Catalunya Opinión y blogs

Sobre este blog

Praga, siempre rebelde

“Josef Gabcik, echado sobre su estrecho jergón, escucha fuera el chirrido del tranvía que sube hasta Karlovo námestí, la plaza Carlos. Muy cerca de aquí, la calle Resslova, que baja hacia el río, ignora todavía la tragedia de la que muy pronto será escenario. Algunos jirones de luz se abren paso a través de los postigos cerrados del piso que esos días acoge y oculta al paracaidista”, escribe Laurent Binet en su genial HHhH.

Reinhard Heydrich se ganó a pulso el sobrenombre del “Carnicero de Praga”. Como Gobernador de Bohemia y Moravia –la actual República Checa- durante la Alemania nazi, jefe de la Gestapo y de las SS, demostró que su crueldad y su sed de sangre no tenían límites. Pero la dirección de su vida acabaría con un giro brusco, la resistencia checoslovaca le tenía algo preparado: la Operación Antropoide. Un paracaidista checo y otro eslovaco fueron los encargados de llevarla a cabo. La suya es una historia sobre los recovecos de la Historia, sobre las personas, sobre actos heroicos y sobre Praga. Un relato que Laurent Binet hace brillar con su HHhH, impresionantemente bien escrito y bien documentado. Un libro que te hace cambiar la manera de pisar las calles de la capital de la República Checa, historia viva.

¿Qué la hace tan especial?

Praga ha sido capital de muchos territorios. En la Edad Media lo fue del reino de Bohemia, después de Checoslovaquía y finalmente de la República Checa. Algo especial tiene que tener para acaparar tanto protagonismo. De hecho, es una de las 20 ciudades más visitadas del mundo.

Binet resume bien el típico recorrido turístico en uno de los pasajes de HHhH, retratando una época nada turística. “Un viento helado barre las calles de Praga. […] Bajo el reloj astronómico, en la plaza de la Ciudad Vieja, el pequeño esqueleto tira de su cuerdecilla cada hora desde hace lustros. Da la medianoche. Se oye el crujido característico de los postigos de madera pero esa noche apuesto a que nadie se molesta en mirar el desfile de los pequeños autómatas que regresan muy rápido a las entrañas de la torre donde estarán quizá más seguros. Imagino bandadas de cuervos volando alrededor de Nuestra Señora de Tyn, la sombría catedral erizada de siniestras atalayas. Bajo el puente Carlos corre el Vltava. Bajo el puente Carlos corre el Moldau. El río apacible que atraviesa Praga tiene dos nombres, uno checo, el otro alemán, y no cabe duda de que sintomáticamente uno de los dos sobra.”. Esos son los grandes imanes de esta ciudad, pero hay algo más, algo que sólo se puede entender a través de la experiencia personal.

Quizás es por su mezcla política e histórica. Estuvo bajo la ocupación alemana, aunque siempre ofreció resistencia y se sublevó poco antes de la llegada del Ejército Rojo. La historia de los paracaidistas Gabcik y Kubis es una de las muchas que tuvieron lugar en aquel territorio durante esos años. Después estuvo bajo la influencia soviética hasta que cayó el Muro de Berlín y ahora conserva un curioso combinado de modernidad europea y pasado soviético.

Está también su eterna rebeldía y su personalidad siempre crítica que la caracterizó en el pasado lejano y en el reciente. Desde la resistencia checa -¡y mucho antes!-, pasando por la crítica a la dureza del comunismo y su apertura con la Primavera de Praga, hasta los manifestantes que en el 2000, durante la cumbre del FMI y el Banco Mundial, protagonizaron unas tremendas protestas contra la globalización que derivaron en una guerrilla urbana y que resonaron por toda Europa.

O igual no es nada de eso y en realidad es por la pivo (cerveza) checa, que en muchos bares suele ser hasta más barata que el agua. La Pilsen es la más conocida en el resto de Europa, pero hay muchas más que se fabrican en las diferentes regiones del país.

Allí es posible

La cultura en Praga emana de las calles y de la gente. En el autobús del aeropuerto al centro de la ciudad es posible preguntar aleatoriamente a uno de los pasajeros para que nos indique cómo llegar a nuestro destino y acabar descubriendo que el hombre es profesor universitario y que no le importa compartir sus reflexiones sobre la situación actual de la ciudad y del país con personas que acaba de conocer.

Las generalizaciones nunca son buenas, pero los checos son amables en general o en comparación con otros lugares de Europa. O tal vez son más bien curiosos, tienen ganas de saber lo que pasa fuera de sus fronteras, cómo piensa la gente fuera de sus fronteras.

Por eso es posible, también, cenando en un pub repleto de cuadros de músicos de jazz, saxofones en las paredes y mucho humo –aquí todavía se permite fumar dentro de los locales- , compartir mesa con una pareja de checos y a los pocos minutos saber a qué se dedican y llenar la cena de sus visiones de Praga, de Europa y de la vida en general.

Hasta es posible, de noche, cruzar el Puente Carlos, meternos en uno de los callejones colindantes, encontrarnos una puerta con un cartel medio fundido, empujarla por curiosidad, pensando que estamos entrando por la puerta trasera de una discoteca, y encontrarnos con una gran fiesta de gente de diferentes lugares de la República Checa, con diferentes tradiciones, vestimentas y músicas, tocando diferentes instrumentos y bailando. El sitio es pequeño, así que, de golpe, es posible que se nos quede todo el mundo mirando, pero al momento siguiente se abalanzarán a ofrecernos cosas de comer que han traído ellos de sus casas y bebida y nos señalarán un taburete en su mesa para que nos sentemos a conversar con ellos y compartir su fiesta. Sí, extrañamente también es posible ser el único extranjero en algún bar de Praga.

Pero más allá de las personas, el patrimonio cultural y musical es enorme. Fue la sede de la primera universidad de la Europa Central y del Este, la Universidad Carolina, fundada en 1348; en ella nacieron escritores como Franz Kafka y pensadores como Max Weber, uno de los padres de la sociología; y su tradición musical es larguísima y abarca desde la música clásica hasta la tradicional, como la polca.

Es, en definitiva, un lugar bello, rebelde y misterioso pero que se deja descubrir e igual por eso tiene tanto atractivo.

Vueling vuela a diario de Barcelona a Praga.

“Josef Gabcik, echado sobre su estrecho jergón, escucha fuera el chirrido del tranvía que sube hasta Karlovo námestí, la plaza Carlos. Muy cerca de aquí, la calle Resslova, que baja hacia el río, ignora todavía la tragedia de la que muy pronto será escenario. Algunos jirones de luz se abren paso a través de los postigos cerrados del piso que esos días acoge y oculta al paracaidista”, escribe Laurent Binet en su genial HHhH.

Reinhard Heydrich se ganó a pulso el sobrenombre del “Carnicero de Praga”. Como Gobernador de Bohemia y Moravia –la actual República Checa- durante la Alemania nazi, jefe de la Gestapo y de las SS, demostró que su crueldad y su sed de sangre no tenían límites. Pero la dirección de su vida acabaría con un giro brusco, la resistencia checoslovaca le tenía algo preparado: la Operación Antropoide. Un paracaidista checo y otro eslovaco fueron los encargados de llevarla a cabo. La suya es una historia sobre los recovecos de la Historia, sobre las personas, sobre actos heroicos y sobre Praga. Un relato que Laurent Binet hace brillar con su HHhH, impresionantemente bien escrito y bien documentado. Un libro que te hace cambiar la manera de pisar las calles de la capital de la República Checa, historia viva.