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Ulma y Orona quieren salir de Mondragon: por qué el gigante vasco del cooperativismo se tambalea

Belén Ferreras

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Mondragón es el primer grupo industrial vasco y el décimo de España con 80.000 trabajadores, de los que 43,9% está en Euskadi, el 37,8% en el resto de España, y el 18,3% restante en más de 150 países en los que sus empresas están presentes. En 2020 facturó 10.865 millones de euros e invirtió 335 millones de euros. Todo un gigante empresarial, sobre todo en lo que se refiere al área industrial, que ha sabido combinar en sus 66 años de historia el modelo del cooperativismo con un fuerte crecimiento y expansión internacional que ha llevado a la mayoría de sus empresas a convertirse en auténticas multinacionales líderes de sus respectivos sectores bajo el paraguas de la corporación como eje de vertebración y de solidaridad entre las diferentes cooperativas. Ahora el gigante empresarial se tambalea. Dos de sus pricipales empresas del área industrial, Orona y Ulma, someterán a las asambleas de sus socios trabajadores la decisión de desligarse de la corporación y emprender un camino en solitario. Si se culmina la ruptura supondrá un duro golpe para el grupo, especialmente en un momento delicado para la economía mundial en general, tensionada primero por la pandemia y ahora por la guerra de Ucrania que genera muchas incertidumbre sobre el futuro. Estas incertidumbres sobre lo que está por venir están también en parte detrás del hecho de que estas dos empresas se planteen ahora la ruptura con el grupo cooperativo, cuya estructura hace que sus decisiones sean en ocasiones demasiado lentas para un mundo económico que parece moverse cada vez más rápido.

¿Qué suponen estas dos cooperativas para el grupo?

Si deciden salir de la corporación dejarán un agujero importante. Orona es el quinto fabricante europeo en sistemas de elevación o ascensores y da empleo a 5.500 personas. El año pasado aumentó su facturación un 4,1% hasta alcanzar los 832 millones. Su red industrial se extiende por trece países y quiere seguir creciendo. En la última asamblea fijó previsiones para 2030 en unas ventas de 1.200 millones y una plantilla de 7.500 trabajadores. En cuanto a Ulma, factura en torno a los 900 millones de euros y da empleo a 5.500 personas en 81 países, en un negocio dedicado a la construcción con diversas divisiones que abarcan, además de la construcción propiamente dicha, los servicios de mantenimiento, la logística, la agricultura, la arquitectura, el embalaje y los bienes de equipo. Es decir se trata de dos empresas de gran peso, de entrada a nivel económico y de empleo, pero también de proyección de imagen de Mondragón en el mundo. Si abandonan el grupo supondrá poner en cuestión el modelo que defiende la corporación en el contexto actual.

¿Por qué se plantean abandonar la corporación?

Ni el grupo Mondragón ni sus cooperativas son demasiado dadas a dar explicaciones sobre sus procesos internos y menos sobre sus discrepancias, pero lo que ha trascendido, porque estas cooperativas así se lo han comunicado a sus socios trabajadores, es que están en desacuerdo con la estrategia de la corporación, que celebrará su asamblea el 15 de noviembre. Además estas empresas se quejan de la falta de agilidad en la toma de decisiones que supone pertenecer al grupo, porque aunque cada cooperativa mantiene sus propias estructuras de organización y sus propias personalidades jurídicas, el hecho de estar integrados en un grupo les obliga a mantener unas líneas básicas de estrategia socio-empresarial que deben aprobar el Congreso Cooperativo. Y estas dos empresas están un proceso de importante crecimiento. Cada decisión tiene que pasar no solo por sus propias asambleas sino por el visto bueno del grupo.

Otro punto de fricción está en el fondo de cooperación intercooperativo, al que todas las firmas están obligadas a aportar el 10% de sus beneficios. Este fondo, que ha sido fundamental para que unas cooperativas sostengan a otras en los momentos de dificultades, se puso en cuestión en la crisis de Fagor que acabó con la desaparición de la empresa. Precisamente una de las cooperativas que ahora se plantea su salida, Orona, fue una de las más críticas a la hora de seguir aportando fondos a la empresa, que había dilapidado muchos millones del fondo para intentar reducir su deuda, y finalmente una de las que bloqueó nuevas inyecciones de liquidez a la empresa de electrodomésticos a la que se dejó caer y entró en quiebra para que no arrastrara al resto del grupo.

¿Es la primera vez que hay una fuga de de cooperativas?

No. No es la primera vez en la historia de Mondragón en la que las discrepancias internas llevan algunas cooperativas con peso a abandonar el grupo. Hace ahora 14 años, en 2008, las asambleas de socios de Irizar y de Ampo, votaron y decidieron emprender camino en solitario en una decisión entonces controvertida, pero el tiempo ha demostrado que fue correcta para las dos partes. No supuso el fin de la corporación, y las empresas que se salieron se han consolidado como líderes en sus respectivos sectores como cooperativas independientes: Ampo es líder global en componentes de fundición de acero inoxidable y alta aleación y en válvulas de alto valor tecnológico para el gas y el petróleo. En 2021 facturó 157, 79 millones y ganó 6,8 millones de euros. Irizar, por su parte, líder en fabricación de autocares y de lleno metido en los vehículos eléctricos, factura más de 620 millones de euros y tiene presencia de en los cinco continentes.

¿Puede estar Mondragón ante una de sus mayores crisis?

Hasta el momento, la mayor crisis del grupo fue la quiebra de Fagor, en 2013. Después de recuperarse de la salida de Irizar y Ampo, el hecho de que una empresa emblemática como Fagor Electrodomésticos, que además fue el germen del grupo cooperativo acabara quebrando, puso en duda los pilares del cooperativismo que guían el grupo por ser la primera vez que se dejaba caer a una de las grandes, para cuya crisis el fondo de solidaridad fue insuficiente y se hicieron cada vez más patentes las diferencias entre sus socios. Si las discrepancias actuales suponen o no el inicio de una crisis en el grupo lo marcarán primero si los socios de estas cooperativas deciden marcharse de la corporación y después, si esta decisión, de producirse, tiene un efecto rebote sobre otras cooperativas.

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