Antibióticos en la carne: ¿un problema real?

Los antibióticos aplicados a animales vienen siendo una noticia frecuente en los medios de comunicación en los últimos años, sobre todo debido a la progresiva toma de conciencia respecto a la mutación de las bacterias en cepas resistentes a cualquier tratamiento, las llamadas superbacterias.

Estas, se crearían en buena parte por el abuso del consumo de antibióticos por parte de los seres humanos, incluso por la mínima infección o por un simple resfriado. Pero también por su empleo masivo, no ya en veterinaria sino en las granjas, donde son usados como factor que ayuda al crecimiento -al prevenir enfermedades que lo impedirían o lo retrasarían- y se aplican sin control mezclados con el pienso.

¿Antibióticos en la carne?

¿Existe peligro de que al sacrificar un animal, conserve restos de antibióticos en su carne, en sus líquidos corporales o en sus vísceras, fruto de tratamientos veterinarios o ganaderos? Hasta cierto punto sí. Aunque las cantidades acumuladas puedan ser residuales e inocuas para las personas normales, en el caso de individuos alérgicos a ciertos antibióticos del grupo de las penicilinas, las sulfamidas y las quinolonas se podrían dar reacciones autoinmunes, al menos en teoría.

Ahora bien, ¿es frecuente que esto pase? Lo cierto es que no solo no es frecuente sino que además puede ser motivo de sanción. La Unión Europea, a través de su Directiva 96/23/CE, estableció hace ya 20 años que las autoridades de cada país deben establecer controles para detectar estos residuos en la carne animal que se comercializa, ya que su presencia no está admitida.

Es decir, que desde el punto de vista legislativo no debe haber presencia de residuos de tratamientos veterinarios antibacterianos, entre otras sustancias, en las carnes crudas o curadas, ni en vísceras comercializadas crudas. La Comisión también establece los mismos requisitos para carnes importadas de fuera del entorno UE. Adicionalmente, tampoco en Estados Unidos se tolera la presencia de estas sustancias. 

Sustancias de uso legal

El objetivo en este caso es prevenir posibles daños a personas alérgicas, aunque los mismos sean casi planteados de una manera hipotética. La razón de su alta improbabilidad es que si se aplican tratamientos por calor, la mayor parte de estos residuos se desnaturalizan. No obstante, no sucede así en el caso de consumo de carnes crudas o curadas, así como en embutidos donde estos compuestos puedan mantener su presencia.

Ahora bien, su uso es legal, aunque la Comisión Europea presiona para que se haga de una forma mesurada y en respuesta a enfermedades, no en un empleo indiscriminado, como sucede sobre todo con la cabaña porcina en países como España o Dinamarca.

Por otro lado, para que la presencia de antibióticos sea inexistente en la carne y vísceras que llegan al mercado, se recomienda detener su aplicación un tiempo antes de que se sacrifique al animal, lo que se denomina plazo de retiro, en el que el antibiótico será expulsado fuera del cuerpo por la orina o las heces. De este modo, si se respeta el plazo de retiro, tal como estipula la normativa, la probabilidad de encontrar este tipo de sustancias desciende sensiblemente. 

Un problema de capitalismo que afecta a nuestra salud

El problema del abuso de antibióticos en ganadería y la creación de superbacterias es más una cuestión de capitalismo que de sanidad: los fármacos veterinarios, muchos de ellos muy similares a los empleados en seres humanos, se fabrican en el tercer mundo con costes muy bajos y están destinados a un uso extensivo. Es decir que se mezclan con el pienso, muchas veces en el mismo suelo de la granja. 

Su objetivo es provocar un crecimiento más rápido en el animal al impedir que desarrolle enfermedades bacterianas, de modo que cumpla su ciclo hasta el matadero más rápido, y así poder encajar antes una nueva camada. Así se acortan los periodos de cría, se ahorra y se incrementan los márgenes de beneficio. 

De este modo, el animal los ingiere o no. Si los ingiere, los antibióticos entraran en su organismo y se procesarán, pudiendo acumularse en las vísceras, la carne y la sangre, pero poco a poco serán excretados al medio, la mayor parte de las veces sin metabolizar. De ahí pueden ir al subsuelo con los lavados o la lluvia y pasar a ríos, lagos o canales de consumo humano de agua. Si el animal no los ingiere y quedan en el suelo, o no son debidamente reciclados, pasarán también al subsuelo y de ahí a las aguas subterráneas.

El gran problema de estas sustancias es que su presencia masiva en el medio provoca los efectos contrarios a los que están destinados: hacen que las bacterias mutantes capaces de resistirlos se impongan y prosperen, creando focos de superbacterias. Si luego una superbacteria ataca a una persona, es posible que está no tenga forma de curarse con antibióticos y acabe incluso muriendo de lo que de otro modo sería una simple infección. 

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