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La Albericia, de espacio agrario y ocio de reyes a periferia urbana

La evolución de las periferias de las ciudades y de sus gentes no ha sido una línea de investigación histórica especialmente fecunda. Si habláramos como geógrafos nos referiríamos a cómo han cambiado los usos del suelo en función de las necesidades de los centros de poder y sus clases dominantes, y cómo estos cambios han determinado la forma de vida de las personas que habitan el territorio. Si ya dedicamos un 'Documento del Mes' a la evolución de El Sardinero, ahora vamos a hacer una primera visita a La Albericia.

En la década de los cuarenta, La Albericia todavía era un barrio del pueblo de San Román de la Llanilla, en el extrarradio de Santander, donde predominaban la agricultura y la ganadería. Estas actividades, junto con la tejera allí asentada y alguna fábrica más o menos cercana, como Nueva Montaña, permitían ganarse la vida a su población en aquellos duros años de posguerra. Hasta ese momento, si había tenido un espacio en las crónicas fue para dejar huella de las actividades de recreo que las clases pudientes realizaron en los descampados de la zona. El Diario Oficial de Avisos de Madrid del 29/7/1878 informaba de esta manera de la existencia de un hipódromo:

Una década después, otra noticia informaba de la constitución de una sociedad hípica para organizar las carreras con motivo de las ferias de la ciudad a la que el Ayuntamiento había cedido el uso del hipódromo, que continuó operativo hasta la primera década del siglo XX. En él, además de carreras de caballos, se disputaron torneos de polo y los primeros partidos de fútbol y de béisbol. En 1903 un proyecto municipal que nunca se materializó pretendía relanzar la zona:

Con el veraneo de la Corte en Santander, la construcción del Palacio de La Magdalena, con sus caballerizas y campo de polo, y finalmente la inauguración en 1917 del nuevo hipódromo de Bellavista, el ocio promovido por la burguesía se desplazó hacia El Sardinero. Pero todavía a La Albericia le quedaba el aeródromo que le permitía salir en los periódicos de Madrid por atraer la atención de los curiosos y hasta del rey Alfonso XIII:

En torno al aeródromo se generaron dos iniciativas industriales: entre 1915 y 1919 la Sociedad Española de Construcciones Aeronáuticas y Similares (SECAS) fabricó aviones militares destinados al ejército; y entre 1953 y 1959 Aerodifusión SL. construyó avionetas con un uso civil. De aquellas iniciativas el único rastro que dejaron fue el nombre del cine del barrio: Cine Aviación.

El aeródromo tuvo un uso militar durante la Guerra Civil. En él tuvieron presencia los aviones de procedencia soviética que adquirió la República y posteriormente, tras la entrada de las tropas franquistas en la ciudad, la famosa Legión Condor responsable del bombardeo de Santander. En 1948 se abrió oficialmente al tráfico aéreo civil y desde 1950 Iberia cubrió la línea aérea regular con Madrid, hasta que en 1953 se clausuró al inaugurarse el aeropuerto de Parayas.

Hubo que esperar hasta 1945 para que la prensa hiciera mención a las clases más populares, con ocasión de visita del ministro de Gobernación:

La situación de desamparo de estas familias estaba provocada por la pérdida de sus viviendas en el incendio de 1941, y con el modelo de 'reconstrucción' de la ciudad los mismos que pretendían redimirlos les habían expulsado del centro, ya que los solares de sus casas se iban a destinar para uso de otras clases sociales más altas. Las autoridades franquistas les pretendían aliviar “de sus miserias y necesidades”. En un ejercicio de paternalismo de manual, el Gobierno Civil de la Provincia de Santander lo explicaba:

Durante esos cuatro años estuvieron alojados en condiciones precarias en las caballerizas del Palacio de La Magdalena, cada familia en un box, y en barracones en el Hipódromo de Bellavista. La prensa describió el derribo de las infraviviendas en términos casi poéticos: “Los jubilosos estrépitos de una pólvora eficaz que ha destruido las chozas inmundas que los pobrecitos damnificados han ocupado en el hipódromo” de Bellavista.

Como condición para recibir la subvención del Estado a la reconstrucción de Santander, el Ayuntamiento, en tres meses, había construido junto al aeródromo el “poblado de viviendas ultrabaratas” sobre los terrenos del antiguo hipódromo de La Albericia. El barrio estaba compuesto por 200 viviendas que fueron entregadas en dos veces. La mitad el 30 de octubre, como ya indicamos, con ocasión de la visita de ministro de la Gobernación a Santander, y la otra mitad fueron entregadas por el propio Franco, que visitó la ciudad en agosto del año siguiente. Eran viviendas provisionales para cinco años, que se podrían calificar como “chabolismo dignificado” por la baja calidad de la construcción y la carencia de urbanización de las calles:

Por su parte, el Gobierno Civil construyó el “poblado de Navidad”, de 20 viviendas y de iguales características en una finca próxima.

El aumento de la población infantil obligó a que se construyera el colegio 'Canda Landaburu' para sustituir a la antigua escuela que se había quedado pequeña. En el mismo edificio Auxilio Social, organismo de Falange Española y de las JONS, abrió un comedor, al que denominó albergue escolar, para “250 niños españoles absolutamente pobres que venían de rincones donde carecían de todo y no estaban habituados a la higiene, la limpieza, etc. Y que requerían suma atención. Desde este momento el Albergue unido a la Escuela ha cumplido una misión sagrada: regenerar a parte de una generación…” . Para acceder al comedor era obligatorio acudir a misa y a las actividades de carácter religioso.

Desde los años 60 La Albericia concentró promociones de viviendas públicas destinadas a clases trabajadoras de bajos recursos, asentándose la imagen de zona marginal. Tal es así, que cuando las viviendas fueron destinadas a clases medias se utilizaron nombres singularizados para designar determinadas zonas de esta periferia. Este fue el caso del Polígono de Cazoña, proyectado en 1973 (hasta que se iniciaron en él las promociones de viviendas de protección oficial) o El Alisal, ya en los años 90.

Las casucas del barrio Canda Landaburu volvieron a la prensa, en este caso local, apenas un mes después de las primeras elecciones municipales de 1979, por el riesgo de que fueran demolidas:

El Ayuntamiento había hecho una permuta de fincas con la empresa constructora que implicaba la demolición del poblado Canda Landaburu, obligando a los vecinos a abandonar de forma apremiante las casas que habían habitado durante 35 años. Ante esta situación se iniciaron las protestas de los vecinos porque a una parte no se les reconocía el derecho de compra, ya que se les había cedido la vivienda en precario y, por lo tanto, no tenían contrato. Además, para la mayoría el precio de esas “viviendas sociales” no estaba al alcance de sus bolsillos. Tras la mediación del Partido del Trabajo y del resto de la oposición, el asunto fue tratado en un Pleno. Finalmente, el Ayuntamiento reconoció el derecho de todos los vecinos a una vivienda social, previa firma de una hipoteca.

En La Albercia ya no queda nada de aquel paisaje rural. Son escasos los edificios anteriores a 1940 que han sobrevivido al empuje urbanizador. Lo que era la pista del aeródromo se convirtió en una reserva de suelo sobre la que se construyó el complejo.

Referencias bibliográficas:

Arquitectura y construcción año VII nº 130 5/1903, Ensanche y mejora de Santander. Barcelona. Pág. 31.

El Liberal (7/08/1916): 'El viaje de Hedilla'. Pág. 1. Madrid.

ABC (31/10/1945): 'El ministro de Gobernación llegó ayer a Santander'. Pág. 16. Madrid.

Gobierno Civil de la Provincia de Santander (1950): El Avance Montañés. Libro sobre la exposición del mismo nombre. Pág. 46.

Albergue Escolar 'C' de La Albericia. Memoria 1949-1959. Consultado en ARCE, P. (2013): Aurora Gutiérrez Galante. Semblante de una maestra a su paso por La Albericia (Cantabria). Imprenta Regional de Cantabria. Santander.

“El Diario Montañés (2/5/1979): 'Las casucas de La Albericia no serán desalojadas'.

La evolución de las periferias de las ciudades y de sus gentes no ha sido una línea de investigación histórica especialmente fecunda. Si habláramos como geógrafos nos referiríamos a cómo han cambiado los usos del suelo en función de las necesidades de los centros de poder y sus clases dominantes, y cómo estos cambios han determinado la forma de vida de las personas que habitan el territorio. Si ya dedicamos un 'Documento del Mes' a la evolución de El Sardinero, ahora vamos a hacer una primera visita a La Albericia.

En la década de los cuarenta, La Albericia todavía era un barrio del pueblo de San Román de la Llanilla, en el extrarradio de Santander, donde predominaban la agricultura y la ganadería. Estas actividades, junto con la tejera allí asentada y alguna fábrica más o menos cercana, como Nueva Montaña, permitían ganarse la vida a su población en aquellos duros años de posguerra. Hasta ese momento, si había tenido un espacio en las crónicas fue para dejar huella de las actividades de recreo que las clases pudientes realizaron en los descampados de la zona. El Diario Oficial de Avisos de Madrid del 29/7/1878 informaba de esta manera de la existencia de un hipódromo: