Dinamiteras

0

Tenía 17 años. Se alistó sin decírselo a su familia. Siempre se preocupó por no mostrar ninguna señal de debilidad en el frente. Una mujer independiente. Un icono. Entregó su mano derecha a las estrellas en los versos de Miguel Hernández. Una leyenda. Rosario Sánchez Mora, la dinamitera. No estuvo sola. Fueron muchas las que empuñaron las armas. Entre ellas, las cinco fusiladas junto a sus compañeros en el cementerio de Son Coletes (Manacor, 1936), cuya historia ha reconstruido el documental Milicianas de Tània Balló y Jaume Miró.

Las primeras antifascistas españolas. Socialistas, comunistas, anarquistas, todas lucharon por defender la democracia de los golpistas y traidores. El machismo las relegó a la retaguardia. Pero antes, cogieron los fusiles con la misma fuerza que los hombres por su libertad. Sabían que ellas serían las primeras víctimas del fascismo.

El 14 de abril de 1931, España se levantó republicana. Comenzaba un tiempo de vértigo protagonizado por mujeres modernas, con conciencia política y de clase. Obreras y burguesas. Ante ellas se abría un nuevo horizonte y estaban listas para estudiar, trabajar, divertirse. Votar. Ser independientes. Frecuentar tertulias, cafés, teatros. Asaltar espacios vetados, exclusivos para los hombres, sin pedir permiso ni perdón.

“El siglo XX será, no lo dudéis, el de la emancipación femenina […] Es imposible imaginar una mujer de los tiempos modernos que, como principio básico de individualidad, no aspire a la libertad”, dijo Clara Campoamor en 1925. Y qué lejos quedaron esas palabras para las españolas.

Todo se perdió en la guerra. A muchas las fusilaron. A otras las violaron, raparon, encarcelaron. Les robaron sus vidas. Volvieron a estar recluidas en sus hogares, sometidas a la voluntad de sus padres, maridos, hermanos. A ser menores de edad. Sin pasaporte. Sin autorización no podían comprar una casa ni abrir una cuenta bancaria. El Fuero del Trabajo prácticamente les impedía trabajar. Emanciparse. Quedaron prohibidos el divorcio, el aborto, los matrimonios civiles.

Las condenaron al silencio. A vivir humilladas, dependientes. Expuestas a la suerte de tener un buen marido que ni les pegara, ni se gastara el dinero. Borraron el legado de mujeres políticas, científicas y creadoras. Todavía hoy cuesta encontrar sus nombres en los libros de texto, salvo excepciones como la de las artistas de la Generación del 27, rescatadas del olvido también por Tània Balló en el documental Las Sinsombrero.

A Campoamor la reemplazó Pilar Primo de Rivera.De la emancipación se pasó al sometimiento. De las mujeres libres a las que “nunca descubren nada” porque “el talante creador está reservado por Dios para inteligencias varoniles”. “Nosotras no podemos hacer nada más que interpretar mejor o peor lo que los hombres han hecho”, sentenció sobre nuestras abuelas y madres. Es el mismo ‘feminismo’ de un PP que cada vez hace más fuerte a Vox a costa de blanquearlo y asumir su discurso. Acaba de suceder en Extremadura, donde en lugar de desprenderse de los ultras, María Guardiola los ha aupado.

Esto es lo que sucede en la Comunitat Valenciana y en València. Juanfran Pérez Llorca fue el muñidor del pacto con un torero y un condenado por maltrato, que ha servido para acabar convirtiéndolo a él en presidente de la Generalitat. En la capital, la alcaldesa gobierna con Vox y en cuanto puede, reivindica el franquismo de la líder de la Sección Femenina de Falange Española.

Rosario no pudo exiliarse. Sufrió la dictadura y murió en 2008, no sin antes asistir a la aprobación de la Ley de Memoria Histórica. Conservó una memoria prodigiosa que se puede consultar en los Documentos de RNE, donde narra los pasajes de su vida. La llamaban Charo. Ahora ese nombre se utiliza para denigrar a las mujeres progresistas, de izquierdas, rojas. ‘Las Charos’.

Vivimos en una ‘charocracia’, dicen. Quienes así insultan saben que hoy son ellas las que celan la dinamita en sus manos. Por eso, el PP y Vox las quieren desmovilizadas. Las quieren en casa, no en las urnas. Temen su voto porque son las guerrilleras de la democracia. Descendientes de aquellas milicianas a quienes la propaganda franquista tildó de prostitutas. Orgullosas de tener conciencia y defender la igualdad. Guardianas de la justicia y la libertad. Así que, cada vez que digan ‘Charo’, pensaré: Ahí va una dinamitera. La que nunca se rinde. Como las mujeres que me rodean. Mis amigas, mis hermanas.