No nos despistemos: demócratas y liberales tenemos que salir de nuestra burbuja

Guillaume Liegey

A principios de enero, el presidente Emmanuel Macron escribió una carta abierta a los franceses en la que sugería introducir cuotas de inmigración como una forma de solucionar la crisis de los chalecos amarillos. Como era de esperar, muchos en la izquierda se estremecieron.

Me acordé de una entrevista a Hillary Clinton publicada el año pasado por el periódico The Guardian en la que la excandidata demócrata dijo cuál era, en su opinión, la fuerza fundamental que sostenía los populismos de derecha. “Creo que Europa necesita controlar la migración porque eso es lo que ha encendido la llama”, expuso. Clinton argumentaba que los populistas debían ser combatidos en su propio terreno y que los partidos progresistas debían endurecer sus políticas sobre inmigración.

Aunque he formado parte de la campaña presidencial de Macron, no estoy de acuerdo con esa idea. Ahora que faltan pocos meses para las cruciales elecciones del Parlamento Europeo -en las que tanto los populistas de izquierda como los de derecha tratarán de sacar rédito-, demócratas y progresistas deben dedicarse a una tarea urgente: desnudar ficciones del relato político que hasta ahora hemos dado por buenas.

Entender la opinión pública es un trabajo increíblemente difícil. En 2016, mi empresa de análisis de datos contribuyó a crear el movimiento de base 'En Marche!' de Macron lanzando lo que entonces se llamó 'La Grande Marche' [la gran marcha]. Lo hizo con una gran encuesta, puerta por puerta, en la que se recolectó la opinión de miles de ciudadanos de toda Francia.

El iceberg es un buen símil para entender cómo funciona el análisis de la opinión pública. Es fácil saber lo que piensa la gente en la cima porque lo tuitean, lo publican en las redes, lo dicen en la televisión o lo escriben en los periódicos. Pero ver lo que hay debajo de la superficie, saber lo que piensa una mayoría silenciosa, es mucho más complicado.

Endurecer las políticas sobre migración solo frenaría el ascenso del populismo si este fuera un tema verdaderamente prioritario para los ciudadanos que votaron por los populistas, o que están a punto de hacerlo. Pero los datos no confirman en absoluto que ese sea el caso.

Abandonar la burbuja para entender la realidad

Para ver todo el conjunto primero hay que desnudar las ficciones en las que vivimos, algo que hoy es posible gracias a las nuevas tecnologías y a los sistemas de recopilación de datos a gran escala. Se ha repetido hasta la saciedad eso de que la cantidad de datos 'online' se ha multiplicado exponencialmente, pero los datos del mundo 'offline' son igual de importantes. Se pueden generar resultados sorprendentes simplemente hablando con los residentes de los barrios donde más aumentó la proporción del voto populista en las últimas elecciones.

Un estudio en Francia y Alemania en el que participó mi empresa se basó en el siguiente supuesto: la mejor manera de conseguir que la gente diga lo que piensa es haciendo preguntas abiertas, cara a cara y sin tecnicismos. Preguntas que cualquiera puede responder como las siguientes: “¿Qué es lo que funciona/no funciona en tu ciudad/país?”; “¿Qué cambiarías en la política?”; “¿Qué te preocupa del futuro?”.

La iniciativa de 'La Grande Marche' se basó en este tipo de trabajo de campo, casa por casa y en modo escucha. Así fue como Macron identificó los temas que más preocupaban a los franceses antes de la campaña presidencial de 2017. La clave del éxito fue un mensaje político que tenía como objetivo convencer a los ciudadanos de que serían tenidos en cuenta, de que no los dejarían de lado.

Según los datos recolectados en Francia y en Alemania, la rabia que sienten hacia los “medios y hacia la política” los ciudadanos atraídos por los partidos populistas tiene que ver con una “agenda” que no se ajusta en absoluto a sus preocupaciones. Sus inquietudes principales tienen que ver con la “precariedad de las condiciones de trabajo, con preocupaciones monetarias y con una infraestructura social en declive”.

De acuerdo con la información obtenida en esas conversaciones puerta a puerta, a los votantes de partidos populistas de derecha les interesa mucho menos el relato contra los inmigrantes de lo que generalmente se cree. Cuando les preguntan abiertamente sobre sus vidas, no mencionan a los migrantes de forma espontánea. De lo que se quejan es de que los políticos y las instituciones no les presten atención. Por lo general, los votantes que se inclinan por partidos populistas de izquierda o derecha dicen sentirse “abandonados”.

Es verdad que con la crisis de los refugiados de 2015 y 2016 en Europa se exacerbó un sentimiento generalizado de abandono, pero las lecciones del informe son claras. Cada vez más ciudadanos se sienten atrapados, sin esperanza de mejoras en su vida y en la de sus hijos. Quieren más atención por parte de los políticos, que comprendan mejor los retos que enfrentan. Y quieren soluciones prácticas, no chivos expiatorios.

La ciudadanía incomprendida reclama atención

Por eso, hablar de políticas de inmigración más duras supone no entender lo qué está pasando. Todos creamos nuestros puntos de vista políticos dentro de una especie de burbujas y de formas que a menudo alimentan los malentendidos y la polarización. Pero esos filtros hacen imposible una visión común para el futuro. Después de analizar la percepción de los votantes en diferentes países europeos, me he convencido de que estas burbujas sociales y políticas figuran entre los mayores problemas que enfrentamos hoy.

Esto también rige para las actuales dificultades de Macron. Con medidas políticas de emergencia, el presidente francés está tratando ahora de ponerle fin a la crisis de los chalecos amarillos que sacude su presidencia. La consulta nacional y comunitaria de dos meses que puso en marcha con su carta abierta también se entiende en este contexto. Una vez más, lo fácil sería ver solo la punta del iceberg; en el caso de los chalecos amarillos, la queja popular por los impuestos y por el bajo poder adquisitivo que prendió la llama inicial.

Reaccionar con recortes de impuestos y declaraciones sobre cuotas de inmigración solo funcionará parcialmente. De hecho, tal vez sea equivalente a la desaconsejada receta de Clinton para terminar con el populismo. Lo más importante es demostrar que se está dispuesto a escuchar de verdad a la gente. Lo que Macron necesita en este momento es convencer a los ciudadanos de que su “gran debate nacional” servirá precisamente para eso.

Para la gente que no se siente respaldada por los responsables de tomar decisiones, las soluciones a corto plazo no arreglan nada. Es mejor empezar con un sondeo en las capas más profundas de la sociedad, recolectar datos off line y tomarse el tiempo de escuchar a los ciudadanos de una forma más integral, no solo a través de breves sondeos.

También ayudaría que se formulasen políticas para mejorar la vida de las personas a largo plazo. Si es posible evitar el peligro populista en Europa, será clave no someterse a los eslóganes contra los inmigrantes. Hay que luchar por hacer estallar todas las burbujas en las que, demasiado a menudo, se encierra la gente.