eran tan caros que las comunidades cristianas construyeron verdaderas colmenas subterráneas para ahorrar dinero. Desde la Vía Apia puedes visitar dos de las más importantes de Roma: las de San Sebastián (Via Appia Antica, 136) y las de San Calixto (Via Appia Antica, 110). Pero antes de meterte bajo la tierra date un paseo por Villa Massencia (Via Appia Pignatelli, 54) un antiguo conjunto palaciego propiedad del emperador Marco Aurelio Valerio Majencio que por tener tenía hasta un circo. Al lado de las ruinas de este palacio tienes el Mausoleo de Rómulo, una tumba monumental construida por orden del propio Majencio. Camino de la Porta de San Sebastiano tienes muchísimas cosas que ver. Aunque nosotros te recomendamos ser selectivos e ir de una tacada hasta el final (o principio ya que estamos a las puertas de Roma) para ver tres lugares: la Villa del Mosaico del Tritón (Via Appia Antica, 53), la Iglesia del Quo Vadis (Via Appia Antica, 51) –que no es gran cosa pero marca un lugar de gran importancia para la historia del Cristianismo- y el Mausoleo de Priscina (Via Appia Antica, 76). De aquí a las murallas aurelianas apenas hay que caminar 650 metros.

Ir hasta la Villa dei Quintili.- Si sólo vas dos o tres días a Roma no merece la pena venirse hasta acá para ver ‘más de lo mismo’. Pero si tienes un poco más de tiempo y puedes dedicarle un día entero a la Vía Appia puedes empezar la visita aquí yendo desde la parada de Metro de Arco de Travertino hasta la puerta de este parque arqueológico en la Línea 664 de los autobuses romanos. Y de ahí tirar para Roma por la Via Appia Antica (son como dos kilómetros más pero vas a poder ver muchísimas tumbas y restos antes de llegar a Cecilia Metella). ¿Qué vas a encontrar en la Villa del Quintili? Pues uno de los complejos palaciegos más sublimes de los alrededores de Roma. Esta villa era, a la vez, explotación agrícola y quinta de recreo propiedad de los hermanos Quintilus. Era tal la riqueza del lugar que los emperadores se quedaron con él poco después de que se construyera. Aquí vas a encontrar un área palaciega, termas, un teatro, un anfiteatro y hasta su propio acueducto. Una pasada. Y lo mejor de este lugar es que cuenta con su propio museo lleno de piezas que merecen la pena verse. Desde aquí hasta el Mausoleo de Cecilia Metella hay más de 100 tumbas y monumentos funerarios. Entre ellos está el del filósofo Séneca, que era muy estoico y todas estas cosas, pero tenía su villa de recreo junto a la Apia como todos los grandes magnates romanos.

Ir hasta Ariccia.- La primera ciudad de importancia tras dejar atrás Roma era Ariccia, un bonito lugar estratégicamente situado entre dos lagos: Lago Albano, al norte, y Lago Nemi, al sur. De la antigua ciudad romana apenas quedan algunos restos, pero el casco medieval de la ciudad es muy bonito de ver con verdaderas joyas como el Palacio Chigi Ariccia (Piazza di Corte, 14), una maravilla barroca cuajada de obras de arte, o la Iglesia de Maria Assunta in Cielo (Piazza di Corte, sn). Pero venir hasta aquí te deja a tiro de piedra de dos lugares muy importantes que, sin embargo, quedan fuera del alcance del viajero de fin de semana. Junto al Lago Albano está Castel Gandolfo, residencia de verano de los papas de Roma y parte integrante de esa magnífica colección de obras de arte que son los Museos Vaticanos. Para que te hagas una idea de la importancia patrimonial de este lugar basta decir que la pequeña Parroquia de Santo Tommaso da Villanova (Corso della Repubblica, 12) es obra de un tal Bernini.

El otro lugar que recomendamos ver es el Museo de los Barcos de Nemi (Via Diana, 13 –Nemi-), un centro en el que se pueden ver los restos de dos enormes barcos de época romana que, según dicen los expertos, pertenecieron al emperador Calígula. Estos barcos tenían un uso ceremonial. Los barcos se rescataron del fondo del lago en un aceptable estado de conservación, pero fueron prácticamente destruidos durante la Segunda Guerra Mundial por las tropas alemanas que los incendiaron deliberadamente. Hoy pueden verse dos reproducciones y restos de los barcos originales. Hasta aquí puedes llegar en tren desde Termini (paradas Santo Gandolfo y Albano Laziale) y moverse entre los tres lugares en autobús y a pie.

Fotos bajo Licencia CC: Allie_Caulfield; Amanda; Luca Venturelli; Alper Çuğun; Carole Raddato; Nicola

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