Aumento de la inflación, ¿qué consecuencias tiene sobre mi vida cotidiana?

Si no ves este contenido puede deberse a la carga en tu dispositivo móvil. Haz clic aquí para recargar la página.

Los datos revelados días atrás por el Instituto Nacional de Estadística (INE) son contundentes: la inflación interanual de febrero fue la más alta desde 1989. Más de una generación de españoles no había vivido nunca una escalada del 7,4% en los precios de un año al siguiente, tal como la registrada el pasado mes.

Entre las principales razones de este aumento se encuentran los precios de la electricidad y los combustibles. A las notorias subidas de la luz registradas durante todo 2021, se suman ahora los efectos -y las incertidumbres- del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.

Pero las causas de este pico inflacionario no hay que buscarlas solo en los recursos energéticos. El comunicado del INE destaca que hubo “subidas generalizadas en la mayoría” de los componentes del índice de precios de consumo (IPC). Y enfatiza el caso de los alimentos y bebidas no alcohólicas.

La inflación subyacente (índice más fiable para observar la tendencia de base, pues no tiene en cuenta los productos con valores más volátiles, como los energéticos y los alimentos no elaborados) fue del 3%. Una cifra que es menos de la mitad del IPC, es cierto, pero que aumentó seis décimas y no era tan elevada desde 2008.

En cualquier caso, más allá de las estadísticas, ¿qué representa para la vida cotidiana que la inflación se dispare de esta forma? ¿Cuáles son las consecuencias concretas para la ciudadanía? Las más importantes se enumeran a continuación.

1. Pierdes poder adquisitivo

El resultado más evidente es, desde luego, la pérdida del nivel adquisitivo. Si los precios aumentan y los salarios no, la misma cantidad de trabajo permite acceder a menos bienes y servicios. Y -como se ha señalado- no han aumentado solo los bienes de lujo o prescindibles, sino también los alimentos.

Si el aumento de los convenios colectivos salariales pactado a comienzos de este año (de 1,47% a 2%) ya era insuficiente con una inflación en enero del 6%, mucho más ahora que el IPC aumentó casi otro punto y medio porcentual.

En definitiva, la capacidad adquisitiva de los trabajadores amparados por estos acuerdos se redujo en más de un 5% en un año. Por no hablar de los millones de asalariados no incluidos en estos acuerdos, los autónomos y los vinculados con la economía informal, quienes en general sufren aún más estos vaivenes.

Además, por supuesto, puede que la inflación siga subiendo -y es probable que lo haga- en función de lo que suceda con la guerra en Ucrania. La subida del petróleo y del gas no impacta solo en los costos de los combustibles y de la calefacción hogareña, sino también en el de los transportes.

El resultado sería también -como advierte el comparador de productos financieros SinComisiones.com- un aumento en los precios de las materias primas esenciales para la industria y, en suma, una subida del IPC no meramente coyuntural, como se podría pensar a partir del escenario bélico, sino estructural (la ya citada inflación subyacente).

2. Se devalúan tus ahorros

La pandemia de COVID-19 hizo que los españoles ahorráramos más, para estar mejor preparados para imprevistos que pudieran suceder en el futuro. Según datos del Banco de España, los depósitos de las familias residentes en nuestro país aumentaron un 4,6% en 2021 y marcaron un récord por segundo año consecutivo.

En concreto, esos depósitos sumaron 958.900 millones de euros, la cifra más alta desde que existen registros. A esa cantidad habría que sumar los casi 60.000 millones de euros que, según las Cuentas Financieras publicadas por el mismo Banco de España, son los ahorros guardados en casa, “bajo el colchón”.

Pues bien: ese dinero -que no genera intereses o lo hace en sumas ínfimas- se devalúa al ritmo de la inflación. Esos montos (que equivalen a una cuarta parte de los ingresos) guardados “por si acaso” ante la incertidumbre de la pandemia, a la que ahora se suma la incertidumbre por la guerra en Ucrania, valen hoy un 7,4% menos que hace un año. 

Quienes no ven devaluados sus ahorros son las personas que han invertido en productos financieros cuya rentabilidad es igual o superior a la de la inflación. Los sectores de menos recursos son los más alejados de esos productos y, por lo tanto, los que sufren con más fuerza los perjuicios de la inflación.

3. A la larga aumentará tu hipoteca

A comienzos de febrero, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, reconoció una “preocupación unánime” ante la inflación y no descartó una subida de los tipos de interés (congelados en cero desde 2016) antes del final de este año.

Esa fue una de las principales razones por las cuales el euríbor se disparó hasta situarse en -0,335, su tasa mensual más alta desde julio de 2020. Como consecuencia, el costo de las hipotecas de tipo variable aumentará.

Por ejemplo, en una hipoteca media de 150.000 euros a devolver en 25 años, con interés de euríbor más 1%, las cuotas mensuales serán 10,71 euros más caras, según explica el comparador financiero HelpMyCash. Si la inflación persiste, podría arrastrar consigo al euríbor y hacer que las hipotecas sigan subiendo. 

4. Puedes tener menos ofertas de trabajo

Si la subida del IPC es alta, mucho más grave es la de los precios industriales, afectados por una inflación interanual del 35,9%, la más alta desde 1976. En este caso, también son los recursos energéticos los mayores responsables: si se excluyen de la ecuación, el aumento resulta “solo” del 11% (no obstante, el más alto desde 1984).

Esos índices de inflación no se trasladan de forma directa al IPC en parte porque las empresas absorben ciertos gastos y reducen sus márgenes de ganancia. En principio, por supuesto, esto no afecta a los trabajadores.

Pero el resultado en el medio y largo plazo es que las compañías tienen menos capacidad de inversión, sus acciones bursátiles (si operan en bolsa) pierden valor, se reducen sus posibilidades de expandirse, contratar nuevos empleados o subir salarios en el futuro, etc.

De modo que una inflación elevada afecta el mercado laboral y sí termina generando perjuicios sobre la vida cotidiana de los asalariados.

5. Tendrás menos margen para gastar en cosas superfluas

En última instancia, una consecuencia posible (y lógica) de una inflación disparada es que, como el dinero alcanza para menos, el consumo disminuya, sobre todo el de productos no esenciales. Eso puede representar un freno para una economía todavía en recuperación de la crisis de la COVID.

Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines