TodaviÌa siento el sudor en mis manos cuando voteÌ por primera vez. Acababa de adherirme al partido de Los Verdes alemanes, teniÌa 39 anÌos. Algo se daba la vuelta, yo estaba cambiando de estatus. JamaÌs habiÌa votado antes, pues era libertario.
Pero antes de abordar la historia de mi compromiso poliÌtico y partidario, quisiera volver sobre mi historia personal, sobre el sentido que ha podido tener mi nacimiento, porque tanto mi historia como mi nacimiento explican muchos de mis comportamientos poliÌticos.
Mi padre era un abogado de izquierdas. ViviÌa en BerliÌn y con frecuencia recibiÌa la llamada del Socorro Rojo, una alianza de socialdemoÌcratas, comunistas y demoÌcratas de izquierdas creada para defender a las primeras viÌctimas del nazismo. Al igual que algunos de sus colegas, tendriÌa que haber sido arrestado en 1933, al diÌa siguiente del incendio del Reichstag. Entonces tomoÌ la decisioÌn de huir con su mujer, mi madre, a PariÌs. AlliÌ, se reencontraron con intelectuales judiÌos entre los que estaban Walter Benjamin, Hannah Arendt y su marido Heinrich BluÌcher, un antiguo comunista.
A principios de la guerra, entre 1940 y 1942, mi madre fue intendente en un centro de eÌclaireurs (rama de los boy scout) israelitas, en Moissac, cerca de Montauban, una pequenÌa ciudad del sudoeste de Francia que habiÌa acogido refugiados de la guerra espanÌola. Los campesinos de la regioÌn escondieron a mis padres, mi hermano y los eÌclaireurs despueÌs de 1942 y de la ocupacioÌn de la zona libre. En junio de 1944, gracias al entusiasmo por el desembarco de los aliados, habiÌan concebido a su segundo hijo.
Una vez que la guerra habiÌa acabado, mis padres se fueron a NormandiÌa, donde se hicieron cargo de la direccioÌn de una casa de ninÌos judiÌos cuyos padres habiÌan sido deportados. Es lo que llamo mi “historia prenatal”. La de un ninÌo de la LiberacioÌn y de la libertad. Esta historia es un poco mi mito de origen. Ella misma se inscribe en otra historia –la del desarraigo de mis padres en busca de la supervivencia– que llevo tambieÌn conmigo. He aquiÌ, pues, mis historias, aquellas con las que entreÌ en este mundo.
En 1945, el anÌo de mi nacimiento, mis padres se plantearon si iban a quedarse en Francia, donde eran apaÌtridas. Mi madre hubiera querido ir a Israel, pero mi padre se oponiÌa a ello. Se inclinaba maÌs bien por los Estados Unidos, donde teniÌamos muchos amigos. Por razones familiares, finalmente se quedaron en Europa. Las circunstancias hicieron que, desde muy temprano, estuviese confrontado con la idea de “eleccioÌn” en su dimensioÌn existencial y, si se puede decir, guiado por lo que los alemanes llaman heimat, un teÌrmino difiÌcil de traducir en castellano. Heimat no es “la casa”, es maÌs que eso, es el entorno, el contexto. Desde mi primera juventud, realiceÌ un acto de libertad. Dije –y esto es muy sartreano–: “Escojo mi vida”. Desde entonces, evoluciono en este espacio de supervi- vencia, Mi heimat, esta casa sin paredes, un espacio abierto y en movimiento, un manojo de relaciones afectivas e intelectuales.
ApaÌtrida hasta los 14 anÌos, opteÌ entonces por la nacionalidad alemana porque me permitiÌa evitar el servicio militar –sabiÌa que en aquella eÌpoca los hijos de refugiados podiÌan negarse al reclutamiento gracias a un decreto alemaÌn–. ¡Soy probablemente el uÌnico hombre en el mundo que ha escogido Alemania por antimilitarismo! ElegiÌ mi nacionalidad por razones que no teniÌan nada que ver con la nacioÌn, muy al contrario.
DespueÌs de fallecer mis padres, habriÌa podido volver a Francia, pero decidiÌ quedarme en Alemania porque me gustaba el internado de mi instituto. VolviÌ a Francia despueÌs del bachillerato, en 1965, para estudiar SociologiÌa en Nanterre. Expulsado en 1968, regreseÌ entonces a la otra orilla del rin en plena experimentacioÌn poliÌtica y alliÌ conociÌ las comunidades, los movimientos alternativos. Mi exilio se vio interrumpido en 1978. Todo el mundo creyoÌ que iba a volver a Francia, pero, entre tanto, en Alemania me habiÌa enamorado...
Mi ingreso en Die GruÌnen, Los Verdes alemanes, se remonta a 1984. Era la primera vez que me comprometiÌa con un partido y que iba a votar. Consideraba una necesidad poliÌtica la construccioÌn de ese partido ecologista, y encontreÌ igualmente necesario votar por sus representantes. Para ser completamente consecuente, me comprometiÌ en la estructuracioÌn de la corriente verde-reformista: los realos, una corriente dentro de Los Verdes alemanes que, desde el principio, defendioÌ una estrategia de alianza para construir una nueva mayoriÌa en Alemania. MaÌs tarde, yo mismo fui elegido al Parlamento europeo, alternativamente en listas alemanas y francesas.
He tomado siempre partido conservando una parte de indeterminacioÌn, preservando esta capacidad de distanciamiento que nos permite elegir. La vida se organiza seguÌn tus elecciones. No hay moral superior, ideologiÌa superior. Aunque te adhieras a una ideologiÌa, no tienes por queÌ mostrarte, por ello, dependiente de ella.
Evidentemente, esta libertad ha hecho que raÌpidamente me hayan catalogado como un individualista furioso, mientras que en realidad defendiÌa, y continuÌo defendiendo, hasta el final una posicioÌn madurada y elegida.