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Viviendas y barrios para las vidas cotidianas

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La vivienda es uno de los temas de debate del momento. No es un hecho circunscrito al contexto valenciano ni español, sino que se trata de un fenómeno global. El debate sobre las desigualdades en el acceso a una vivienda suena con fuerza ahora porque la cuestión se agrava preocupantemente. Pero la vivienda ha entrado a formar parte del listado “oficial” de temas políticos ineludibles porque es un asunto con otras muchas aristas. Una reflexión profunda sobre vivienda implica una revisión desde otras muchas áreas y ámbitos. Apela a diversas políticas públicas, a los sectores industriales y financieros, a diversas disciplinas profesionales y académicas, a los movimientos sociales e, incluso, este tema invita a una reflexión personal sobre cómo es y cómo necesitarías que fuera tu vivienda.

Este debate no es en absoluto nuevo, aunque sí ha estado injustamente tratado durante demasiado tiempo. Salvo excepciones, la vivienda y los entornos residenciales no han recibido la atención que merecen por parte de casi ningún ámbito en los últimos 50 años; ni el político, ni el académico, ni el social, por citar algunos. Entre esas excepciones hay algunas ciudades o países, como Viena o Holanda; o movimientos sociales, como la PAH en nuestro país. Hemos tenido periodos de especial atención (o de concienciación), como los peores momentos de la pandemia por COVID-19, que nos llevaron a reflexionar más o menos profundamente sobre nuestra vivienda y sus condiciones espaciales.

Aquellas semanas de confinamiento afloraron las desigualdades de manera más evidente y muchas personas descubrieron hasta qué punto la vivienda y su entorno urbano inmediato condicionan nuestras vidas. Para quienes trabajamos e investigamos sobre perspectiva de género aplicada a la arquitectura y el urbanismo, no fue una sorpresa; más bien, una constatación. Efectivamente, los estudios de género, feministas o sobre las mujeres, han sido algunas de las reducidas áreas de conocimiento que sí han abordado las condiciones de la vivienda y entorno construido cotidiano de manera central desde prácticamente sus inicios como disciplina más o menos formalizada. Pero, es probable que muchas personas se pregunten qué tiene que ver la perspectiva de género en esto.  Voy a tratar de explicar, de manera resumida y a grandes rasgos, cuáles son las principales dimensiones de género del entorno construido que nos rodea a diario y por qué la vivienda y la escala de barrio (o su equivalente) siempre han sido temas centrales y de atención para quienes trabajamos desde la perspectiva de género en el ámbito del planeamiento y la arquitectura.

Género, vivienda y áreas residenciales

Al hablar de vivienda y género surgen dos grandes cuestiones que, si bien no son completamente independientes, abordan problemáticas distintas que requieren de enfoques y respuestas correspondientemente diferenciadas. Por un lado, está la mayor dificultad que tienen las mujeres (y los hogares que ellas encabezan) en acceder y poder mantener una vivienda digna y adecuada a sus necesidades básicas. Esto se relaciona con el fenómeno conocido como “feminización de la pobreza” y que pone en una situación de mayor riesgo de exclusión residencial (y social) a los hogares encabezados por una mujer. Es una cuestión compleja y heterogénea dentro de la cual cabe destacar la situación de los hogares monomarentales, de las mujeres mayores y de las mujeres víctimas de violencia de género. El otro gran tema tiene que ver más con la planificación y el diseño espacial de los entornos residenciales. De manera resumida, cómo podemos planificar barrios y diseñar viviendas que apoyen las necesidades de la vida cotidiana y sean acogedores y seguros.

Cuidados y seguridad (real y percibida) son las dos grandes dimensiones de género en el diseño de los entornos residenciales. Los cuidados porque, todavía hoy, incluso en sociedades con buenos indicadores de igualdad entre sexos y tasas de actividad equiparables a las de los hombres, las mujeres siguen siendo estadísticamente las principales cuidadoras. Esto, más allá del reparto de tareas domésticas en cada familia, sitúa socialmente a mujeres y hombres en una posición diferente ante muchas cuestiones; una de ellas es la vivienda. La seguridad, porque los estudios disponibles coinciden en que las mujeres son considerablemente más sensibles a las características de los espacios relacionadas con la percepción de seguridad. Dicho de otro modo y poniendo un ejemplo, a la hora de desplazarnos a pie, las mujeres tenemos mucho más en cuenta que los hombres la seguridad que nos infunden los espacios. Este no es un tema menor porque va mucho más allá del recurrente asunto del ocio nocturno juvenil, afecta a las oportunidades de trabajo y conciliación, a la práctica deportiva y a la salud, y al tiempo y dinero que dedicamos a los desplazamientos, entre otras cuestiones.

La vivienda y su entorno de proximidad son los espacios cotidianos por excelencia; pero, para comprender su dimensión de género y por qué son tan importantes desde esta mirada, hay que entenderlos como lugares complejos, que albergan actividades variadas, cambiantes y, sobre todo, imprescindibles para la vida. Dicho de otro modo, en la vivienda y en el entorno doméstico se concentran las actividades del cuidado que, en muchas ocasiones, son el resultado de múltiples combinaciones posibles de actividades remuneradas y no remuneradas. Con el tiempo, muchas de las actividades del cuidado se han socializado o externalizado. La mayoría no confeccionamos la ropa en casa y no nacemos ni morimos en las viviendas, la educación tiene lugar en las escuelas y nuestros alimentos no crecen ni se crían en nuestro hogar. Aun así, solemos escolarizar a nuestros hijos e hijas en centros educativos del barrio y vamos a adquirir nuestros alimentos en comercios cercanos a nuestra vivienda o lugar de trabajo. Es la escala de barrio o de proximidad, la escala urbana del entorno cotidiano.

Proximidad y diversidad de usos, una vieja idea que se ha hecho ahora popular bajo el concepto (o eslogan) de “la ciudad de los 15 minutos”. Desde la perspectiva de género insistimos que es necesario atender al tándem que suponen los cuidados -quien recibe y quien da esos cuidados-, pero también a la diversidad de realidades cotidianas y a la dimensión espacial y temporal de los cuidados.  En 2021 escribí junto a Inés Sánchez de Madariaga “Proyectar los espacios de la vida cotidiana. Criterios de género para el diseño y contratación pública de vivienda”, editado ese año por la Vicepresidencia Segunda y Conselleria de Vivienda y Arquitectura Bioclimática de la Generalitat Valenciana. Recientemente traducido al valenciano y al inglés, el manual está disponible gratuitamente aquí mismo. Creo que les puede resultar interesante para descubrir o profundizar en una de las aristas de la vivienda, un tema complejo, pero de vital importancia.  

*Inés Novella Abril, arquitecta y máster en igualdad de oportunidades; es profesora de urbanismo de la Universitat Politècnica de València y coordinadora de la Cátedra UNESCO de Género en STI de la Universidad Politécnica de Madrid.

La vivienda es uno de los temas de debate del momento. No es un hecho circunscrito al contexto valenciano ni español, sino que se trata de un fenómeno global. El debate sobre las desigualdades en el acceso a una vivienda suena con fuerza ahora porque la cuestión se agrava preocupantemente. Pero la vivienda ha entrado a formar parte del listado “oficial” de temas políticos ineludibles porque es un asunto con otras muchas aristas. Una reflexión profunda sobre vivienda implica una revisión desde otras muchas áreas y ámbitos. Apela a diversas políticas públicas, a los sectores industriales y financieros, a diversas disciplinas profesionales y académicas, a los movimientos sociales e, incluso, este tema invita a una reflexión personal sobre cómo es y cómo necesitarías que fuera tu vivienda.

Este debate no es en absoluto nuevo, aunque sí ha estado injustamente tratado durante demasiado tiempo. Salvo excepciones, la vivienda y los entornos residenciales no han recibido la atención que merecen por parte de casi ningún ámbito en los últimos 50 años; ni el político, ni el académico, ni el social, por citar algunos. Entre esas excepciones hay algunas ciudades o países, como Viena o Holanda; o movimientos sociales, como la PAH en nuestro país. Hemos tenido periodos de especial atención (o de concienciación), como los peores momentos de la pandemia por COVID-19, que nos llevaron a reflexionar más o menos profundamente sobre nuestra vivienda y sus condiciones espaciales.