Con la llegada del otoño, los platos frescos y ligeros del verano comienzan a transformarse. Los ingredientes que dominan las ensaladas veraniegas, como el tomate, van dejando paso a productos de temporada que aportan nuevos sabores y texturas. Esta transición permite explorar combinaciones distintas y adaptadas al clima más fresco, al mismo tiempo que se aprovechan los nutrientes que los alimentos de otoño ofrecen de manera natural.
En estas fechas, la calabaza se convierte en un ingrediente versátil y fácil de incorporar a la cocina diaria. Su dulzor natural y su textura tierna permiten que se mezcle con hojas verdes, frutos secos y quesos, ofreciendo un contraste equilibrado de sabores. Además, combinada con un aliño sencillo, se consigue una ensalada que resulta nutritiva, visualmente atractiva y adecuada para todo tipo de comidas, desde un almuerzo ligero hasta un plato principal saludable.
Preparación de la ensalada otoñal
Para esta receta se necesitan 500 gramos de calabaza, 100 gramos de rúcula, 25 gramos de nueces y 100 gramos de queso feta, además de aceite de oliva para asar la calabaza y para preparar el aliño. La vinagreta se completa con dos cucharadas de miel, tres de vinagre balsámico y una pizca de sal, logrando un equilibrio entre dulzor y acidez que acompaña con sutileza el resto de ingredientes.
- La preparación comienza cortando la calabaza en cubos de tamaño uniforme. Estos se colocan en un bol grande, donde se mezclan con un poco de aceite de oliva hasta que queden ligeramente cubiertos. A continuación, se disponen sobre una bandeja cubierta con papel de horno y se introducen en un horno precalentado a 200⯰C, en posición ventilador y a altura media.
- Durante aproximadamente veinte minutos, la calabaza se hornea hasta que adquiere un tono dorado y una textura tierna, suficiente para mantener su jugosidad al mezclarse con los demás ingredientes. Una vez fuera del horno, se deja enfriar ligeramente; no es necesario que alcance la temperatura ambiente completa.
- Mientras la calabaza se enfría, se lava y seca la rúcula para conservar su frescura y textura crujiente. Las nueces se trocean en piezas pequeñas y el queso feta se corta en cubos uniformes, de modo que su distribución en la ensalada resulte equilibrada. El aliño de la ensalada se prepara mezclando en un vaso la miel, el vinagre balsámico, aceite de oliva y una pizca de sal.
- El montaje se realiza en una fuente grande o en platos individuales. Primero se coloca la rúcula, sobre la que se distribuye la calabaza asada, seguida de las nueces y los cubos de queso feta. La disposición se hace con cuidado para que todos los ingredientes mantengan su textura. Justo antes de servir, se vierte el aliño y se remueve suavemente, procurando que cada hoja y cada trozo de calabaza queden ligeramente impregnados.
- El resultado final es un plato equilibrado, en el que la calabaza se combina con la frescura de la rúcula, el sabor salado del queso feta y las nueces, todo ello unido por el aliño. Esta ensalada demuestra que, aunque el tomate se despida temporalmente de las mesas, existen alternativas de temporada que aportan sabor, textura y nutrición sin complicaciones.